33. Primer tiempo

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DRAKE

El viaje en autobús hasta el instituto en el que jugaríamos fue de un par de horas. Creí que el tiempo se me haría eterno, como la última vez que hice ese mismo recorrido en mi motocicleta, pero el estar en compañía hizo que sólo me parecieran unos segundos. Ni siquiera me dio tiempo a tomar conciencia sobre lo que estaba por suceder.

Aunque, para ser honesto. ¿Cuánto tiempo más necesitaba para eso? Había estado pensando en este día durante las últimas semanas. No estaba nervioso por mí, pero sí por Sophie.

Esa tonta.

Me molestaba que insistiera tanto en ir a un lugar en el que no era bienvenida, pero al mismo tiempo comprendía que tal vez necesitara este cierre para despedirse de esa parte de su vida.

El problema era que ahora yo estaba nervioso por ella. Ni siquiera podría estar pendiente de su estado, porque tampoco sabía dónde diablos se encontraba.

Bajamos del autobús cuando el sol estaba cayendo, el director nos dio la bienvenida, saludó al entrenador y nos guio hacia la cancha exterior. A medida que nos acercábamos, el sonido de las conversaciones y los cantos de las porristas del equipo local era cada vez más fuerte.

Rodeamos el edificio principal y fuimos directo hacia las canchas. Hacía frío y el cambio de temperatura que se dio en cuanto bajamos del autobús nos mantenía unidos para mantener el calor. Las porristas se abrazaban entre ellas y temblaban, los chicos del equipo frotaban sus brazos y algunos miembros de la orquesta se iban abrochando los abrigos. Chris, delante de mí, se subió el cierre hasta el cuello.

En las gradas ya habían varias personas ubicadas, pese a la hora temprana, y en la cancha ya estaba el equipo rival entrando en calor. Nos indicaron nuestra zona y los chicos de la orquesta comenzaron a acomodar sus instrumento mientras las porristas se estiraban cerca de nosotros.

—Ya vienen.

Christopher, uno de los defensores, me tocó el brazo y señaló con la cabeza hacia la otra mitad de la cancha. El entrenador del equipo contrario se acercaba a nosotros con otros dos jugadores detrás de él. Nuestro entrenador fue hacia ellos y nosotros lo seguimos.

Vi por el rabillo del ojo como iban llegando las personas de a poco y se acomodaban en las gradas. Los chicos de la orquesta del equipo local ya estaban practicando sus canciones y las porristas entraban en calor. Me pareció escuchar a una chica gritar "¡Ya están aquí!" a sus amigos.

El entrenador del equipo contrario era joven y alto. Tenía su cabello metido dentro de una gorra y cuando llegó a nosotros le dio un apretón de manos potente a nuestro entrenador. El señor Lee respondió al saludo con entusiasmo antes de darle una palmada en el hombro.

—Un gusto finalmente conocerte —le dijo el otro hombre—. Soy el entrenador Rivera. Este es mi primer año con los chicos y me alegra finalmente poder jugar con ustedes.

—Lo mismo digo. —El señor Lee pasó una mano por mi espalda, sonriente, y me empujó hacia adelanté—. Harrison, mi capitán. Y Lewis, el sub capitán.

Chistopher, quien estaba a mi lado, asintió como saludo.

Rivera nos estrechó la mano a ambos y procedió a presentar a los dos chicos que lo acompañaban.

—Supongo que ustedes ya los conocen. Bretton, West.

Los dos muchachos a su lado asintieron y se acercaron a saludar. Uno de ellos era enorme, de cabello y ojos oscuros. Él fue el primero en adelantarse, con una sonrisa igual de entusiasta que la de su entrenador. Era la primera vez que lo veía, por lo que suponía que debía de ser su primer año en el equipo.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now