19. Hombre suplicando

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De repente sentí calor, pero no supe si por la vergüenza de haber sido descubierta, los nervios por querer salir de esa situación ilesa, o por la contusión del golpe.

—¿Espiarlos? —Solté una risita nerviosa. La mano de Drake aún estaba en mi barbilla— Yo no estaba espiando a nadie. Justo acabo de llegar e iba a abrir la puerta. —Busqué su mirada para ver si me estaba creyendo. Él le alzaba las cejas. Una sonrisa amenazó con salir en su rostro—. ¿Quién es Eileen?

Drake bajó las cejas, para nada sorprendido con mi pregunta, y miró de reojo hacia su izquierda, desde donde Macy nos miraba disimuladamente.

—Me pregunto cuándo será el día en el que mis amigos aprenderán a mantener la boca cerrada.

Tanto Erik con Macy evitaron la mirada de Drake, hasta que la rubia levantó el brazo y examinó el reloj de su muñeca.

—¡Ay, mira la hora! Drake, tienes que entrenar. —Golpeó su espalda con la palma abierta lo suficientemente fuerte como para hacerlo enderezarse—. Vamos, vamos. No pierdas el tiempo.

Lo empujó hacía el pasillo que daba al gimnasio y él se dejó arrastrar, medio confundido. Entonces, recordé que yo tenía un mensaje para él.

—Aguarda. —Troté hasta ellos y me aferré al antebrazo de Drake. Tanto él como Macy dejaron de caminar un momento, así que aproveché para hablar—. La profesora de historia quiere que le preguntes a tu hermana si ella o su esposo tienen algo que nos pueda ayudar con la investigación del club.

Si antes se veía desorientado, ahora aún más. Tardó un momento en procesar lo que le dije, hasta que finalmente encontró su voz.

—Claro, seguro —dijo, para nada "seguro"—. Les preguntaré.

Macy le dio un empujón y eso lo hizo moverse. No hice ningún intento por retenerlo más tiempo, pese a que ni siquiera hubiera respondido mi pregunta. La rubia tenía razón: llegaría tarde a su entrenamiento.

Cuando me volteé para regresar al salón me encontré con Erik, aún en la puerta de entrada. Algo en mi cara le debió de advertir que yo tenía ganas de discutir, porque me dio la espalda y entró al salón lo más rápido que pudo. Yo seguí dando pasos largos y cerré la puerta detrás de mí.

—¡Erik! —Él me ignoró y fue a abrir uno de los armarios donde habíamos guardado los libros. Dejé los papeles que me había entregado la profesora de historia sobre la mesa más cercana—. ¿Por eso me odias? Crees que tengo novio y voy a lastimar a Drake.

El muchacho sacó algunos libros y comenzó a acomodarlos entre sus brazos. Con los ojos clavados en su espalda, me di cuenta de que él nunca llevaba puesto el saco del instituto, sino la camisa y, encima, el chaleco de lana.

—No, yo no te odio —me corrigió. Extendió su brazo libre y examinó la tapa verde de uno de los libros. A contraluz era difícil leer su título—. Simplemente no me caes. En primer lugar, —dejó caer los libros sobre la mesa más cercana a la puerta, donde estaba yo. No me moví ni un centímetro, incluso cuando el golpe sonó frente a mí—. Porque dejas que mi amigo se ilusione. Segundo, porque quisiste hacerte la lista en el restaurante de mis padres. Y tercero: —Me señaló con el dedo—. Odio tu cabello.

Me llevé una mano a la cabeza instintivamente para peinarme.

—A mí tampoco me gusta tu cabello, pero no por eso te voy a tratar mal. —Bajé las manos a la mesa una vez que pude comprobar que mi corona de trenzas seguía en su lugar—. Y yo no tengo novio, como te gusta andar diciendo por ahí.

—Menos mal —rodó los ojos.

Me aferré al borde de la mesa.

—Lo que sucede entre Drake y yo es asunto nuestro. Compórtate como un amigo de verdad y apóyalo en lugar de criticarlo por todo lo que hace.

Cambio de corazónWhere stories live. Discover now