11. Los pantalones asesinos

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(ADVERTENCIA: Este cap es muuy largo. Más largo de lo que suelo hacer, así que prepárense un té, busquen un lugar cómodo y disfruten)

(Y dejen comentarios, que así me entretengo leyéndolos jska)


Ni siquiera supe cómo responder. Acababa de ser atrapada con las manos en la masa.

—No sé de qué estás hablando. —Esquivé su mirada y tragué saliva—. ¿Darle celos a...? Pff... ¿Cómo...?

—Haz como quieras. —Drake se apartó, se subió a su motocicleta y me tendió uno de los cascos—. No pienso ayudarte con ese plan autodestructivo, pero eso no significa que no vaya a sacarle provecho.

Acepté el casco y envolví mis brazos alrededor de éste, sin apartar la vista de él.

Por primera vez en mi vida estuve agradecida de ser una persona que no despertaba ni el más mínimo interés en nadie, porque me habría sentido muy avergonzada si alguna de las personas que comían a tan solo un par de metros de distancia hubiera mostrado interés en escuchar nuestra conversación.

—¿Qué provecho le podrías sacar tú a algo como esto?

—No lo sé. —Miró al cielo nocturno—. Tal vez el tiempo que paso contigo, o el hecho de hacer rabiar a alguien que no me cae bien.

Suspiré.

—Ni siquiera conoces bien a Dylan como para decir que te cae mal.

—Te dejó. —Se colocó el casco y levantó el visor—. Eso es todo lo que necesito saber.

Después de eso, tuvimos un corto viaje hasta casa en el que casi no intercambiamos palabras. Supuse que por el cansancio, ninguno de los dos tenía tanta energía como para sacar un tema de conversación y mantenerlo a base de gritos para hacerse oír por encima del motor y el viento. Así que simplemente lo abracé para sostenerme y me limité a admirar el paisaje.

Cuando llegamos, él me dejó en la puerta de mi casa, como siempre que me recogía en su motocicleta. Se despidió con un "te veo mañana" al que yo respondí con un "espero que no", porque no tenía intención de verlo de lunes a viernes y, además, los fines de semana.

Entré, encendí las luces y llamé a papá, pero él no respondió. Las cosas estaban tal y como las había dejado, así que supuse que aún no había llegado de la cena con sus compañeros de trabajo.

—¿Qué tanto tiene que chismear un grupo de viejos? —protesté.

Subí las escaleras hasta mi cuarto, me coloqué el pijama y comencé a deshacer mis trenzas mientras pensaba en lo que Drake me había contado sobre su hermana. Fue una historia tan entretenida como inverosímil. Y, sin embargo, no dudaba de su palabra.

A simple vista, su familia se veía de lo más ordinaria. Jamás me habría esperado que tuvieran ese tipo de conflictos.

Me pregunté si tal vez Drake también estuviera pasando la misma suerte que su hermana mayor. Sus padres no se habían visto muy contentos en la cena con la carrera que él pensaba seguir.

Me preocupaba que le estuvieran imponiendo algún tipo de prohibición.

Dejé el peine en mi cama y atrapé el teléfono para enviarle un mensaje corto.

Sophie: ¿A qué te quieres dedicar cuando acabemos la secundaria?

La respuesta no se hizo esperar.

Drake: Adivina.

Sophie: Bailarín de caño.

Drake: Cerca.

Cambio de corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora