El teorema Katherine - John Green

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▪ A la mañana siguiente de que se graduara en el instituto y por decimonovena vez lo dejara una chica llamada Katherine, el famoso niño prodigio Colin Singleton se dio un baño.

▪ Le decía «te quiero» como si fuera un secreto, y un secreto importantísimo.

▪ Los prodigios aprenden, pero los genios hacen.

▪ Había salido con diecinueve chicas. Y todas ellas se llamaban Katherine. Y todas ellas —todas y cada una de ellas— lo habían dejado.

▪ Pensó en Demócrito: «Todos los hombres culpan a la naturaleza y al destino, pero su destino es sobre todo el eco de su carácter y de sus pasiones, sus errores y sus debilidades».

▪ Aquella sonrisa podía acabar con guerras y curar el cáncer.

▪ —¿Qué pasa? ¿Te da miedo decirlo?
—Te quiero.

▪ —Colin, quizá el problema somos nosotros.
—Oh, mierda.

▪ —Te quiero mucho y solo quiero que me quieras como yo te quiero —dijo lo más bajito que pudo.

▪ Y, por supuesto, el momento Eureka llegó cuando empezó a aceptar que nunca llegaría.

▪ «Nos guste o no, los viajes tienen un destino»

▪ Ni siquiera sé de qué depende que una tía sea fea o guapa...

▪ Su relación de tres minutos fue el fenómeno en sí en su más pura esencia. Fue el inmutable tango entre el dejador y el dejado: llegar, ver, conquistar y volver a casa.

▪La verdad es que son una fortaleza misteriosa e inescrutable.

▪ Quería prolongar el momento antes del momento, porque, por placentero que sea besar, nada es tan placentero como esperarlo.

▪ Echaba de menos sus infinitos.

▪ No lo hagas, tío. Estás quitándole la argolla a una granada. Estás empapado de gasolina y el teléfono es una cerilla encendida.

▪ —En la geometría no hay historias de amor —le contestó Lindsey.
—Espera y verás.

▪ Luego oyó la nada y se acabó. Se tumbó en la tierra seca y rojiza, y dejó que las altas hierbas lo engulleran hasta hacerlo invisible.

▪ Los libros son el no va más de los dejados. Los dejas y te esperan toda la vida; les prestas atención y siempre te corresponden.

▪ en este mundo hay gente a la que quieres cada vez más pase lo que pase.

▪ A ella le gustas, así que, si me gustas a mí, le gustaré a ella. —Colin la miraba confuso—. Insuficiente en álgebra, sobresaliente en ser guay.

▪ Creía que todo podía expresarse con números, que... las matemáticas podían abrir el mundo. Es decir, todo.
—¿Qué? ¿También el amor?

▪ —... Ajjjufffaaah. Uffffff. Uau. Uau. Es como pegarle un morreo a un dragón

▪ —¿Te has preguntado alguna vez si a la gente le gustarías más o menos si pudieran verte por dentro?

▪ Colin se quedó un rato escuchando el viento entre los árboles y viendo desplazarse las nubes, y dejó que su mente divagara. Su mente fue a parar a un lugar previsible, y la echó de menos.

▪ Una gráfica perfecta para una historia de amor de cuarto de primaria.

▪ —Es gracioso lo que la gente está dispuesta a hacer para que la recuerden.
—Bueno, o para que la olviden, porque algún día nadie sabrá a quién enterraron realmente allí.

▪ Uno los puntos, y de ahí sale una historia. Y los puntos que no encajan en la historia se quedan fuera. Como cuando buscas una constelación. Miras al cielo y no ves todas las estrellas. Todas las estrellas solo parecen el puto caos aleatorio que son. Pero quieres ver formas, quieres ver historias, así que las eliges en el cielo.

▪ dijo que ella era el agua, y yo era las rocas, y que lo único que íbamos a conseguir era chocar uno contra el otro hasta que no quedara nada de ninguno de los dos...

▪ Se besaron una vez más en la puerta —un beso tan bueno como auguraba su sonrisa— y luego entraron a hurtadillas en la casa para dormir unas horas.

▪ El futuro infinito hace imposible que estas cosas importen.

▪ Colin sintió en la piel su conexión con todas las personas que estaban en el coche y con todas las que no lo estaban. Y sintió que no era único, en el mejor sentido posible.

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