The 5th Wave (La quinta ola) - Rick Yancey

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▪ Eso suena a locura. ¿Me he vuelto loca? ¿He perdido la cabeza? Solo podemos saber que alguien está loco si hay un cuerdo con quien compararlo. Como el bien y el mal: si todo fuera bueno, nada sería bueno.

▪ Locura: la nueva normalidad

▪ No lograba entender por qué la gente se había llevado las cervezas, los refrescos, el dinero de las cajas y los rollos de billetes de lotería y, sin embargo, había dejado allí los dos palés cargados de agua potable. ¿En qué estaban pensando? ¿«¡Es el Apocalipsis alienígena! ¡Corre, coge las cervezas!»

▪ Hace mucho tiempo que los humanos no son presas, puede que unos cien mil años. Sin embargo, en lo más profundo de nuestros genes permanece el recuerdo: la gacela siempre alerta, el instinto del antílope. El viento que susurra entre la hierba. Una sombra que se mueve entre los árboles. Entonces aparece la vocecita que dice: «Shh, está cerca. Muy cerca»

▪ De todos modos, el M16 era como mi amigo del alma. Siempre a mi lado, incluso de noche, metido en el saco de dormir conmigo, fiel y leal. En la cuarta ola no puedes confiar en que la gente siga siendo gente, pero sí en que tu arma siga siendo tu arma.

▪ La primera regla para sobrevivir a la cuarta ola es no confiar en nadie, sea cual sea su aspecto.

▪ ¿Cómo se limpia la Tierra de humanos? Arrebatándoles su humanidad

▪ lo más espeluznante, decía, es el silencio.

▪ A veces, cuando estoy en mi tienda, por la noche, me parece oír a las estrellas arañar el cielo. Tanto silencio hay.

▪ Alguien chilló en la parte de atrás del aula. Típico, da igual a qué hora del día suceda: si se van las luces, alguien grita como si el edificio se derrumbara.

▪ El silencio de un anochecer de verano cayó con él. Un silencio que me martilleaba en los oídos.

▪ Porque, si soy la última, significa que yo soy la humanidad.
Y si esta es la última guerra de la humanidad, yo soy el campo de batalla.

▪ Morir no es muy distinto, no parece que te vaya a ocurrir a ti... hasta que te ocurre

▪ Por la noche, la luz del fuego tiñe el humo de un intenso color carmesí, como si el mismo aire sangrara.

▪ No sé cómo, pero sé que no volveré a ver a Chris. No regresará y, si lo hace, no me daré cuenta. No nos despedimos, ya nadie se despide. La palabra «adiós» ha adquirido un significado completamente nuevo desde que el Gran Ojo Verde apareció en el cielo.

▪ Entonces, el humo la desgarra, la hace astillas, aplasta su cuerpo hasta reducirlo a la nada. La llamo. No verla es más cruel que verla.

▪ Solo estamos yo, el invasor de mi interior y los muertos -no solo mi familia, sino todos los muertos, todos, aunque sean miles de millones-, que tratan de alcanzarme mientras huyo. Alcanzar. Huir. Y se me ocurre que no hay mucha diferencia entre nosotros, los vivos, y los muertos; es solo cuestión de tiempo verbal: muertos pasados y muertos futuros.

▪ -Todos estamos muertos, hijo, solo que algunos lo están un poco más que otros.

▪ una soñando con la vida que le había sido arrebatada, el otro pensando en la vida que arrebataría. La chica que dormía y el eliminador, intentando obligarse a eliminarla.

▪ Rematar a Cassie. No a Cassie de Cassandra. Ni a Cassie de Cassidy. A Cassie de Casiopea, la chica del bosque que dormía con un osito de peluche en una mano y un fusil en la otra.

▪ La crueldad no es un rasgo de la personalidad. La crueldad es un hábito.

▪ Te dije que lo haría pasara lo que pasara, pero eres demasiado pequeño para comprender que hay mentiras de muchas clases. Están las mentiras que sabes que lo son; las mentiras que no sabes y que eres consciente de no saber; y las mentiras que crees que no lo son, cuando, en realidad, no es así. Hacer una promesa en medio de una operación encubierta alienígena entra dentro de la última categoría. Lo siento, ¡lo siento mucho!»

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