Hopeless - Colleen Hoover

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◆ Algunos padres te dan la vida.

Algunos te enseñan a vivirla.

◆ Me gustaría pensar que la mayoría de las decisiones que he tomado a lo largo de mis diecisiete años de vida han sido sabias. Espero que la sabiduría se mida por peso, y que las pocas decisiones desacertadas pesen menos que las acertadas. Si es así, mañana tendré que tomar un montón de decisiones sabias, porque dejar que Grayson se cuele por la ventana de mi habitación por tercera vez en un mes inclina mucho la balanza hacia el lado de los desaciertos.

◆ He sustituido mi falta de acceso a la realidad por libros, pero no puede ser saludable vivir siempre en una fantasía en la que todos son felices y comen perdices.

◆ Estaba convencida de que solo los personajes de los libros actuaban de esta manera, pero estoy viendo con mis propios ojos que los idiotas existen en la realidad.

◆ —¿Te gusta leer? —pregunto señalando el libro que sobresale de ella.

No es un libro de texto. Es un libro de verdad, algo que creía desaparecido en esta generación de maníacos de internet. Lo cojo y me siento frente a él.

—¿De qué género es? Y, por favor, no me respondas que de ciencia ficción.

Él apoya la espalda en el respaldo de la silla y sonríe como si acabara de ganar algo. Bueno, quizá lo haya hecho. Estoy aquí sentada, ¿verdad?

—¿Qué importancia tiene el género si el libro es bueno? -replica.

◆ Baja la mano y me fijo en que lleva las uñas pintadas de negro.

Déjatelas negras, combinan con el color de tu corazón.

◆ ¿Acaba de hacerle ojitos? Sí, acaba de hacerle ojitos. Sinceramente, pensaba que estas cosas solo sucedían en los dibujos animados.

◆ —Es una lástima que semejante cuerpo no venga acompañado de un cerebro

◆ Me da envidia que ella pueda tocarle la mano. Quiero coger un número y ponerme a la cola.

◆ Tiene toda la razón. No se me da nada bien hacer regalos, sobre todo porque odio recibirlos. Es casi tan raro como ver llorar a alguien. Doy la vuelta a la caja, despego la solapa y la abro. Retiro el papel de seda y un teléfono móvil cae en mi mano.

—Six... -empiezo a decir —. Sabes que no puedo...

—Cállate. No me iré a la otra punta del mundo sin tener un modo de comunicarme contigo.

◆ —Es una excusa barata que odie el instituto?

—No. Lo es que permitas que una mala racha determine el resto de tu vida.

◆ soy la única responsable del rumbo que toma mi vida.

◆ En silencio, pienso sobre el chico desesperanzado que, de algún modo, ha llegado a ser el protagonista de mis pensamientos y no consigo borrar de la mente.

◆ Te he dado muchísimas oportunidades para que me preguntes lo que quieras, pero, por alguna razón prefieres creer todo lo que oyes por ahí, aunque no sea yo quien te lo haya dicho.

◆ Pensaré en todas las noches que hemos pasado comiendo helado, viendo películas y hablando de chicos. Pero, sobre todo, pensaré en ti, y en todos los motivos por los que te quiero.

◆ «Así es la vida, Six. No puedes enfadarte por un final real. Algunos finales son tristes. Tendrías que cabrearte por los finales felices».

Nunca lo olvidaré, porque tenías razón. Y sé que no intentabas darme una lección, pero lo hiciste. No todo me saldrá como yo quiero, y no todo el mundo tiene un final feliz. En la vida real hay momentos tristes, y hay que aprender a sobrellevarlos. Lo aceptaré con una dosis de tu indiferencia, y seguiré adelante.

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