Obsidian - Jennifer L. Armentrout

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◆ - Nunca vuelvas a llamarme así - le espeté.

- Es mejor que llarmarle <<tarado>> a alguien, ¿no? - Salió por la puerta - Qué visita tan estimulante. La recordaré mucho tiempo.

Aquello ya era suficiente.

- ¿Sabes qué? Tienes toda la razón. Mira que llamarte tarado...Esa es una palabra que no te define bien - le dije sonriendo - <<gilipollas>> te pega más.

- Conque <<gilipollas>>, ¿eh? - repitió - Eres un encanto.

Levanté el dedo corazón.

◆ Eran más de la una, pero parecía que Daemon acabara de levantarse. Llevaba los tejanos arrugados y el pelo enmarañado. Hablaba con alguien por teléfono mientras se pasaba la mano por la mandíbula.

- ¿Tu hermano no tiene camisetas o qué? - le pregunté mientras cogía la pala.

- Me temo que no. No las lleva ni en invierno. Siempre va por ahí medio desnudo - refunfuñó - Es bastante incómodo tener que verlo así todo el día, enseñando tanta...carne ¡Qué grima!

A ella le daría grima, pero a mí...me alteraba bastante. Me puse a cavar hoyos en lugares estratégicos mientras notaba que se me secaba la garganta. Tenia una cara perfecta, un cuerpo de ensueño y una mala leche espectacular. Las tres reglas de oro de cualquier tío macizo, vaya.

◆ - Tienes una cabecita bastante sucia, gatita.

Pestañeé. <<Disimula, Katy, disimula>>

- ¿Qué has dicho?

- Que tienes la cabeza sucia - repitió en voz baja. Sabía que Dee no podía oírle -, llena de tierra. ¿Qué creías que quería decir?

- Nada -...Tener a Daemon tan cerca no me reconfortaba en absoluto - Es normal ensuciarse cuando plantas.

Los labios le temblaron un instante.

- Hay muchas maneras de ensuciarse. Aunque no tengo la intención de mostrártelas.

◆ - Me da a mí que te has mojado tú más que el coche. Nunca pensé que lavar un coche pudiera ser tan complicado pero, después de observarte durante los últimos quince minutos, creo que deberían convertirlo en deporte olímpico.

- ¿Estabas observándome? - Qué grima. Y qué morbo. ¡No! de morboso, nada.


- Pues sí ¿Y tú siempre te quedas mirando a los tíos cuando llamas a su puerta para preguntar por una dirección?

- ¿Siempre abres la puerta medio desnudo?

- Pues sí. Y no has respondido a mi pregunta. ¿Siempre pegas esos repasos?

Las mejillas me ardían.

◆ - Hasta mañana a medio día, gatita.

- Te odio - resoplé.

- El sentimiento es mutuo - Me miró por encima del hombro - Me juego veinte pavos a que llevas bañador y no biquini.

Era insufrible.

◆ - ¿Que no confía en mi? ¿Y qué tiene que confiarme, tu virtud?

Se le escapó otra carcajada y tardó unos momentos en poder contestar.

- Pues claro; no le gustan las chicas guapas que están coladitas por mi.

- ¿Qué? - ... - Estás de broma, ¿no?

- ¿A qué parte te refieres? - preguntó-

- ¡A todas!

- Venga ya. No me digas que no sabes que eres guapa. ¿No te lo ha dicho ningún chico antes?

◆ - Creo que estás condenada a estar conmigo un rato más.

- Seguro que parezco un gato remojado.

- Estás bien. La lluvia te favorece.

Fruncí el ceño.

- Ya me estás mintiendo otra vez.

Sentí que su cuerpo se movía junto al mío y, sin mediar palabra, me rozó la barbilla con los dedos y me atrajo hacia él. En sus labios se dibujó una sonrisa torcida.

- No te miento; te lo dijo en serio.

◆ Sin quitarme los ojos de encima, acercó aún más su pupitre.

- ¿Sabes una cosa?

- ¿Qué?

- Que he entrado en tu blog.

Ay, Dios. ¿Cómo lo había encontrado? Un momento; la pregunta que debía hacerme era la siguiente: ¿por qué lo había encontrado? Mi blog no podía buscarse a través de Google...Estaba flipando en colores.

- Ya estás acosándome otra vez, ¿no? ¿Tengo que llamar a la poli para que te ponga una orden de alejamiento?

- Ni en sueños, gatita - Sonrió - Ah, espera, que ya salgo en ellos, ¿verdad?

Puse los ojos en blanco.

- Más bien apareces en mis pesadillas, Daemon.

◆ - ¿Me estás preguntando si me atraen las humanas? - dijo. El pelo le caía hacia delante en ondas. Unas gotitas de agua le recorrían los mechones y acababan salpicándome la mejilla - ¿O si eres tú la que me atrae?

Con las manos apoyadas en la roca, fue acercándose a mí lentamente. Muy pronto nos separaban sólo unos milímetros...Sentía su respiración como si fuera la mía, y cuando movió las caderas abrí los ojos y ahogué un grito.

Vaya que si funcionaba la cosa...Me despejó la duda de un plumazo.

◆ - ¿Lo estás pasando bien con...Ash?

- ¿Y tú con tu amiguito el pulpo?

Me mordí el larbio.

- Qué simpático eres, como siempre.

...

- Estás...muy guapa, por cierto. Demasiado guapa para estar con ese idiota.

Me sonrojé y bajé la vista.

- ¿Te has tomado algo?

- Pues no, la verdad. ¿Por qué me lo preguntas, si puede saberse?

- Porque nunca me dices nada agradable.

- Touché.


- Recuérdame...que no te haga enfadar nunca más ¡La leche! ¿Eres agente secreto en tus ratos libres?

... Me recorrió la espalda con sus brazos y hundió una mano en los rizos que se me habían soltado del moño.

- No me has hecho caso - susurró contra mi hombro.

- Nunca te hago caso.

◆ - Seguro que hasta sueñas conmigo - Bajó la vista hacia mis labios y sentí que se despegaban - Seguro que escribes mi nombre en tus libretas, una y otra vez, rodeado por un corazoncito.

Me reí.

- En tus sueños, Daemon. Eres la última persona a la que...

Daemon me besó

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