Los juegos del hambre - Suzanne Collins

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▪ Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la basta funda de lona del colchón.

▪ Incluso en casa, donde soy menos simpática, evito entrar en temas espinosos, como la cosecha, los racionamientos de comida o los Juegos del Hambre.

▪ Antes de que nadie pudiese ver lo que había pasado, me metí los panes debajo de la camisa, me tapé bien con la chaqueta de cazador y me alejé corriendo. Aunque el calor del pan me quemaba la piel, los agarré con más fuerza, aferrándome a la vida.

▪ Fue como si la primavera hubiese llegado de la noche a la mañana: el aire era dulce y cálido, y había nubes esponjosas.

▪ Nuestras miradas se cruzaron durante un segundo; después, él volvió la cabeza. Yo bajé la vista, avergonzada, y entonces lo vi: el primer diente de león del año.

▪ Me ofrece la insignia circular de oro que antes le adornaba el vestido. Aunque no le había prestado mucha atención hasta el momento, veo que es un pajarito en pleno vuelo.

▪ -¡No lo permitiré! ¡Sabes que no lo permitiré! Katniss, recuerda que te... -dice, y nos separan y cierran la puerta, y nunca sabré qué es lo que quiere que recuerde.

▪ «Mientras puedas encontrarte, no te morirás de hambre».

▪ Es como si hubiese pasado en otra vida, como un largo sueño que se va deteriorando hasta convertirse en pesadilla.

▪ -¿Quieres un consejo? Sigue viva -responde Haymitch.

▪ Me pregunto cómo será vivir en un mundo en el que la comida aparece con solo presionar un botón.

▪ Intentar saber cuándo somos supuestamente amigos y cuándo no me está volviendo loca.

▪ Digo que es mi amigo, aunque, en el último año, parece una palabra demasiado suave para explicar lo que Gale significa para mí. Noto una punzada en el pecho; ojalá estuviera conmigo...

▪ para que haya traición, debe haber primero confianza.

▪ si ella es capaz de hacerlo, yo también.

▪ -¡Es que no quiero que me conozcan! ¡Ya me están quitando el futuro! ¡No pueden llevarse también lo que me importaba en el pasado!

▪ Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.

▪ -Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso.
-¿Por qué no? -pregunta Caesar, perplejo.
-Porque... -empieza a balbucear Peeta, ruborizándose-. Porque... ella está aquí conmigo.

▪ Eras tan romántica como un trozo de roca hasta que él dijo que te quería.

▪ No dejo de preguntarme qué pasará mañana, aunque no sirve de nada, claro.

▪ Pero desearía poder encontrar una forma de... de demostrarle al Capitolio que no le pertenezco, que soy algo más que una pieza de sus juegos.

▪ Me acurruco en el saco de dormir y me agarro a la botella de agua como si me fuera la vida en ello, ya que, de hecho, así es.

▪ El miedo me da energía renovada.

▪ Lo que te consigue ayuda no es la lástima, sino la admiración cuando te niegas a rendirte.

▪ Destruir cosas es mucho más fácil que construirlas.

▪ En nuestro mundo, la música está al mismo nivel que los lazos para el pelo y los arco iris, en cuanto a utilidad se refiere. Al menos los arco iris te dan una pista sobre el clima-.

▪ Este sol te protege y te da calor,
las margaritas te cuidan y te dan amor,
tus sueños son dulces y se harán realidad
y mi amor por ti aquí perdurará.

▪ -Primero, acércate un momento, que tengo que decirte una cosa. -Me inclino sobre él y acerco el oído bueno a sus labios, que me hacen cosquillas cuando me susurra-: Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras.

▪ Los amantes trágicos desesperados por volver juntos a casa..., dos corazones latiendo al ritmo de uno..., romance.

▪ Cuéntame el día más feliz que puedas recordar.

▪ Es el primer beso que de verdad hace que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Es el primer beso que me hace desear un segundo.

▪ Y yo respondí: «¿Un minero? ¿Por qué quería un minero si te tenía a ti?». Y él respondió: «Porque cuando él canta... hasta los pájaros se detienen a escuchar».

▪ -Lo recuerdo todo sobre ti -responde él, poniéndome un mechón suelto detrás de la oreja-. Eras la única que no se daba cuenta.

▪ Después me escapo al mundo de los sueños con la tranquilidad que me dan el estómago lleno y la cálida presencia de Peeta a mi lado.

▪ «Al menos, seremos amigos», pienso. Nada cambiará el hecho de que aquí nos hemos salvado la vida el uno al otro y, además, siempre será el chico del pan.

▪ Estas flechas significan comida, seguridad y la vida misma.

▪ fue amor a primera vista desde los... ¿cinco años? -pregunta.
-Desde el momento en que la vi.

▪ Por el rabillo del ojo veo que Peeta me ofrece la mano y lo miro, vacilante.
-¿Una última vez? ¿Para la audiencia? -me dice, no en tono enfadado, sino hueco, lo que es mucho peor.
El chico del pan empieza a alejarse de mí.
Lo cojo de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo marchar.

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