CAPITULO XII - Secreto.

14.1K 1.5K 200
                                    

Los tres primeros días como Proguer habían transcurrido con normalidad. Por desgracia, había tenido que ir al centro de la ciudad para comprarme vestimenta "adecuada", según Ámirov, y Leonard no dejaba de reírse al ver mi expresión de hartazgo ya que no tenía ganas de estar probándome prendas o zapatos como si fuera un maniquí humano. El lado bueno era que, dentro de la casa, si no habían extraños, no tenía por qué utilizar estrafalarios atuendos.

Ámirov se ausentaba por muchas horas al estar constantemente envuelto en proyectos e ideas para su trabajo por lo que, el día transcurría pacíficamente, sólo Libra y yo, haciendo diferentes tareas aunque no me lo pidieran. No me molestaba encargarme de las compras o la comida con tal de no morir debido al hastío de no hacer nada.

Respecto a Sylvia, no la había vuelto a ver. Cuando le pregunté por ella a Ámirov, me dijo que venía "de vez en cuando" pero que no tenía un día y horario específico para visitarlo.

A medida que transcurrían los días, me preguntaba cómo rayos haría para librarme del sistema Proguer si no era capaz de comportarme como una maleducada al no tener instrucciones que seguir. Con aquel pacto, sin ser consciente de las consecuencias, había rechazado todas las posibilidades de rebelarme en contra de Ámirov para forzarlo a regresarme al PG. Lo había arruinado sin darme cuenta de lo desesperada que estaba.

- Bien, aquí tienes -le di un trozo de galleta con chispas de chocolate a Libra-. ¿Qué te parece? - Pedí su opinión como si fuera a responderme.

Era temprano por la mañana, sábado, para ser exacta, y me encontraba en la cocina horneando galletas como solía hacer estando en mi casa. Era lo único que conservaba de mi antigua vida, por lo que, horneaba con bastante frecuencia.

Según Leonard, las mejores galletas eran las que tenían pasas de uvas. No disponía de un veredicto por parte de Ámirov porque siempre se encontraba trabajando y sólo una vez había tenido la oportunidad de verle almorzar, pero no había galletas en el menú.

Comencé a retirar las galletas de la placa metálica con una espátula y fui dejándolas sobre una rejilla para que se templaran y perdieran temperatura.

- Tendríamos que hacer helado en lugar de esto - pensé en voz alta, como si estuviera hablando con Libra. Otro hábito que no había perdido.

El helado no era una mala idea. Los días eran muy calurosos, sobretodo en las altas horas de la mañana. Teníamos la gran bendición de poseer aire acondicionado de modo que, al mediodía, con Libra nos atrincherábamos dentro de la casa y no salíamos ni por decreto.

Me sentía un poco culpable de vez en cuando. Yo me quedaba en la casa todo el día y, si bien hacía todo lo posible para no malgastar el tiempo y contribuir en algo, sentía que no era de utilidad. Ámirov se pasaba todo el día fuera y me preguntaba si no se sentía agotado. No pretendía preocuparme por él, pero, el sujeto no parecía ser malo. Sin ir más lejos, había sido extremadamente permisivo conmigo cuando todos mis derechos estaban en la palma de su mano.

Dejé la placa de las galletas en el lavavajillas, abrí una de las alacenas, y comencé a buscar un poco de café para que ya quedase hecho en la cafetera. Buscaba pacientemente entre las empedernidas cajas de infusiones el tarro de café mas no lo encontraba. Parecía una aguja en un pajar; no sabía si Ámirov era fanático del té y sus propiedades o qué, pero tenía como ochocientas cajas de infusiones diferentes y el pobre café se sentía perdido y excluido.

Estiré mi mano por lo alto y comencé a tantear entre las pequeñas cajas, en búsqueda del preciado tarro de vidrio.

- No entiendo por qué tantas cajas -mascullé-. ¿No puede ser menos complicados?

2033Where stories live. Discover now