CAPITULO XXXV - Te Extraño.

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- ¡Vamos, Paix! -exclamó Mirlos-. ¡No puedo creer que eso sea lo mejor que tienes!

Octubre había llegado y los días frescos y ventosos por fin habían aparecido. La gran mayoría de los árboles se encontraban luciendo sus colores más vivaces y cálidos; mezclas de amarillos, naranjas, marrones y rojos pigmentaban todo el sector, dado que nadie se encargaba de podar los árboles como solía ocurrir antes, con el propósito de mantener la "prolijidad" del vecindario. 

Personalmente, me gustaba más así: con hojas por doquier. Podían llegar a ser muy útiles como proyectiles, y tanto Mirlos como yo lo habíamos notado:

Le lancé otro montón de hojas y algunas de ellas se colaron por el cuello de su abrigo.

- ¡Hey! -chilló, sacudiéndose de un lado a otro. Partí a reír, contemplando divertida cómo trataba de quitarse los restos de hojas-. Oh, ya verás...

A modo de contraataque, tomó un gran pelotón de hojas del suelo y comenzó a perseguirme a través del jardín de la casa mientras yo corría frenéticamente.

Lo que ahora era una guerra de hojas, había comenzado con la inocente intención de limpiar el jardín ya que parecía estar cubierto por una alfombra naranja.

Los días en casa de Mirlos transcurrían rápido en su mayoría, pero, algunas veces, tenía que poner excusas tontas a por qué no disponía de ánimos como para salir, o por qué comenzaba a llorar de forma repentina, como de la nada.

El verdadero motivo, la razón por la cual algunos de mis días eran más grises que otros, era que no tenía noticia alguna de Ámirov. No sabía nada de él, Sylvia, Leonard... nadie. Aquellos días dudaba incluso de su asistencia a aquel viaje y me preguntaba si no era posible que se encontrase de vacaciones con la empresaria aristócrata, que se hubiera desecho de mía una vez lo descubrí con ella mediante una patética historia que no me hiciera reprocharle nada... que no me hiciera hablar en su contra, por ejemplo, sobre el pacto ilegal que habíamos hecho.

Deseaba que no fuera así. Pero ahí estaba yo, en el PG, sin noticia alguna de él.

Muchas veces aprovechaba las reuniones que Mirlos tenía con <<sus fuentes>> y me quedaba en mi cama echa un ovillo junto a Libra, contemplando el cielo a través de la ventana. Se había convertido en mi nuevo pasatiempo cada vez que la angustia me visitaba y yo la dejaba quedarse por un rato. No era como si no supiera que no podría pasarme toda la vida así, pero tampoco disponía de mucho por hacer en un ambiente desolado en el cual la seguridad escaseaba conforme los soldados empezaban a realizar menos rondas de guardia.

Haciendo eso a un lado, la creatividad de Mirlos y sus inventos siempre lograban acaparar mi atención. No existía una rutina que seguir sino que él se caracterizaba por ser más espontáneo y buscar algo nuevo que hacer todos los días, sin planes. Me había enseñado incluso a colocar una antena en el techo –otra más para su colección-. También hubo una ocasión en la que fuimos de expedición a un bosque pequeño con el propósito de enseñarme algo de "supervivencia básica", el cual tenía un lago para poder pescar, ya que –según él– allí los residuos tóxicos de las empresas no habían llegado.

La vida no era tan mala, pero... imposible afirmarlo cuando conocía en carne propia qué tan mejor podía llegar a ser.

- ¡Aquí tienes! -Mirlos me arrojó la pila de hojas por encima de mi cabeza-. ¡Pero si pareces una ninfa del bosque! -se burló en medio de carcajadas.

Libra comenzó a saltar en dos de sus patas mientras ladraba y contemplaba la acción desde una distancia segura. Su pelaje en la zona de la operación había crecido casi por completo y no habían rastros de su intervención, por fortuna.

2033Where stories live. Discover now