CAPITULO XVII - Canninés

10.2K 1.4K 63
                                    

- Veamos... -Tomé un poco de frosting para los cupcakes con un dedo y degusté el resultado-. Hmm... Creo que así está bien.

Parecía una loca hablando sola, o conmigo misma, pero Libra no estaba en la cocina y Ámirov yacía en el misterioso lado derecho. Parecía mentira que en todo un mes no hubiera podido poner un pie en esa parte de la mansión. Despertaba mi curiosidad.

La tarde ya había caído y decidí expresar mi gratitud hacia Ámirov por haberme ayudado con el incidente en la piscina, y no haber exiliado a Libra, mediante unos cupcakes de chocolate y frutilla. Según él, eran sus favoritos; le habían gustado más que las galletas con pasas de uva que Leonard tanto adoraba, o las favoritas de Sylvia: chispas de chocolate.

Cubrí los doce cupcakes y llevé seis de ellos a la nevera. No se terminaría los doce en un día. Cerré el refrigerador y me fijé en la hora: eran las seis. Sabía por mi corta estadía que Ámirov no bajaría hasta que el destino así lo dispusiera.

Entonces dejé mis brazos en jarra y contemplé los cupcakes.

No merecen ser ignorados, pensé al ladear mi cabeza.

En ese momento, se me ocurrió algo. 

Me trasladé hasta uno de los cajones por debajo de la mesada y tomé un rollo de papel de embalaje. En un par de minutos, tenía una pequeña caja improvisada ya terminada para los seis cupcakes. Era pan comido; hacía cajas como esas a diario en el PG puesto que no existían tiendas donde comprar empaques.

Ubiqué cada uno en su lugar hasta completar los seis, tapé la caja, y sobre la tapa escribí: "De Libra, para Ámirov. Gracias por no echarme."

Sonreí cuando escribí la última parte y me puse en marcha.

No podía llevar mi... digo, el presente de Libra al lado derecho, por lo que subí las escaleras, doblé hacia la derecha y me frené allí mismo. No continué por el pasillo sino que dejé el presente al final de éste, sobre el suelo.

Espero que lo noté y no lo aplaste.

Una vez regresé a mi habitación, me dejé caer sobre mi cama y di un hondo respiro. Sin intención alguna, mi mente se transportó al percance sufrido en la piscina y el miedo que había experimentado. Sí que tenía que aprender a nadar con un peligro inminente como lo era ese océano falso en el jardín.

La sucesión de imágenes continuó hasta que se detuvo en el rostro de Ámirov, cuando yo había notado que Libra podía estar sufriendo y me acercó a él. Acordarme de aquella sensación me estremeció; cuando se había acercado a mi rostro, estando tan cerca de mis labios... Por un santiamén me permití ser estúpida al creer que iba a besarme. Al repensarlo me reí de mí misma; era patético tener esperanzas depositadas en algo así.

Llamaron a mi puerta y me sobresalté en el acto.

Imposible que, justo cuando me encontraba recordando algo tan vergonzoso, él se apareciera frente a mi puerta. Lo peor era saber que no había nadie más en la casa, por lo que, cruzar los dedos para que se tratase de una persona diferente era ridículo.

Arrastré mis pasos hasta la puerta y..."sorpresa": Ámirov.

<<Yey...>>

Me di cuenta de que tendría que haber esperado tan solo unos minutos en el piso de abajo para poder encontrármelo, puesto que él sostenía el paquete de cupcakes en sus manos, lo que significaba que había estado a punto de bajar las escaleras y se topó con ellos.

- Uh, hola. Yo... vine a agradecerle a Libra por... los cupcakes, ya sabes -se encogió de hombros.

Le di un vistazo general a la habitación para luego volver a mirarle.

- Pues, como habrás visto, ella no está aquí. Se encuentra en el jardín, holgazaneando.

Ámirov elevó las comisuras de sus labios apenas por encima de su eje.

- ¿Le dejarías un mensaje? -Preguntó y asentí-. Bien. Entonces... dile... dile que me sorprende que sepa cual es mi gusto de cupcakes favorito, es decir, yo no hablo canninés por lo que, no sé como ella lo supo -insinuó. Simplemente sonreí-. Y también dile: "Gracias por haberte tomado la molestia."

- No es molestia... Quiero decir, ella adora la comida -me autocorregí.

Ámirov asintió ameno.

- ¿Hace mucho que cocinas? -preguntó directamente.

Deposité mi mirada en la moqueta del suelo.

Mi madre me había enseñado todo lo que sabía acerca de repostería, y eran precisamente los recuerdos en los que aparecía mi madre los que más feliz me hacían. Y más triste, sintiendo su ausencia, deseando entonces poder olvidarme de ellos. No tenía mucha apetencia como para hablar sobre ella porque la extrañaba demasiado.

- Cuatro años... -suspiré, pero todo quedó en suspenso y no añadí nada más, arrepentida de haber desencadenado un sin fin de memorias dolorosas.

- ¿Cuatro años...? - Ámirov me dio un empujoncito para no quedarme callada.

- Tenía cuando hice mis primeras galletas -recordé. No lo olvidaba: jengibre. Eran galletas navideñas y con Kassya habíamos tenido una pelea en la cual nos disputábamos la manga que contenía el glaseado color rosa.

- Vaya -Ámirov pareció estar sorprendido-. Ahora que sea adicto a estas cosas cobra sentido.

Sonreí levemente viendo al piso, feliz de saber que apreciaba mi trabajo. Estando en el PG me ocurría lo mismo: amaba la sensación de producir una migaja de felicidad en medio de tanta tristeza y miseria.

- Sí -expresé. Hice una mueca desganada-. He tenido que perfeccionar la técnica.

- ¿Tenido? -arqueó una ceja-. ¿Intoxicaste a alguien o qué?

Ámirov bromeaba al respecto pero, yo, por mi parte..., por dentro estaba destrozada. Muchas heridas en carne viva, muchas por cicatrizar... demasiadas heridas en muy poco tiempo.

Él no tenía la culpa. No sabía nada acerca de lo de mi mamá y su huida, no entendía lo que significaba vivir en el PG, no comprendía lo humillante de ser vendido... el miedo de ser agredido, abusado... No había forma de que comprendiera mi estado anímico.

Hice una mueca y negué con pesadez. Cuando levanté mi mirada y me encontré con sus ojos, simplemente sentí la necesidad de contarle la verdad y no bromear al respecto.

- Así es, tuve -reafirmé-. Si no elaboraba cada producto a la perfección, no iba a tener clientes -expliqué-. Si no tenía clientes... pues, no había qué comer.

Ámirov frunció el ceño, y fue como decirme que no comprendía.

- En el PG vivía de esto -indiqué con mi mentón la caja-. Sé que aquí en A-City se mantienen las profesiones mediante el sistema educativo, pero, eso no sucede en el PG. Uno debe de apañarse por su cuenta -expresé, propinándole un golpecito a la altura del hombro.

- Y tu familia...

Apenas escuché la palabra "familia" superpuse mi habla:

- Sólo tenía a mi padre -me adelanté a decir, y tensé la mandíbula al nombrarlo. Familia... pff. No tenía familia–. Ya te conté acerca de su negocio y...

- Sí, descuida –acotó, agitando su cabeza.

Entonces, de la nada, dio un par de pasos e ingresó en la habitación.

Mi corazón se aceleró, nervioso por sobre todas las cosas, pero intrigado también.

Tratando de ocultar esas emociones, le seguí el rastro con la mirada pero sin noción de lo que quería hacer. Ámirov dejó sus seis cupcakes sobre la veladora junto a la cama y regresó hasta quedar frente a mí. Procuraba examinar cada acción en detalle, por si acaso, mas no comprendía qué pretendía.

- Sé que no me incumbe, pero... ¿y el resto? -cuestionó. Yo junté mis cejas, algo desorientada-. ¿El resto de tu familia?

Mi rostro se desdibujó automáticamente.


2033Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα