CAPITULO XXXVII - Libre.

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Tal vez no te agrade lo que vaya a decirte, pero...

Recordé con rabia y resentimiento sus palabras. Me sentía miserable, una completa ingenua. No comprendía cómo no se me había ocurrido antes. Después de un más de un mes sin vernos, sin hablarnos, sin escribirnos... era evidente que Ámirov había perdido cualquier clase de interés. Sentía que su patética carta era una invitación a ser su cordial amiga a la cual ayudaría con tal de lavar culpas.

- Hmm, ¿Paix? -Mirlos llamó a la puerta-. La votación acaba de comenzar.

Miré hacia la puerta del dormitorio con el mismo cólera que miraría a Ámirov en aquel momento. 

No quería saber nada acerca de la votación, el neo-imperialismo, el sistema Proguer, el Parlamento o lo que fuera. En ese momento, no tenía ganas de saber nada de nadie. Lo único que sentía era que merecía darme una bofetada a mí misma por haber sido una estúpida. Eso era lo único.

Ante mi silenció, Mirlos abrió la puerta sigilosamente, asomando su cabeza por la rendija.

- ¿Está todo en orden? -preguntó desde allí.

¡Pff! No tienes ni idea..., contestó mi mente rencorosa.

- Sí... -arrastré aquella sílaba con desprecio reprimido.

Mirlos supo que ese "sí" en idioma emocional significado un "no" rotundo y decidió entrar por completo en la habitación. Cerró la puerta tras él y se acercó a mí en silencio, hasta sentarse sobre la cama y quedar frente a frente, con el inservible paquete abierto entre ambos.

- ¿Qué está sucediendo?

- Me dí cuenta de que soy una imbécil, eso está sucediendo -mascullé sin reparos.

A él se le escapó un risita pero carraspeó para disimularlo.

- Y... ¿a qué debo tan honorable deducción?

Con cierta preponderancia, lancé el sobre que contenía la nota, el cual quedó a unos centímetros de Mirlos. Algo dubitativo, él tomó el papel en sus manos y se detuvo un momento para leerlo.

Frunció sus labios conforme las líneas avanzaban y asintió lentamente, como si estuviera comenzando a entender mi enojo junto con mi mal talante.

- Así que..., <<libre>>. -Parecía admirado, o sorprendido, no lo sé-. ¿Por esto estás enfadada?

- Es más que eso -farfullé-. Él... Él me hizo creer que, que algún día, nosotros... -Limpié mis lágrimas con brusquedad y me repuse-. Solo jugó conmigo -expresé-. Jugó conmigo como lo hizo siempre.

- No entiendo por qué te enojas, para ser honesto. 

Las palabras de Mirlos me desencajaron.

- Te dio lo que más anhelabas -explicó-; volver a ser libre...

- ¡Yo no quería eso! -exclamé, pero callé abruptamente.

No podía creer que había expresado algo así.

¿ Acaso no era eso lo que yo más quería? ¿Regresar? ¿Volver a mi antigua vida y deshacerme de cualquier pesadilla que suponía ser A-City? 

Pues, sí, eso mismo: era. Era lo que quería hasta que encontré algo que quería aún más, o mejor dicho: alguien. No me importaba ser un inservible Proguer si eso me mantenía junto a Ámirov. ESO era lo que más anhelaba en aquel momento. 

Quizá, el contrato Proguer decía lo opuesto y me retiraba todos mis derechos, pero, bien sabía que Ámirov y yo nunca habíamos acatado las reglas de ese contrato y, a su vez, jamás me había sentido más libre en toda mi vida que cuando estaba a su lado; hablar de tonterías, contarle nuestra historia al otro, sentir que el corazón explota con sus labios sobre los míos... 

2033Where stories live. Discover now