CAPITULO XXXII - Lo Prometo.

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Me desperté con el sonido de una puerta cerrándose.

Me fijé en la hora: 00:33. Sin querer me había quedado dormida sobre el sofá de la biblioteca. Estiré mis brazos, pero el movimiento de éstos se vio restringido por el vestido. Al mirarme a mí misma, recordé que lo traía puesto. Eso desencadenó una serie de recuerdos fugaces como el del baile, la reunión del Consejo, la aristócrata que le sonreía a Ámirov, el hecho de que él se había quedado en el baile y, con eso, me percaté de que el sonido de la puerta debía significar que él había... llegado.

Mis latidos nerviosos se auto-dispararon.

Pronto, su alta silueta hizo ingreso a la sala, haciendo que contuviese mi respiración, tensando cada fibra de mis músculos. Me inquietaba. Encontrarme con él después de todo lo sucedido me inquietaba. 

Sin prisa alguna, Ámirov se quitó su chaqueta, la dejó sobre el respaldo de uno de los sillones individuales, y, en lugar de sentarse allí, cruzó la biblioteca en profundo silencio hasta llegar a mi lugar, conmigo intentando a toda costa esquivar sus ojos. Tomó asiento a mi lado y me quedó viendo sin decir absolutamente nada. 

Apenas sí fruncí el entrecejo, pensante. Se encontraba demasiado sereno como para ser alguien que acababa de ser olvidado, o plantado, en un baile. Viéndole de reojo, percibí que su plan era no quitarme la mirada de encima, poniéndome todavía más nerviosa.

- ¿Qué? -me encogí de hombros, cansada de tanto suspenso.

Ámirov estudió mi expresión con su mirada y llevó el dorso de sus dedos hasta sus labios. Para peor, tampoco dijo nada. Solo mantuvo su rostro inexpresivo. 

Estaba convencida de que estaba molesto porque yo había regresado antes de tiempo y sin haberle avisado antes, pero, ¿qué iba a hacer? ¿Quedarme a ver cómo se pasaba toda la velada con aquella chica como si de una película romántica se tratase? No, gracias. Quizás otro día. O nunca. Sí, nunca.

Dejé una ceja en alto ante esa actitud tan... silenciosamente molesta, inquietante. Cuando el silencio se transformó en el peor de los sonidos, volteé y quedé viendo la pantalla del televisor apagado.

- Leonard no quiso decirme por qué regresaste -dijo finalmente.

En este caso, la que se quedó muda fui yo.

- ¿Por qué no me dijiste que querías irte, Paix?

Por segunda vez, no respondí. No por orgullo, sino que estaba muy ocupada; tenía que mantener bien tensa mi mandíbula para mantener a las lágrimas alejadas, esas lágrimas que forman tus recuerdos cuando riegan tu mente con imágenes que desearías olvidar. O simplemente quemar.

- Paix -Ámirov se ubicó un tanto más cerca, buscando mi mirada-. Me llevé un susto de muerte al no encontrarte por ningún sitio. Tuve... tuve que pedirle ayuda a uno de los guardias para buscarte ya que el lugar es gigante. ¿Tienes idea de lo preocupado que me sentí?

Respiré hondo y eliminé todo el aire que pude.

- No era mi intención -balbuceé.

- ¿Alguien te molestó?

Tu novia.

- No -negué precipitadamente. Cuanto menos hablara, mejor.

- Paix. - Él tomó mi mano, pero yo la aparté con un desliz. Mi mente no hacía otra cosa que pensar que sus manos podrían haberse deslizado en la piel de alguien más minutos atrás, queriendo rehuirle a cualquier contacto. 

Y aquí vamos de nuevo..., me dije a mí misma, cuando la primera de muchas lágrimas cayó y la limpié rápidamente. Quizá, si era lo bastante rápida, él no la vería.

2033Where stories live. Discover now