CAPITULO XVI - Nado sincronizado.

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Un mes después...

Parecía mentira que septiembre hubiera llegado. El tiempo transcurría de acuerdo con el calendario pero lo que el clima sugería era que el verano persistía; teníamos temperaturas de treinta grados Celsius o más, y con Leonard habíamos tenido que ir al centro de A-City en búsqueda de bloqueador solar, ya que, después de unos cuantos minutos de exposición al sol, la piel de cualquiera podía quedar achicharrada.

Libra había aumentado de peso, lo notaba a la legua. No sabía si había desarrollado algún trastorno por ansiedad o qué, pero comía como si no hubiera un mañana. La vida que ambas llevábamos era rutinaria: de lunes a viernes parecíamos ser las únicas en la casa ya que Ámirov no era visto, y los fines de semana apenas había algún intercambio de palabras en el desayuno, antes de que él se encerrara en el lado derecho del segundo piso de la casa.

Algunas veces me preguntaba si Ámirov me evitaba o si en verdad estaba tan ocupado como para apenas dirigirme la palabra. ¿Le avergonzaba entablar una conversación con un Proguer o no tenía tiempo? Era mi principal interrogante. No obstante, mi mente se encargaba de recordarme que, para él, yo apenas sí representaba un sirviente adquirido en una subasta, demoliendo así mis dudas, diciéndome que más me valía ignorarle tanto como él me ignoraba a mí.

La élite continuaba sumando enemigos y opositores a su larga lista gracias a sus progresivos descuidos. Se preocupaban cada vez menos, no solo por los habitantes del PG, sino que también descuidaban las A-Cities y eso hacía estallar en ira a los aristócratas de acuerdo con las imágenes de descontento que los medios transmitían desde el Congreso.

En el área número 49, por ejemplo, el parlamento había resuelto cesar el contacto con su líder dado que las fuerzas armadas de aquel lugar se habían adherido a la decisión tomada por la gran mayoría popular, y no reprimirían mediante la fuerza a sus diplomáticos ni a los habitantes del PG. Aquellas eran espléndidas noticias; con las fuerzas armadas en su contra, los líderes jamás podrían regresar al planeta porque la oposición los superarían ampliamente en números, armamento y tecnología.

No era mi intensión ilusionarme, pero... me traía esperanzas saber que, en definitiva, los líderes eran tan humanos como cualquiera de nosotros y, por ende, no seres indestructibles.

Me encontraba sacudiendo unas estanterías en la sala principal al tiempo que oía las noticias matutinas con el televisor encendido. Todavía no había señales de Ámirov ya que era domingo y, por ser su día libre, no tenía que madrugar. Ayer había asistido a su típico juego de polo de los sábados. Si bien cada fin de semana me ofrecía la posibilidad de ir, al acordarme de su "simpático"amigo Ares declinaba la propuesta y me quedaba en la casa.

Mientras regaba una de las plantas de interior de la recepción, oí un ruido abrupto proveniente del exterior, como si alguien se hubiera zambullido en la piscina del patio trasero.

Fruncí el ceño, extrañada. Ámirov dormía y Libra... Ay, no.

Abrí mis ojos como dos platos y corrí hacia el ventanal que daba al gran jardín repleto de árboles y plantas. Allí estaba Libra, muy contenta, con el agua que amortiguaba el calor del verano, nadando con sus cuatro patas en la piscina.

Ámirov me mata, pensé, haciendo la puerta a un lado a toda velocidad para salir corriendo hasta donde Libra se encontraba, desesperada por sacarla de allí.

La estadía de Libra pendía de un hilo. A Ámirov no le agradaba para nada la idea de tener mascotas porque "causaban destrozos" y "llenaban todo de pelos". No quería ni imaginarme la cara que pondría si viese a un perro dentro de su piscina.

Infartaría, creo yo.

Una vez alcancé la piscina, asomé mis pies lo más que pude al borde y me recliné.

2033Where stories live. Discover now