CAPITULO XIII - Encantado de conocerte.

13.5K 1.6K 418
                                    

Afortunadamente, el día no se había convertido en un puñado de momentos incómodos como pensaba. No tenía nada que ver con el hecho de que Ámirov se hubiese puesto a conversar y tomar café conmigo por la mañana como si fuéramos viejos amigos, sino que, el extraño sujeto se había encerrado a sí mismo en el lado derecho de la casa y no había salido de allí.

Estaba en la sala principal de la casa, cuando el sol parecía rajar la tierra, ojeando algunos de los libros que se disponían en las estanterías. Estaba aburrida. Vivir en A-City era aburrido. Al menos para un Proguer; allí no había familia, amigos ni nadie de confianza con quien compartir tu tiempo. Yo extrañaba compartir mi tiempo.

Lo único a mi alcance era Libra. Podría jugar con ella, tener compañía o hacer mis propios monólogos, pero siempre faltaba ese componente humano en la ecuación: el de ser comprendido por otro.

Esto no es divertido. Di un resoplido y volví a dejar el libro que acababa de tomar. Casi todos los ejemplares que Ámirov tenía en la biblioteca trataban de arquitectura, diseño de exterior, diseño interior, dibujo técnico, proyección de mapas, historia del arte... era fastidioso.

El sonido del timbre hizo que me olvidase de los libros y fuera de inmediato hacia la puerta. Crucé la amplia recepción con pisos de mármol, abrí la pesada puerta de madera y...

- ¡Hey, Ámirov, dijiste que...!

El chico se calló en cuanto me vio, frunciendo ligeramente el ceño. Se percató de que, a no ser que Ámirov se hubiera internado en un quirófano durante un año, yo no era él.

No tuve dudas, a juzgar por su apariencia, de que eran aristócratas. Dos chicos del mismo rango de edad que Ámirov. Un poco engreídos, tal vez, con su postura petulante y su vestimenta que me anunciaba a los gritos que iban a jugar polo.

El más alto, quién me había "saludado", llevaba una camiseta de lo que, supuse, era un equipo de la ciudad, ya que en el escudo se distinguía el número de nuestra área. No tenía idea de que las ligas deportivas hubieran sido otra de las cosas mantenidas respecto al viejo sistema. El otro sujeto, por detrás del primero, ya traía puesto su casco incluso.

El confundido chico de adelante sonrió entre dientes.

- Pero, ¿qué tenemos aquí...?

No me gustó para nada aquella mirada descarada, pero a su vez era consciente de que no me encontraba en mi casa, que esos no eran mis invitados. De serlo, sé que los habría echado a golpetazos con uno de sus tacos de polo. 

- Uh... Ámirov está arriba -informé con un murmuro inseguro. Me maldije por sonar así de debilucha, pero ya había confirmado en otras ocasiones que, cuando uno menos lo desea, los nervios parecen estrangular tu cuerpo.

- ¿En serio? -se burló de mí-. Pues, en ese caso...

El sujeto ingresó en la casa, teniendo que hacerme a un lado para que no me atropellase, y el otro le siguió. Yo solo recé para que en verdad se tratara de sus amigos y no de unos ladrones. Si lo fueran, creo que pagaría muy caro por mi descuido. Aunque... admito que serían los ladrones más elegantes del globo con aquellos atuendos.

- ¡Am, el juego! -exclamó el mismo chico simulando un megáfono.

Con mis nervios de punta, terminé de cerrar la puerta y me aproximé hasta quedar a una prudente distancia de los desconocidos. De seguro que habían venido a la casa para recoger a Ámirov e ir los tres a su juego de polo. No sabía que él jugara. Y ¿porqué tendría que decírtelo a ti?, me encontré preguntándome.

Con tal de no estar cerca de ellos, decidí agilizar un poco las cosas:

- Yo... -Indiqué las escaleras con un dedo. Puedo ir y decirle que baje.

2033Where stories live. Discover now