CAPITULO XVIII - Un Favor.

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Inmóvil sobre mis pies, me preguntaba si había oído bien. Creo que sí, me había pedido hablar de la espina que acarreaba a diario: mi familia. Era un tema doloroso para mí, como una herida de bala; no sirve de nada cauterizar, coser y cicatrizar si la bala aún está adentro. Lo mismo pensaba respecto a mi mamá; por más que lo intentara, por más que siempre eludiera el tema y falseara una sonrisa, aquel día estaba ahí, la incertidumbre estaba ahí: la bala aún se encontraba en mi interior, preguntándome porqué mamá había tomado sus cosas y huido. Sin avisarme, sin pedirme que la acompañase... sin decirme adiós o dejar una carta.

Desde el día que ella se marchó, su ausencia había sido un tema censurado en la casa. Todavía tenía presente aquel día: cuando un estruendo me había despertado, bajé las escaleras y encontré a mi padre... Prefería no recordar.

Suspiré. Cómo deseaba desaparecer...

Ámirov se encontraba aún de pie, frente a mí, y lo miré de reojo.

- No quiero hablar de eso.

Él me devolvió una mirada que desbordaba intriga. Acortó la distancia entre los dos lentamente, y mi torpe corazón se aceleró, como siempre solía hacerlo.

- No pretendo obligarte, pero sí que me gustaría saber -murmuró, desplazando distraído un mechón de cabello de mi rostro.

Con la mezcla tan extraña de emociones que ya aleteaba en mi interior, añadir el invasivo comportamiento de Ámirov equivalía a sentir que estaba a punto de estallar en infinitos pedazos. Y no en buen sentido: iba a colapsar; estaba segura de que no podría dejar ningún sentimiento oprimido si lo hacía -por más absurdo o disparatado que el sentimiento fuera.

Pese a la sensación electrizante, cierto fastidio también comenzó a centellear cuando él tocó mi rostro. No existía una confianza colosal entre nosotros, ¿por qué comportarse así? ¿Qué sentido tenía?

Comenzaba a creer que para él era una forma de conseguir lo que quería: persuasión. Quizá, como nunca conseguía ocultar mis emociones, él ya se había percatado de mis sentimientos y lo usaba a su favor. No sería el primero que lo hace, me comunica la parte más atormentada de mi cerebro. 

Mis manos formaron dos puños. No quería que me manipulase de aquella manera.

- ¿Te gustaría saber? -repliqué-. ¿Al igual que querías saber qué había dicho el primer día y me tumbaste en un sofá?

Su expresión cambió rotundamente. Sí, no era el mejor de los recuerdos, pero dejaba más que claro cuál era mi lugar: una marioneta recién comprada.

Vi cómo Ámirov cerró sus ojos en búsqueda de paciencia. Al abrirlos, noté que se habían inundado en cólera al tiempo que tensó cada una de las facciones de su rostro.

- TE DIJE QUE LO SENTÍA -moduló.

- Y YO DIJE QUE NO QUIERO HABLAR - imité su tonalidad.

Entones, manteniendo esa tensión en su quijada, dio unas bruscas zancadas hasta la veladora de la habitación, tomó sus cupcakes con prepotencia y regresó al mismo punto, frente a mí.

- Si no fuera porque los hizo "Libra", los quemaría -bisbiseó.

Me encogí de hombros - Bien.

- Bien -pronunció antes de abandonar el dormitorio de un portazo.

Podría quemarlos, no me importaría, mascullé en mi interior. Tan solo espero que hayas aprendido la lección, Paix. El proxeneta-aristócrata trata de manejarte a su antojo y se enoja de no conseguirlo, me reproché, asomándome a la ventana.

2033Where stories live. Discover now