CAPITULO XV - Esperanza.

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- Ya tengo las fresas y las manzanas. Ahora... ¿dónde puedo encontrar algo de harina?

Me encontraba en lo que, supuestamente, era un supermercado dentro de los muros de una A-City.

No se le parecía en nada. Afortunadamente, Leonard me había acompañado porque, de lo contrario, me habría perdido en aquel laberinto de infinitos pasillos y niveles, dentro del cual uno podía encontrar cualquier cosa: desde lo más esencial en materia de alimentos, hasta los muebles más estrafalarios. Por fuera, el lugar se encontraba revestido con paneles de un color azulado, con luces neón dividiendo cada uno de los pisos, y en una pantalla se daba aviso de los lugares disponibles en los diferentes pisos del estacionamiento.

El método de compra era simple. Uno recorría el lugar con un escáner en mano, registrando los códigos de cada uno de los productos que compraría, para luego dirigirse a la planta baja, donde abonaba el monto correspondiente y retiraba sus compras.

- En el penúltimo pasillo -respondió Leonard, indicando un pasillo ubicado a nuestra derecha.

Di un resoplido y tiré mi cabeza hacia atrás cuando llegamos al comienzo del corredor.

Era infinitamente largo.

- Esto tiene que ser broma.

Leonard sonrió ante mis quejas y emprendió el camino al tiempo que yo comencé a seguirlo, arrastrando mis pies, producto del desgano. Nadie me había advertido que hacer las compras en los supermercados de las A-Cities era el equivalente a caminar una maratón kilométrica. Llevábamos más de una hora en aquel edificio.

- ¿No lo extrañas? -cuestioné cuando llegué a alcanzar a Leonard.

- Extrañar ¿qué?

- El sistema -acoté-. El antiguo sistema. Poder llegar a ser alguien en la vida, viajar, estudiar lo que uno quiera... -Me detuve cuando él comprendió mi interrogante.

Leonard hizo una mueca con su boca.

- Por supuesto que sí. ¿Quién no?

- Los elitistas -me adelanté a responder.

Él rio.

- Pues, sí, pero... Viéndolo en retrospectiva, era cuestión de tiempo para que esto ocurriera.

- ¿Cuestión de tiempo? - Su actitud tan despreocupada me intrigó. 

¿Tan predecible había sido el Punto de Colisión? ¿Había sido si quiera predecible? De serlo, lo más lógico hubiere sido buscar la forma de evitarlo.

Él asintió una vez.

- Así es. Los tejedores del mundo nunca se han preocupado del bienestar de las ovejas y nunca lo harán. Por eso no me sorprende que hayan aprovechado la crisis para adquirir más poder; siempre han estado al acecho.

Junté mis cejas a causa del hermetismo de sus palabras, pero reconozco que era una buena forma de describir a nuestra sociedad en general y su funcionamiento. Leonard pareció entender que no estaba dispuesta a interrumpirle y prosiguió:

- Si lo piensas, nunca hemos sido libres, siempre hemos sido esclavos; con más o menos libertades, peor o mejores condiciones de vida, pero... esclavos al fin -se encogió de hombros y falseó una sonrisa-. Parece como si la naturaleza humana fuera una moneda: cara o cruz, bueno o malo. Igualdad para todos o ambición por sobre todo. La ambición es la enfermedad que reina aquí.

Reflexioné al respecto un momento.

- Creo que, lo que dices, explica porque la pobreza nunca acabó aún cuando nos sobraban los recursos -suspiré.

Leonard sonrió entre dientes.

- La pobreza no se ha extinguido... todavía -alzó un dedo para remarcarlo-. La historia sigue. Nosotros vamos a morir algún día pero la historia no abandona nunca. La historia puede cambiar, y un cambio es lo que todos anhelamos. Así que, mientras el tiempo no se detenga, no debemos rendirnos.

Reí por lo bajo y meneé mi cabeza.

- Debes de haber leído mucho de filosofía...

- Solía enseñar filosofía -reveló-. Ya sabes, antes del treinta y tres.

No sabiendo qué agregar, porque regresar en el tiempo era como escarbar dentro de una herida, me limité a asentir con mi cabeza, retomando nuestras compras hasta poder terminar con la lista de artículos que escaseaban en casa de Ámirov.

Leonard me comentó un poco acerca de su vida antes del Punto de Colisión; había sido profesor de filosofía en numerosas universidades y, la mayoría de ellas, muy prestigiosas. Nunca había tenido hijos, y tuvo la mala suerte de haber perdido a su esposa a causa de una de las revueltas llevadas a cabo en su antigua ciudad, cuando las fuerzas armadas aún no seguían órdenes de represión hacia los ciudadanos.

Después de semejante tragedia, su vida jamás fue la misma, y optó por convertirse en un Proguer, para así poder alejarse de una vez por todas del PG antes de "tratar de asesinar a todos", textuales palabras de él. Podría sonar exagerado, pero,en realidad, yo lo comprendía; la furia e impotencia sentida ante el arrebato de la vida de un ser querido debían de ser brutales.

Finalmente, tras vueltas y más vueltas, abandonamos el edificio por una de las escaleras subterráneas que daban al estacionamiento.

- ¿Leonard?

Él se detuvo, volteando en mi dirección, pero no me dijo nada, sino que esperó hasta que yo hablara. Por mi parte, dudé un instante mas me atreví a hacer la pregunta:

- ¿Crees que se acabará? -Las cejas enarcadas de Leonard me llevaron a explicarme-. Todo esto – indiqué-: las áreas, el sistema Proguer... los líderes.

Él hizo la comisura de su boca a un lado.

- No lo sé, pero... si acaba, espero que sea por el bien de todos.



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