TOMA 14 HERIDAS QUE MATAN

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“Mis fuerzas se han consumido por completo.
Todas las noches inundo de llanto mi lecho.
Riego mi cama con mis lágrimas.
Mi alma está muy turbada y enferma.
Mis ojos están cansados de sufrir.
Mis heridas sangran a causa de mi angustia,
Pues llevo en mí heridas que matan.”

TOMA 14 HERIDAS QUE MATAN

Sabía que estaba vivo. El dolor era una prueba de ello. Sabía que tal vez pronto estaría muerto. La intensidad del dolor auguraba eso. Y también sabía que no podía dejarlo terminar tan fácil. Aún no.

Me arrastré a través del suelo de tierra de la improvisada celda en la que me habían encerrado, las pequeñas y filosas rocas me producían rasguños bajo la ropa mientras intentaba alejarme de la entrada, sentí un líquido caliente mojar mi camisa, tal vez las rocas eran más grandes de lo que pensaba, pero después de las palizas que había recibido al ser capturado y torturado esas heridas eran mi menor preocupación.

Casi dos semanas habían transcurrido desde mi encuentro con aquel pelirrojo en la discoteca. No había probado alimento ni agua en todo este tiempo y mi cuerpo empezaba a resentirlo, me faltaba energía y estaba por perder la consciencia de nuevo, sino fuera por la sangre SOL que corría por mis venas probablemente ya estaría muerto. Cerré los ojos de nuevo y me dejé caer al mundo de la inconciencia, al menos en ese mundo ella aún me sonreía, en ese mundo éramos dos chicos cualesquiera, y todo iba bien, todo.

-Siwon, despierta.

Una voz me sacó de la nebulosa de los sueños.

-Vamos, levántate.

Afile el oído, ¿amigo o enemigo?

-¿Crees que esté muerto? -le escuché preguntar.

Permanecí quieto pero listo para defenderme, no podría soportar una paliza más, mi cuerpo no lo resistiría.

-No seas tonto, sólo está débil. Ayúdame a levantarlo.

Un par de manos me sujetaron por los brazos e intentaron incorporarme con un solo movimiento. Ayudado por su empuje me puse de pie y los aparté de mi lado de inmediato, la celda estaba a oscuras y no sabía a quienes me enfrentaba, pero sin lugar a dudas eran dos. Todo era sombras y el silencio sólo era perturbado por mi respiración irregular. Me sentía fatal y en total desventaja.

-Siwon, tranquilo -uno de ellos me rogó en susurros. -Somos nosotros.

-¿Francis, Keith?

-Vaya, ya era hora.

Los gemelos rubios salieron de las sombras y bajé mis defensas.

-¿Qué hacen aquí? -pregunté.

-Nunca dejamos a uno de los nuestros atrás, ¿recuerdas?

Las náuseas me despiertan y me incorporo de inmediato, salto de la cama hacia el baño y después de un par de pasos caigo en la alfombra de la habitación. No tengo la fuerza suficiente para llegar al baño y termino desechando mis jugos gástricos a un lado de mí. El estómago me duele y el cuerpo también. Mi vista está borrosa y me siento perdido hasta que los recuerdos me golpean dándome las respuestas que necesito. Me encuentro en la Sede de la Orden de la Luz de nuevo. Francis y Keith me sacaron de aquella celda. No sé cuántos días más he estado durmiendo pero siento algo de mejoría por debajo de todos los malestares que clasifico como normales. Intento ponerme de pie de nuevo y lo logro con menos esfuerzo del que creía necesario, miro el desastre que he causado y decido limpiarlo antes de que alguien entre a la habitación y termine avergonzado.

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