TOMA 29 UN ENCUENTRO DESAFORTUNADO

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PARTE I

Aedion

"No te vayas... si tú te vas entonces yo voy a estar sola. No te vayas, por favor."

La pequeña rubia se acercó a las rejas de la celda. Con pasos torpes se arrastró a través de su pequeña prisión personal. Un dolor recorrió su espalda, habían pasado semanas desde la última vez que había sentido la necesidad de moverse del fondo de la celda, y ahora su cuerpo lo resentía. Ella observó en silencio al chico del otro lado de las rejas, ellos tenían la misma edad y aun así se veían tan diferentes. En él resplandecía la libertad y en ella se leía la palabra cautiva.

Un rubor tiño la mitad inferior de su rostro cuando miró al chico a los ojos. Eran realmente hermosos, de un azul pálido que jamás había visto antes, no es que ella conociera el resto de ojos bellos del mundo, pero estaba segura de que esas perlas azules debían ser las más hermosas. Sus ojos también eran hermosos, se lo habían dicho antes aunque ella no recordaba el rostro de la persona que lo había hecho, ella sabía que los tenía azules, tan claros como el cielo, y sabía tambien que sus ojos eran grandes y "contemplativos" aunque no estaba muy segura de lo que eso significaba.

El chico al otro lado dio un paso atrás y una ola de desesperación la golpeó. No podía dejar que él se fuera. Con movimientos débiles pero decididos se estrujó contra la reja. Su piel, tan pálida, fue tocada por el sol por primera vez en meses haciéndola estremecer. La pequeña se acercó más y coló uno de sus brazos fuera de la celda. Era la primera vez que veía a un niño de su edad, en realidad, era la primera vez que veía a una persona en demasiado tiempo. Cuando los guardias le traían comida ella estaba dormida. Lo cierto era que no tenía grandes oportunidades de tan siquiera hablar con alguien, el sonido ronco que tenía ahora por voz era prueba fiel de ello.

"Una persona, ¿eso es todo lo que necesitas?"

Ella se perdió en el tono de voz del chico, por segundos que parecieron minutos quedó atrapada en el tono suave que había empleado. El chico carraspeó tratando de llamar su atención y ella pestañeó confundida. Ah, cierto, él le había hecho una pregunta antes. Ella casi lo había olvidado. Sí, una persona, ella necesitaba una persona. Ella deseaba tener alguien con quien hablar y estaba dispuesta a intercambiar sus dos comidas al día por algo como eso, por algo que la alejara de la Oscuridad de la celda.

"Y-yo..."

El niño de cabello grisáceo se acercó más tratando de escuchar mejor la voz de la niña, su tono era tan bajo que no estaba seguro si ella realmente había hablado o lo había imaginado.
La línea roja que se dibujaba en el piso fue cruzada sin que él se diera cuenta. Ninguno de los dos notó que está se encontraba ahí, separándolos. Pero eso no importaba, ni él ni ella hubieran comprendido su significado.

"Yo sólo quiero un amigo."

Su voz se rompió a la mitad de la frase causando un vuelco en el corazón del pequeño. Había súplica en la voz de la rubita. Él tomó la mano que la pequeña tenía fuera de los barrotes y la apretó con fuerza. Lágrimas se formaron en los ojos de la rubita en respuesta al gesto de compasión que el niño le había mostrado. ¿Qué estaba mal con los adultos de arriba? Ella no parecía peligrosa, no parecía ser mala, con su cuerpo pequeño y débil ella no parecía capaz de lastimar a nadie. ¿Por qué estaba encerrada?

"Está bien, seré tu amigo."

Ojos azul cielo contra ojos azul pálido. Ambos niños se dirigieron una mirada fuerte, de aquellas que se usaban para cerrar tratos.

"¿Para siempre?"

"Sí, para siempre"

Aedion se removió entre las sábanas. El sol había salido horas atrás pero él aún no abandonaba la cama. Sin responsabilidades mortales, para él, el tiempo era sólo algo más que transcurría, que simplemente fluía. Día y noche no significaban nada para él, no había diferencia alguna, él no se regía como el resto de las personas, podía dormir por días, y eso para él estaba bien; y así lo hacía, hasta ese día. Desde aquel encuentro en las mazmorras los recuerdos de ella venían a torturarlo cada vez que cerraba los ojos, obligándolo a permanecer despierto más tiempo del que acostumbraba. A decir verdad, Aedion no tenía problema con soñar con ella, lo que le causaba problemas era lo que venía después del sueño: el despertar. El golpe que la realidad le daba, un mundo sin ella. Porque ella ya no estaba con él. No más.

IN THE LIGHT OF YOUR HALOWhere stories live. Discover now