TOMA 30 COSAS GANADAS Y COSAS PERDIDAS

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Francis

Teníamos solo cinco años y sabíamos muy poco del mundo. Keith y yo hacíamos todos juntos, al nacer como gemelos sentíamos la necesidad de siempre estar juntos. La poca conciencia que teníamos del mundo en ese entonces era algo que compartíamos y el desconocimiento del mundo también. Lo que era del uno de manera automática y sin objeción le pertenecía al otro, era un trato sin palabras. Siempre fuimos retraídos al resto de los niños de nuestra edad, nunca dejábamos a alguien más entrar en la burbuja, nuestra burbuja era demasiado pequeña, solo tenía lugar para dos personas: Keith y yo.

Fue un día después de navidad, justo antes de cumplir los seis años, cuando fuimos conscientes por primera vez de que éramos diferentes a los demás niños. No es que no lo supiéramos ya, porque en efecto lo sentíamos, pero las memorias de las vidas pasadas aún no se nos revelaban por completo, sólo eran pequeños fragmentos de memorias.

Keith se había salido de la cama antes que nuestros padres se despertaran. Él era mucho más inquieto que yo, y no podía dejar pasar ni un segundo sin averiguar qué era lo que Santa nos había dejado bajo el árbol. Resignado a la idea de que tenía que seguirlo, a pesar de que aún me encontraba con sueño, me levanté y corrí escaleras abajo tras de él. Al llegar a la sala noté que la puerta había sido abierta. Me enojé de inmediato. Keith había salido de casa. Fui a su encuentro de inmediato. La mañana era sumamente fría, en nuestra ciudad la temperatura realmente bajaba por debajo de los cero grados; la nieve lo cubría todo, incluso los autos casi se perdían entre las capas de nieve.

-¡Estoy aquí!-mi hermano me agitó las manos al otro lado del jardín para que me acercara.

-¿No podías esperar un poco más? Ellos no se han despertado-le expliqué refiriéndome a nuestros padres que aún dormían y que muy probablemente nos reprenderían por salir así.

-Deja de preocuparte por eso y mira-señaló una mancha café debajo de un árbol-. Tienes que ayudarme.

-¿Qué es eso?

Keith no respondió y en cambio me arrastró hasta el sitio debajo del árbol. Un nido de pájaros. Eso era lo que mi hermano menor me señalaba. Probablemente el nido había caído por la tormenta de nieve, sentí tristeza por los pajarillos que se quedarían sin hogar en pleno invierno.

-Es triste-le dije.

-No es todo-se puso de cuclillas en la nieve y movió ligeramente el nido, debajo de el un pajarillo café oscuro nos miró-. Creo que está herido. No parece ser adulto, creo que cayó junto con el nido.

Me acerqué unos pasos y observé de cerca al pajarillo. Era tan pequeño que probablemente cabría en la palma de mi mano. Nos observaba expectante, ¿qué esperaba de nosotros? Qué idea tan ridícula. Intenté tocarlo y se agitó moviéndose hacia atrás. Entonces lo vi, una mancha apenas perceptible de sangre había quedado en la nieve justo en el sitio que el pajarillo se encontraba. Estaba herido.

-¿Crees que podamos sanarlo?-negué con la cabeza, no podríamos ayudarlo, moriría- Vamos, ni siquiera lo hemos intentado.

-¿En serio crees que podemos sanarlo?-le cuestioné.

-Creo que podemos intentarlo.

Keith nunca escuchaba. Realmente nunca escuchaba ninguna de mis palabras. Si él decía que quería algo lo obtenía, si él decía que haría algo lo hacía, y él ya había decidido intentar ayudar al pajarillo incluso antes de que yo saliera de casa. Era una causa perdida.

-Sabes que aún no debemos hacer "aquello". Sería demasiado.

-Si no lo hacemos el pajarillo morirá. Déjame intentarlo-rogó.

IN THE LIGHT OF YOUR HALOWhere stories live. Discover now