TOMA 18 RECUERDOS AL ROJO VIVO

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-¿Por qué estás aquí?

-Estoy aquí porque aún no me puedes olvidar. Debes de ser la chica más tonta de todas, Gabs. Tenerme en tu corazón es algo tonto.

Suspiré al tiempo que me dejaba caer bajo aquel árbol en medio del campo. La noche se tornaba agradable, el viento ligeramente fresco traspasaba mi ropa y me acariciaba la piel. El cielo cubierto de miles de estrellas brillando intensamente en esa noche artificial sin luna. Así era mi mundo interno, sumido en una imperecedera noche desde siempre.

-Aún te extraño-le respondí al pelirrojo que me miraba con el cuerpo apoyado en el árbol-, nunca te podré dejar ir.

James siempre se encontraba aquí, dentro de mí, en mis pensamientos. Su recuerdo inalterable siempre disponible a mi gusto. Cuando necesitaba huir, cuando me sentía confundida y sola siempre me sumía en mis pensamientos, en mi mundo interno, donde él aún permanecía a mi lado.

-Debo ser un tonto también-susurró-, tampoco puedo dejarte ir por completo. Incluso ahora te mantengo atada a mí con mi recuerdo.

-Somos un par de tontos-mi voz se quebró en una risa-, los dos somos un par de tontos.

-No lo entiendo-carraspeó Siwon al otro extremo de la Sala de Archivos-, hemos buscado por más de dos días y seguimos sin encontrar los diarios de los Soldados de Luz.

-Tomemos un descanso-sugerí-. Es hora de comer después de todo.

-No tengo hambre-se excusó de nuevo-, revisaré la planta alta.

Sin más que eso dejó los papeles que se encontraba examinando y se dirigió a la segunda planta. Desde nuestra llegada a la Sede de Roma él no se había detenido en su búsqueda, había rechazado mi propuesta de descansar del viaje y de inmediato se había sumido en los cientos de registros que nos rodeaban. Siwon lucía desesperado y su temperamento comenzaba a ser irritable, golpeaba los anaqueles y dejaba caer los libros de registro. Mi querido amigo estaba totalmente frustrado, y no le culpaba.

Durante el vuelo me había revelado su visión, aquélla profecía aterradora en la que él le arrebataba la vida a RiAhn, su alma gemela. La impresión de su revelación me congeló por dentro, no pude evitar recordar el momento en el que James me había traicionado, que Siwon estuviera destinado a herir de semejante manera a RiAhn me alteró por completo. Me alegraba de ser yo quien le acompañara en su búsqueda, de alguna manera se sentía como una nueva oportunidad para mí. Si lograba que Siwon encontrara la respuesta que necesitaba tal vez aquello que más temía no sucedería. Tal vez él no se volvería el peor enemigo de RiAhn. Tal vez de esa manera no se repetiría la misma historia.

Me deshice de mis pensamientos y salí de la Sala, necesitaba aire fresco, a diferencia de Siwon yo no podía permanecer en esa área por demasiado tiempo, había demasiados recuerdos contenidos en ese sitio. Ahí me había encontrado con James por primera vez.

Afuera de la Sede, caminando unas cuantas cuadras por la calle principal, se encontraba un pequeño parque infantil. A esta hora de la mañana siempre se encontraba lleno de niños correteando de un lado a otro junto con padres cuidando que no se hicieran daño. Personas mayores alimentaban a las pocas palomas que no habían huido ya por el invierno, me gustaba ese sitio. Me daba paz. Respiré profundo y me senté en una de las bancas alejadas de las personas, me limité a observarlas. Era curioso, los seres humanos eran seres muy curiosos. Viviendo sus vidas al momento, al aire libre disfrutando de su vida, sin mayores preocupaciones, sin pesadas cargas. Los envidiaba.
Tenía seis años cuando los miembros de la Orden llegaron al orfanato Caelum. Eran tres de ellos y tras unas cuantas palabras con el director del orfanato, mis maletas habían sido hechas y mi cuidado había sido cedido a ellos. Yo no era cercana a ninguno de los otros niños, tampoco a los cuidadores, así que no me despedí de nadie y tampoco extrañé el sitio. Tras unas cuantas horas de viaje los hombres mayores que habían ido en mi búsqueda me entregaron a una cuidadora de la Sede de Roma. Se trataba de una mujer mayor que me trataba con cariño e inexplicables muestras de respeto. ¿Quién le profesaba semejante respeto a una niña de seis años? Pasó una semana en la que me había dedicado a vagar por el sitio, aún no se me era explicada la teoría de la Luz ni tenía conocimiento alguno de mi don.

IN THE LIGHT OF YOUR HALOWhere stories live. Discover now