VI

810 36 29
                                    


Noam


Le di vueltas al asunto durante varias horas y llegué a la conclusión de que no le diría a Brid que había encontrado la hoja. En buena medida, sabía que mentirle no era lo más ético, pero lo decidí así para descartar cualquier posibilidad de que se alejara de mí. Ya sea que lo creyeran o no, no era fácil encontrarse en mi posición ahora mismo. Me imagino que, muchas otras personas, estando en mi lugar, hubieran olvidado todo esto y habrían seguido con su vida. No obstante, yo no podía actuar de esa manera; había algo dentro de mí que quería ayudar a Brid, o estar ahí para ella, como mínimo. Mi empatía no me permitía dejarla sola.

     A propósito, anoche me dije a mí mismo que esta noche no saldría a ningún lado, y estaba dispuesto a cumplir mi palabra. Sin embargo, recibí una llama de Ángela, una amiga de infancia, que, con mucha ilusión, me invitó a una fiesta. Por el cariño que le guardaba, no pude negarme. Tras mucho tiempo sin vernos el uno al otro, debido a que estábamos en universidades diferentes, era un buen momento para reunirnos nuevamente. Eso sí, le avisé que llegaría después de medianoche, dado que antes tenía el compromiso de esperar la llegada de Brid.

     Fui a buscar mi moto al garaje para dejarla lista. Me fijé que una de las llantas estaba un poco desinflada, en consecuencia, fui por la bomba de aire que tenía mi papá y solucioné el problema sin demora. Luego, salí de la casa, me senté en el mítico banco de en frente y deseé que Brid no tardara mucho.

     Mi deseo, de no esperar mucho, se hizo realidad: Brid llegó cinco minutos después. Noté un tipo de sorpresa en su rostro cuando me vio. Era evidente que no se esperaba que estuviera aquí antes que ella.

     Tan pronto como comenzamos a hablar, una de las primeras cosas que me preguntó fue si había dado con la hoja de papel que perdió anoche. Desde luego, con mucha seguridad, le respondí que no. Tengo que decir que me sentí un tanto mal por mi mentira, pero insisto en que la consideré necesaria.

     Una vez le aclaré esa duda, dejó en evidencia que se había quitado un peso de encima. Y, de aquí en adelante, la plática se tornó más fluida y agradable que cualquiera de las anteriores. Este era el camino que debía que seguir para ganarme el título de su amigo. El tiempo se nos pasó volando, Brid se puso de pie y me dijo que se le hacía tarde para irse. No te vayas, quise decirle, deseando que habláramos toda la noche. Pero, pensándolo bien, tenía que tomármelo con calma. Me tocó ver, por tercera vez, cómo se alejaba.

     Fui a sacar mi moto del garaje y me fui a la fiesta donde me reuniría con Ángela. Me propuse alcanzar una buena velocidad para llegar en lo que canta un gallo. El resultado fue que llegué en tiempo récord. Estando en el lugar, lo primero que hice fue buscar a Ángela, pero no la localizaba por ningún lado. Era una casa grande y había personas por todos lados. Al fin y al cabo, para no complicarme más, me decanté por hacerle una llamada.

     —¿A quién llamas? —me preguntó alguien tocando mi espalda. Enseguida, me di la vuelta y vi a Ángela frente a mí.

     —A ti —le respondí con una sonrisa y, acto seguido, le di un abrazo fraternal.

     —Me da gusto verte, Noam.

     —Digo lo mismo, Ángela.

     —Ven —me dijo, tomándome de la mano. Me llevó a donde estaban dos de sus amigas para presentármelas—. Estas chicas me acompañan hoy.

     —Mucho gusto, chicas —las saludé.

     Fui a buscar algo de beber. Me vi empujado a tomar un vaso de cerveza, ya que aquí no había otra cosa salvo bebidas alcohólicas. La buena noticia era que yo no me ponía ebrio con facilidad. Harían falta muchos más vasos para que eso ocurriera.

Más de allá que de acá ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora