XXXVII

581 18 0
                                    


Brid


Anoche, antes de irse a dormir, mi papá me dejó saber que pintaríamos la casa el fin de semana. Me comentó que pensaba contratar a unos pintores profesionales para que lo hicieran, no obstante, le dije que le sería muy caro, que mejor lo hiciéramos nosotros. Pensé que, tal vez, implicarme en una actividad como esa me ayudaría a mantener mi mente ocupada. Poco a poco, mi ánimo decaía y no me gustaba. No quería volver a sumirme tan profundo en mi estado depresivo. Ahora que lo pienso, nunca me gustó estar ahí, pero, cuando uno no puede deshacerse de algo, no queda más que aceptarlo.

     Recién me levanté, a eso de las once de la mañana, fui a desayunar y, tan pronto como lo hice, regresé a la cama. Intenté dormirme de nuevo. No pude. Al no tener nada más que hacer, me puse a usar mi celular. Revisé mis mensajes y, por accidente, abrí los que no había leído de Noam. Mierda, me dije. Pero, ya que estaba dentro de la conversación, los leí. Total, ¿qué más daba?

     Brid, al menos dime algo.

     ¿Podemos hablar?, por favor.

     Necesito que hablemos, y si es en persona mejor.

     Sé que estoy siendo demasiado intenso, pero no me rendiré hasta que me contestes.

     Creo que Noam no conocía la palabra «rendirse». Yo, si hubiera sido él, no habría mandado más mensajes después del primero. Nunca fui buena para insistirle a las personas. Se me dio fatal siempre. Ahora bien, volviendo a Noam, su insistencia me hacía pensar que, en cierto modo, sí me tenía verdadero aprecio. No obstante, por otra parte, pensaba que solo se sentía culpable por su mentira.

     Dos horas después, en las que solo procrastiné, me levantó el sonido del timbre. Eran las tres de la tarde. ¿Quién será?, me pregunté. No era, ni por cerca, la hora de la llegada de mi papá. En cualquier caso, bajé de mi habitación para verificar si se trataba de una entrega o algo similar. Al abrir la puerta, me quedé estupefacta al encontrarme con Noam. Mi corazón se me quería salir del pecho.

     —Hola... —dijo él, alzando un tanto su mano derecha.

     No tenía intención de responderle. En verdad, no podía. Me dispuse a cerrar la puerta, pero Noam me detuvo.

     —Tienes que dejarme hablar contigo, Brid. Déjame explicarte.

     —No hay nada que explicar, Noam —le respondí por fin. Las palabras salieron por el enojo de recordar que me había mentido.

     —Hay mucho que tengo que decirte....

     —Solo vete, Noam. No me busques más, por favor. Sabes que es lo mejor para los dos.

     —¿Lo mejor para los dos? —me preguntó, frunciendo el ceño—. ¿Cómo sabes que es lo mejor para mí?

     —Es lo mejor para los dos —repetí.

     —Es lo mejor para ti —me corrigió—. Para mí, claramente, no lo es.

     A decir verdad, no quería que Noam se fuera. No quería que me dejara de buscar. A fin de cuentas, solo estaba resentida por su mentira. Pero a él no podía odiarlo ni nada que se le pareciera.

     —Te dejaré de buscar hasta que me dejes a hablar contigo —prosiguió él—. Si...

     —¡Hola, chicos! —nos interrumpió alguien. Era mi papá. ¿Qué hacía aquí tan temprano? Nunca llegaba a casa a esta hora. Pero bueno, al contrario de molestarme, agradecí que me rescatara de este momento incómodo con Noam—. ¿Cómo estás, Noam? Hace días que no te miraba.

     —Todo bien, señor Lorenzo —Lo saludó Noam, que tampoco se esperaban que él apareciera—. ¿Usted cómo está?

     —Estoy bien. Muy contento. —respondió mi papá con una sonrisa—. Hoy fue día de pago y mi jefe me dejó salir temprano.

     —Me alegra muchísimo.

     —Pero ¿qué hacen aquí? —prosiguió mi papá, haciéndonos un gesto para que entráramos a la casa—. Estaremos más cómodos platicando en la sala.

     Mi papá nos pidió a Noam y a mí tomar asiento mientras él iba a la cocina para preparar café. En un santiamén, volvió con nosotros, confiando en que la percoladora encargarse del resto. El aroma del café empezó a llegar hasta la sala.

     —Supongo que acababas de llegar, Noam —le dijo mi papá—. De otra forma, habrías estado adentro.

     Miré a mi papá y pensé: «¡Yo no quería que entrara!».

     —Así es —le respondió Noam—, llegué hace poco.

     —¿Cómo están tus papás?

     —Mi papá trabajando, como casi siempre. Y mi mamá pensando en la receta de la cena de año nuevo. —Noam se rio al tiempo que decía esto último.

     —Tus papás son unas personas muy amables. Creo que ya te lo había dicho, pero no importa si te lo repito. Nos trataron más que bien en la cena navideña.

     ¿Acaso olvidas el momento incómodo que te hicieron pasar cuando preguntaron sobre mi mamá?, pensé mientras miraba a mi papá.

     El sonido de la percoladora hizo que mi papá se fuera corriendo a la cocina. Nos sirvió dos tazas de café, una para Noam y la otra para mí. Luego, fue por la de él. Y, así, la plática de hace unos momentos fue retomada.

     —Oye, Noam —dijo mi papá, sentándose en uno de los sofás—, ¿Brid te contó que pintaremos la casa?

     —¿En serio? —Noam abrió un poco los ojos—. Aún no me lo ha contado.

     Miré a Noam con indignación y pensé: «Ni te lo iba a contar».

     —Solo pintaremos la parte de en frente —le explicó mi papá—. Será una combinación de rojo con blanco.

     —No es una mala combinación —aseguró Noam, dándole un sorbo a su café—. Estoy seguro de que la casa se verá bastante llamativa.

     —¿Quieres echarnos una mano con eso? —le preguntó mi papá—. Nos vendría bien tu ayuda.

     ¡NOOOO!, quise gritar. Quería sellarle la boca a mi papá con una cinta adhesiva.

     —Yo estaría encantado de ayudarles —le respondió Noam, que me miró y se rio. ¿De qué se reía? ¿Se estaba saliendo con la suya o qué?—. ¿Cuándo lo harán?

     —El fin de semana. ¿Puedes?

     ¿Y cómo no iba a poder...? Noam estaba de vacaciones; no tenía nada más que hacer.

     —Claro que podré —aseguró Noam—. Tenga por seguro que me tendrá aquí el fin de semana. 

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now