XIII

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Brid


Se me hizo algo larga la espera, pero llegó la hora de ir al centro del vecindario para que Noam me devolviera el arma. Aunque es verdad que tuve la intención de dormirme toda la tarde, apenas pude dormir unos veinte minutos. De ahí que las horas restantes, hasta la llegada de la medianoche, transcurrieran como un caracol para mí. Cabe decir que, en el momento actual, se me había pasado el enojo con Noam. Solo quería volver a tener el arma en mi poder. Nada más que eso.

     Para colmo de males, pasó algo que no estaba previsto: mi papá regresó de su viaje esta noche, adelantado su llegada. Por lo que me explicó, su regreso se adelantó porque las reuniones programadas para el lunes, que, en total, eran tres, se movieron para hoy. Como resultado, se vieron expuestos a una sobrecarga de trabajo, pero eso les permitió regresar un día antes.

     En toda la plática que tuve con mi papá, me inquietó la posibilidad de que preguntara por el arma, a pesar de que no había motivo para que lo hiciera. Mi miedo me hacía pensar lo peor, poniéndome más ansiosa de lo normal. Después de todo, no estuvo ni cerca de hacerme una pregunta al respecto, pero, de igual manera, tenía que rogarle al cielo —cosa que nunca había hecho— para que no se le ocurriera buscarla en la caja fuerte.

     Cuando llegó la medianoche, salí de mi casa y una brisa helada me abofeteó. Me encontré en la necesidad de regresarme para buscar un abrigo que fuera el doble de cálido que el que llevaba puesto, así no tendría que aceptar la chaqueta del abusivo de Noam. Por cierto, ahora que lo pensaba, si no hubiera olvidado devolverle su chaqueta, él no habría tenido una excusa para venir a mi casa, lo que, a su vez, me hubiera permitido seguir con mi plan. Pero ¿quién para saber las consecuencias de un pequeño olvido?

     Y, así, abrigada hasta el cuello, llegué al centro del vecindario sin mucha demora. No podía esperar más por encarar a Noam. Sin embargo, para mi sorpresa, no estaba en el banco. Se suponía que debía estar aquí esperándome, ¿no? Bueno, nunca dijo que me estaría esperando, pero debió haberlo hecho, puesto que fue él el que propuso vernos esta noche.

     Lo esperé alrededor de quince minutos. Cuando por fin apareció, miré que su moto no era la misma; la que manejaba ahora mismo era más nueva y lujosa.

     —¿Ni siquiera tu moto nueva te ayudó a llegar más rápido? —le dije, mostrándome molesta.

     —Siento llegar tarde, Brid. Se me presentaron unas cosas.

     —¿Unas cosas o una estúpida fiesta?

     —No, la verdad no andaba de fiesta —Noté sinceridad en su respuesta—. ¿Quieres saber dónde estaba?

     —La verdad no me interesa dónde estabas. Solo quiero que me devuelvas el arma.

     —¿El arma? —me dijo, haciendo como que no sabía nada.

     —En caso de que lo hayas notado, Noam, no estoy bromeando. —Mi expresión era de total seriedad—. Mi papá podría buscar el arma y, si se da cuenta de que no está, me voy a meter en un gran problema.

     Noam dejó aparcada la moto y se sentó a mi lado.

     —Oye, ¿en serio sabes usar el arma?

     —¿Por qué crees que te mentiría?

     —No sé, no tienes pinta de saber usar armas.

     —Es muy tonto lo que dices.

     —¿Por qué tonto?

     —Porque Ted Bundy no tenía pinta de asesino y mató a más de treinta personas.

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now