XXXII

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Noam


Ayer aprendí que, al menos para mí, es mucho más agotador manejar un auto que una moto. Pero, si el cansancio fue el precio de la maravillosa tarde que pasé con Brid, lo haría una y otra vez. Por la mañana, mi cuerpo me suplicó unas horas extras de sueño, y se las concedí. Alrededor de las once, luego de haber dormido lo suficiente como para recuperarme, me desperté con las energías renovadas. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue la luz tintineante de mi celular. Lo tomé y miré que tenía varias notificaciones, entre ellas una llamada perdida de Ángela y un mensaje de Brid.

     En primer lugar, leí el mensaje de Brid. Me lo mandó hace una hora.

     Brid: ¿Ya te despertaste? Te quiero hacer una pregunta.

     Yo: Unas disculpas por no haber contestado antes. Hoy me levanté algo tarde. ¿Qué me querías preguntar?

     Me quedé a la espera de su respuesta por unos momentos, pero tenía pinta de que iba a tardar un poco. Entonces, decidí devolverle la llamada a Ángela, que, de seguro, estaba preocupada por mí y me quería preguntar cómo iba todo con Brid.

     El celular solo sonó dos veces y me contestó.

     —Hola, Ángela, ¿me habías llamado?

     —Sí, una disculpa por llamarte tan temprano. —Se disculpó, apenada—. Buenos días, por cierto.

     —Tranquila, no pasa nada. Dime para qué me llamabas.

     —Te llamaba para saber cómo estabas —me respondió—. Y también para preguntarte qué tal están yendo las cosas con Brid. No me volviste a informar de nada.

     —No te volví a llamar porque no lo vi necesario —le respondí. Me levanté, me dirigí al baño de mi habitación, me eché agua en la cara y proseguí—: Las cosas han mejorado bastante. Más de lo que hubiera imaginado.

     —¿Lo dices en serio? —me dijo, como si estuviera sorprendida y alegre a la vez—. Pero ¿ella sabe que tú sabes...?

     —No, aún no lo sabe —le respondí, suspirando—. ¿Crees que llegó la hora de decírselo?

     —¿Tú sientes que es el momento adecuado?

     —Es que siento una carga cada vez que pienso que le estoy ocultando eso.

     —Ah, entiendo...

     —¿Tú no lo ves necesario? —le pregunté, dudando de mi decisión.

     —Si eso te quitará un peso de encima, tendrás que hacerlo.

     —Aunque eso signifique correr el riesgo de que se enoje y no me vuelva a hablar por mentirle...

     —Es un riesgo que debes tomar, Noam. Pero tú tranquilo. Sé que puedes hablar con ella de manera que no se sienta incómoda o enojada.

     —Ojalá no tuviese que decírselo, ¿sabes? —Abrí la ventana de mi habitación para que entrara el sol—. Te repito lo que te dije antes: ¡Hay una gran posibilidad de que Brid no me vuelva a hablar después de esto!

     —No hace falta que te pongas así —me dijo al escucharme alzar mi tono de voz.

     —Lo siento si te levanté la voz —Me disculpé. La amistad que tenía con Ángela era tan pura que cualquier subida de tono en mi voz, por pequeña que fuera, se me hacía una falta de respeto—. Solo quiero que entiendas que no sé cómo decirle que sí encontré la hoja y le mentí.

     —Debes encontrar la manera, Noam. Recuerda que no queda mucho para que regreses a la universidad. ¿Qué pasará cuando ya no estés aquí? —Se quedó en silenció, esperando que le respondiera. Pero, al ver que yo no decía nada, prosiguió—: ¿Quieres que te lo diga? Bueno, la chica se sucumbirá en su depresión de nuevo. ¿Y cómo puedes evitar eso? No sé, tal vez ayudándola a buscar una solución a su problema. Creo que es más que necesario que hablen de ello.

     —Puede que venga a verla todos los fines de semana. —le dije, pensando a futuro—. Lo que pasa es que...

     —¿Qué pasa? —me preguntó, impaciente.

     —¿No te había contado que empecé a sentir algo por Brid? —le respondí, sabiendo que era la primera vez que lo decía—. Creo que estoy enamorado de ella.

     Angela esperó unos segundos antes de responderme.

     —Supongo que eso lo complica aún más para ti...

     —Como no te imaginas —aseguré—. Pero te prometo que intentaré decírselo la próxima vez que la vea.

     —Bueno, si la ves hoy u otro día, inténtalo. —Ángela sonaba más condescendiente que hace unos instantes—. Y no te preocupes. Todo saldrá bien.

     —Gracias por preocuparte, Ángela. Sé que solo intentas ayudarme.

     —Para eso estamos los amigos —afirmó. Escuché como Ángela cerraba una puerta, tal vez la de su habitación—. Hablamos luego, Noam. Voy de salida con mis padres.

     —Cuídate mucho y disfruta de tu salida.

     Corté la llamada. Me senté en la silla que tenía en mi habitación, miré por la ventana y reflexioné mientras veía la calle. Estaba claro que mi miedo a perder a Brid me inducía a no decirle nada. Sin embargo, dejando de lado lo que sentía por ella, necesitaba pensar con madurez y hacer lo correcto.

     Escuché que mi celular sonó. Era la respuesta de Brid a mi último mensaje.

     Brid: No te preocupes. Te quería preguntar si estarás en tu casa hoy en la noche.

     Aunque hubiera tenido planes, los habría cancelado por ella.

     Yo: Sí, sí estaré en mi casa. Dime qué necesitas.

     Brid: No necesito nada, no te preocupes. Simplemente, te quería avisar que, cerca de la medianoche, iré al famoso banco que está en frente de tu casa, por si quieres salir a verme y platicar un rato.

     Yo: Me encantaría, Brid. Aprecio mucho que me estés avisando.

     Brid: Bueno, te veré en la noche.

     Me emocionaba saber que volvería a ver a Brid esta noche, de hecho, si por mí hubiera sido, la habría visto todos los días a todas horas. La cuestión crucial era que, en cuanto la viera, necesitaba confesarle la verdad, o por lo menos intentarlo, tal y como como se lo había prometido a Ángela.

     Todavía quedaban muchas horas para que ese momento llegara, así que, para oxigenarme, decidí salir a dar una vuelta en una de mis motos.  

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now