XXXIII

596 21 2
                                    


Brid


Esta mañana, poco después de despertar, ansiosa por ver a Noam de nuevo, le mandé un mensaje para que nos reuniéramos a la medianoche, donde siempre. Pasó una hora antes de que me respondiera, pero su entusiasmo ante mi propuesta me revolvió de emoción por dentro. En cierto modo, sabiendo cómo había sido en el pasado, me avergonzaba mostrarme tan... ¿necesitada de otra persona?. No entendía mi comportamiento ahora mismo. Solo sabía que quería estar con él tanto como fuera posible.

     Bajé a la cocina para buscar algo de comer y miré que mi papá me había dejado una nota en la mesa del comedor. Con curiosidad, la tomé y la leí.

     Brid, se me olvidó decirte que estuvieras atenta a una entrega de pinturas que llegara en cualquier momento del día. ¿Adivina qué? ¡Pintaremos la casa antes de año nuevo! Hace tiempo me dijiste que te gustaría ver la casa de otro color, y quiero cumplirte ese deseo. Me dices tu opinión en la noche.

     Tu papá, el que te ama mucho

     Ni siquiera yo recordaba haberle comentado a mi papá que quería otro color para la casa. A lo mejor se lo había dicho a principios de año, cuando no estaba tan hundida en mi miseria, al menos no tanto como en este segundo semestre. En fin, me parecía lindo que quisiera cumplir hasta mis más insignificantes deseos.

     Retornando a lo que había venido a la cocina, en lugar de optar por uno de mis desayunos comunes, me propuse hacerme un licuado. Saqué la leche del refrigerador, tomé unos bananos y unas rodajas de sandía. Metí todo lo anterior en la jarra de la licuadora y presioné el botón hasta que el batido quedó listo. Lo serví en un vaso, le di un sorbo y quedé encantada con su sabor. No estaría mal considerar la opción de preparar licuados más a menudo.

     Poco después, escuché el sonido del timbre. Debe ser la entrega de las pinturas, pensé. Dejé mi licuado en la mesa de la cocina, fui a atender y me encontré con el mismo repartidor de las últimas ocasiones.

     —¿Tú de nuevo? —le pregunté, y fruncí el ceño, pero fue más por sorpresa que por cualquier otra cosa.

     —Yo de nuevo —me respondió él riendo—. La noto un poco... ¿sorprendida? ¿Esperaba que viniera alguien más?

     —De hecho, sí. No pensé que también hicieras entregas de pinturas.

     —Ah, entiendo —dijo él, comprendiendo mi punto—. Permítame explicarle. Somos una empresa de entrega que colabora con diversos negocios, lo que quiere decir que podemos hacer entregas de pinturas, herramientas y otros productos.

     —Ahora entiendo —le dije mientras abría la puerta por completo para dejarlo pasar con las pinturas—. Puedes dejarlas donde dejaste las herramientas la última vez.

     —Como usted diga.

     De inmediato, dejó todas las latas de pinturas bien colocadas. Antes de que se fuera, se volvió hacía a mí y me dijo:

     —¿Sabe?, hoy noto algo diferente en su mirada. Está como más brillante.

     —¿Crees que se deba a una enfermedad? —le pregunté en tono de broma.

     —A la enfermedad del amor, tal vez.

     Me reí sin poder evitarlo.

     —¿Por qué lo dices?

     —Conozco esa mirada —me dijo él, sonriendo si estuviera recordando momentos felices—. Era la misma que tenía yo cuando estaba enamorado.

     —Lamento que digas «enamorado» en pasado.

     —También lo lamento. —Noté decepción en su rostro—. En fin, no estábamos hablando de mí, sino de usted.

     —Entonces —le dije, volviendo a centrar la conversación en mí—, ¿mi enamoramiento queda en evidencia a través de mi mirada?

     —Yo pienso que sí.

     Me sentía... ¿enamorada? No sabría definirlo con precisión, pues, a lo largo de mis diecinueve años, no recordaba haber sentido un enamoramiento genuino. Ninguna sensación previa, que yo recordara, se comparaba a esta.

     —Supongo que tienes razón —admití—. Conocí a un chico hace no mucho y no sé en qué momento me empecé a enamorar de él.

     —Así es el amor. Uno no puede decidir de quién se enamora ni el momento. Simplemente pasa. Y, si es correspondido, mejor.

     —Hoy podría confirmar si es correspondido o no.

     No sabía con exactitud si hablaría abiertamente del tema con Noam esta noche, pero planeaba hacer alguna broma que diera la entrada a esos temas amorosos.

     —Ah, ¿entonces no está segura?

     —No del todo.

     —Dicen por ahí que, si quieres saber si alguien te quiere de verdad, te tienes que fijar en lo que hace y no en lo que te dice.

     Estas palabras me dejaron pensando.

     De sobra, Noam respaldaba su cariño hacia mí con sus acciones. Ahora bien, tenía la duda de si el afecto que sentía por mí estaba relacionado con el amor romántico o si tan solo me veía como una simple amiga.

     —Él ha hecho cosas lindas por mí. —Acompañé al repartidor a la puerta—. Estoy segura de que siente algo por mí, ya sea cariño amistoso o amoroso.

     —Espero que la corresponda como usted quiere —me dijo él con toda la buena intención del mundo, y se despidió. 

     —Gracias por tu deseo. —Me despedí también—. Ten un buen día.

     Regresé a terminarme mi licuado, deseando que las horas pasaran volando hasta la llegada de la medianoche.



Anocheció por fin. Mi papá, cambiando su rutina, se fue a la cama tempranísimo. Al parecer, hoy había sido un día agotador para él. Como no podía esperar más, pensé que no habría problema si me iba unas horas antes de medianoche. Además, no había motivos para pensar que Noam no estaría en su casa.

     Salí de mi casa, como de costumbre, tratando de hacer el menor ruido posible para que mi papá no escuchara, y tomé rumbo hacia el centro del vecindario. Caminar por el vecindario a en las primeras horas de la noche era distinto, en concreto, me cruzaba con más personas por las calles. A medianoche, esto no pasaba. Pero bueno, no me importaba pasar estas incomodidades con tal de ver a Noam.

     Luego de toparme con unas cuantas personas más, llegué a la casa de Noam. Quise sentarme en el mítico banco, que ya sentía como propio, pero miré que estaba ocupado por una pareja. Saqué mi celular y llamé a Noam para que saliera, mas no me contestó. Lo intenté unas cuantas veces más y obtuve el mismo resultado. No tuve de otra que ir a la puerta y tocar el timbre.

     No hubo necesidad de tocar más de una vez, puesto que la mamá de Noam atendió rápido.

     —Hola, señora, buenas noches. —La saludé, tratando de ser amable.

     —Hola, Brid, qué sorpresa. —Me saludó ella con la misma amabilidad—. ¿Cómo estás?

     —Muy bien, ¿y usted?

     —Todo bien, igual. Me imagino que buscas a Noam.

     —Así es, me descubrió. —Me reí, algo apenada—. ¿Sabe si él está en casa? Acabo de llamarlo y no me contestó.

     —Sí, sí esta —me respondió mientras me invitaba a entrar a la casa—. Puedes ir a buscarlo a su habitación, si quieres. Es la primera del pasillo izquierdo.

     —Está bien, señora. Muchas gracias.

Esto no estaba en el guion de esta noche. Pero, de todas formas, me intrigaba conocer la habitación de Noam. Así pues, subí las escaleras, llegué a la puerta de la habitación y le di varios toques.

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now