XLVI

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Noam


Cuando Brid y yo nos quedamos solos, después de que el señor Lorenzo se fuera a comprar comida, pensé: «Es ahora o nunca». No sabía si eran las circunstancias perfectas o no, pero tenía claro que esta casualidad resultaba ideal para tener la plática que teníamos pendiente. Se generó una tensión en el ambiente, y ninguno de los dos parecía querer soltar palabra alguna. No obstante, consciente de que no debía dejar pasar la oportunidad, me armé de valor y le dije que era una buen momento para que pudiéramos hablar sin interrupciones.

     —Sé que te mentí al decirte que no había encontrado la nota. —Saqué a flote el tema crucial—. Y créeme, siento mucho haberte mentido así.

     La miré a los ojos, esperando que dijera algo, pero ella solo me miraba sin inmutarse.

     —Planeaba decírtelo —proseguí—, justo el día que encontraste la hoja en mi habitación. Pero no encontraba el valor para hacerlo. Por eso, esa noche, actuaba de forma extraña.

     Paré de hablar por un momento, pero ella me hizo un gesto para que continuara. Alegre de que tuviera la disposición de escuchar todo lo que tenía que decir, tragué saliva y continué con más confianza.

     —No quiero que pienses que todas las cosas que hice por ti fueron por lástima. Yo sí siento algo por ti, Brid. Me caíste bien desde el primer momento que te vi en el centro del vecindario. Si hubiera encontrado la nota o no, no habría cambiado ese hecho. Te repito lo que te dije ayer: eres la chica más especial para mí.

     Advertí que se sonrojó. Esperaba que, en este punto, sí me dijera algo, y, por fortuna, así fue.

     —Te creo —me dijo, bajando la mirada—. Pienso que, si hubiera estado en tu lugar, también me habría costado encontrar el momento para decírmelo.

     —¿De verdad me crees?

     —Sí —afirmó ella—. Ya no le demos más vueltas al tema.

     —¿Quiere decir que me disculpas?

     —Sí, te disculpo.

     —¿Las cosas volverán a ser como antes? —le pregunté, ilusionado.

     —Claro —me respondió ella, al borde de dibujar una sonrisa—, ¿por qué no?

     Sentí la más pura felicidad al escuchar las palabras de Brid. Había logrado mi objetivo; las cosas volverían a ser como antes. Ahora bien, mi conversación con ella no había terminado; aún tenía que decirle lo que me repitió Ángela en varias ocasiones: la importancia de aconsejar a Brid de que volviera a buscar ayuda profesional. Era algo necesario para asegurar su completa recuperación en el aspecto emocional.

     —Brid, ¿has pensando en regresar a terapia?

     —¿Regresar a terapia? —Su rostro se llenó de tensión—. Ni loca regreso a ese lugar.

     Debí suponer que sería demasiado bueno que, aparte de perdonarme, estuviera dispuesta a considerar la idea de regresar a terapia.

     —En casos como los tuyos, es necesario buscar ayuda. No puedes manejar la situación tú sola.

     —¡No volveré, Noam! —me dijo, alzando el tono de voz. Luego, se dio cuenta de que se había exaltado un poco, trató de volver a la calma y agregó—: ¿Sabes? Creo que tú me has ayudado a manejar esta situación mejor. Te confieso que también me gustas, es más, estoy enamorada de ti. Si te mantienes a mi lado, puede que lo supere todo.

     —Yo me mantendré a tu lado, Brid, te lo prometo, pero necesitas buscar ayuda. Hay conflictos internos que no se pueden resolver por uno mismo. Tienes que entenderlo.

     —¡No! —Esta vez sí noté verdadero enojo en la voz de Brid—. ¡No volveré y punto!

     —Pero...

     —¡Nada, Noam! Respeta mi decisión.

     —No puedo respetar una decisión que no está bien.

     Terminé de desatar el enojo de Brid con esto último que dije. La verdad, no entendía por qué se exaltaba tanto. Quiero decir, no le estaba dando un mal consejo. Todo era por su bien.

     —¿Acaso estás en mis zapatos para saber qué está bien y qué no? —me preguntó, ruborizada por el enfado.

     —Sé que no tengo idea de lo que has pasado —aclaré—, pero solo quiero lo mejor para ti. Y creo que, si regresas a terapia y tienes la voluntad de mejorar, podrías recuperar tu estabilidad emocional.

     —Tú mismo lo dijiste, no sabes una mierda por lo que he pasado.

     —No hay necesidad de que te ponga así. —Me puse serio—. Entiende que nada de lo que te estoy diciendo es con mala intención.

     —Tú entiéndeme a mí.

     —Brid...

     —Creo que seguimos teniendo un problema, Noam. —Sin decir más, Brid se dirigió a su habitación.

     —¡Espera! —le dije—. Tu papá regresará con la comida y tenemos que estar todos juntos para celebrar.

     Ignoró mi llamado y me dejó a solas en la sala de la casa. Los últimos diez minutos habían sido tan agridulces, ya que conseguí arreglar un problema con Brid, pero no evité que se produjera otro.

     El silencio de la casa me acompañó hasta que llegó el señor Lorenzo.

     —Qué pena con usted —le dije cuando entró a la casa—. Me surgió un inconveniente y me tengo que ir.

     Preferí inventarme algo para irme. No me sentiría cómodo si me quedaba, mucho peor sin la presencia de Brid.

     —No me digas... —La cara del señor Lorenzo fue de lamento absoluto—. ¿Y Brid dónde está?

     —Subió a su habitación.

     —¿Por qué te dejó solo?

     —Me dijo que tenía que hacer algo —mentí.

     —Ah, qué lástima que te tengas que ir, Noam. —Se volvió a lamentar—. De todas formas, gracias por todo. ¿Quieres llevarte la comida? Te compré una bandeja para ti solo como regalo.

     —Por supuesto. —Me habría sentido mal si le hubiera dicho que no—. Muchas gracias y nos vemos pronto, señor Lorenzo. Fue un placer ayudarlos.

     —Gracias a ti, muchacho.

     Con un desasosiego total, me subí a mi moto y la puse en marcha. No quería regresarme a mi casa ahora mismo, así que me iría a dar una vuelta por la ciudad, a fin de distraerme de lo que acababa de pasar. Sin embargo, mi idea sirvió de poco, pues no dejé de pensar en Brid, en cómo mi consejo de buscar ayuda la había sacado de quicio. Este enojo le ganaba por mucho al de haberle mentido acerca de la hoja.

     Alcancé una gran velocidad sin tener toda mi concentración en la carretera. Si Ángela se hubiera dado cuenta de que no iba centrado mientras manejaba, me habría echado la bronca. Y desearía haber estado más concentrado, porque habría visto el bus que estaba dando marcha atrás en una calle, lo habría esquivado y no habría chocado contra él...

Más de allá que de acá ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora