XXVI

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Noam


La cena navideña se desarrolló en un ambiente tan fraternal que parecía que todos nos conocíamos de años atrás. El papá de Brid se llevó de maravilla con mis padres desde el primer momento, y conversó con ellos sobre diversos temas, como política, deportes, música, entre otros. Yo, por mi parte, me aseguré de que Brid se sintiera cómoda. No obstante, la veía más enfocada en su papá que en ella misma. Se notaba que su comodidad dependía, en gran medida, de cómo se la estuviera pasando él.

     Mi mamá nos confesó que tenía dudas acerca de la cena, porque era la primera vez que preparaba un pavo relleno de carne, aderezado con naranja y romero. Pero, cuando todos lo probamos, llegamos a la conclusión unánime de que le había quedado delicioso, lo que provocó que ella soltara una carcajada de alivio.

     —Muchas gracias a todos. —Nos agradeció mi mamá con una sonrisa—. Sabía que estaba tomando un riesgo al preparar esta receta, pero me alegra tanto que hayas salido bien.

     —Soy un afortunado de tener una esposa como ella —dijo mi papá, mirando a mi mamá con ojos llenos de amor.

     —Creo que es la mejor cena navideña que hemos tenido en años, ¿verdad, Brid? —agregó el papá de Brid mientras miraba a su hija.

     Brid solo asintió con la cabeza.

     —¿Tú y Brid viven solos? —le preguntó mi papá al de Brid.

     A mí parecer, fue una pregunta demasiado personal. Es decir, mi papá, de forma indirecta, estaba preguntando por la mamá de Brid.

     —Así es —respondió el papá de Brid—. Por ahora, vivimos solos.

     —¿Y dónde está la mamá de Brid? —preguntó mi papá. Esta vez, sí se pasó. Ni siquiera yo le había preguntado a Brid sobre su mamá—. Hubiera sido bonito que ella nos acompañara esta noche.

     Miré a Brid y percibí su incomodidad. El señor Lorenzo parecía tener la misma sensación, pero, con todo, contestó:

     —Sí, hubiera sido bonito, pero, lastimosamente, ya no está con nosotros.

     —Oh, lo siento mucho... —dijo mi papa, que se dio cuenta tarde de que su pregunta había sido inapropiada.

     Hubo un breve silencio en la mesa, y nadie se mostraba dispuesto a romperlo. Por lo tanto, recaía en mí el peso de acabar con este momento incómodo. Mi mirada se posó en el vino mi mamá había puesto en el centro de la mesa y, al instante, se me ocurrió una idea. Me imaginé que ella tendría planeado hacer el brindis más tarde, pero, en vista de las circunstancias, pensé que lo mejor sería hacerlo ahora.

     —¿Qué les parece si hacemos un brindis? —Me levanté de prisa, fui a la cocina por cinco copas, se las entregué una a cada uno, abrí el vino y les serví a todos—. ¡Brindemos por un año lleno de éxitos!

     —¿Eso no se hace en año nuevo? —me preguntó Brid con el ceño fruncido.

     —Oh, ¿sí? —le respondí con una risa apenada—. Pero no tiene nada de malo hacerlo ahora, ¿verdad? Además, no sabemos si pasaremos juntos el año nuevo.

     —Es un buen punto —dijo el papá de Brid, apoyándome—. No dejemos para otro día lo que podemos hacer hoy.

     Las palabras del papá de Brid animaron a todos a alzar sus copas y hacer el brindis. Luego, continuamos hablando de otros temas, que no implicaron preguntas incómodas. Menos mal. Supongo que, después de todo, la noche estaba en camino a terminar bien.

     Y, así, llegó la hora de que Brid y su papá se marcharan. Es cierto que, a lo largo de la velada, no hablé mucho con Brid, pues optó por quedarse en silencio durante largos periodos, pero, de todos modos, su mera presencia aquí me llenó de alegría. Y sé que a ella también le alegró, aunque no mostrara signos evidentes de ello.

     Acompañé a Brid y a su papá a la puerta. Quería tener un último cruce de palabras con ellos.

     —¿Qué tal la pasaron esta noche? —les pregunté, esperando una respuesta positiva.

     —Me pareció una excelente cena navideña, Noam —respondió el papá de Brid—. Me sentí en familia con tu compañía y la de tus padres.

     —Me da mucho gusto escuchar sus palabras, señor Lorenzo —dije, y luego me dirigí a Brid. Creo que pensó que la respuesta de su papá hablaba por los dos, pero necesitaba que ella, desde su perspectiva, me diera su opinión—. ¿Y tú, Brid? ¿Qué tal la pasaste?

     —Opino, más o menos, lo que dijo mi papá —respondió ella—. Me gustó mucho la receta de tu mamá.

     —Eso se notó —aseguró el papá de Brid, mirando a su hija—. Hace tiempo que no te veía disfrutar una comida como la de esta noche.

     —¡Papá...! —Brid le lanzó una mirada que chirriaba reclamos.

     —No te enojes —le pidió él, riéndose con suavidad.

     —Me alegra que esta noche haya sido agradable para ti —le dije a Brid—. Muchas gracias por haber venido.

     —Gracias a ti por invitarnos. —Me agradeció Brid con sinceridad—. Se podría decir que eres el salvador de nuestra navidad.

     —Es cierto —asintió el papá de Brid con una sonrisa—. Tú eres todo lo contrario al Grinch, muchacho.

     Solo pude reír ante ese último comentario. Antes de despedirme de ellos, les recordé que, al igual que hoy, estaban invitados para la cena que haríamos en año nuevo. Me aseguraron que tomarían en cuenta mi propuesta. Sabía que era poco probable que vinieran otra vez, ya que lo de hoy fue una casualidad por la caída de sus planes originales. Pero soñar no costaba nada.

     Al entrar a mi casa, revisé mi celular y miré que estaba lleno de mensajes. Eran mis compañeros de universidad, invitándome a una fiesta navideña en la que ellos se encontraban. Inclusive, me mandaron fotos para convencerme, mostrando lo bien que se lo estaban pasando. Sin embargo, no tenía ganas de ir a ningún lado. Decidí hacerles caso omiso y, en cambio, le mandé un mensaje a Brid, pidiéndole que me avisara cuando llegara a su casa. 

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now