XLV

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Brid


Noam se ofreció para darme consejos y así mejorar aún más mi manera de pintar. Pasó exactamente una de las cosas que había pedido para este día. Yo no creía en la famosa ley de atracción, esta vez me funcionó. Sin embargo, dado que mi trabajo no era tan malo y no había muchas técnicas nuevas que enseñarme, no estuvo a mi lado por mucho tiempo. Aun así, disfruté sobremanera el hecho de tenerlo cerca de mí, aunque solo fuera por unos pocos minutos.

     ¿Era un buen momento de decirle que quería hablar con él? Lo ideal habría sido hacerlo, pero algo en mi interior me lo impedía. Y no era una cuestión de orgullo, sino de un persistente resentimiento debido a su mentira. Esa herida no dejaba de estar fresca, por así decirlo.

     Sea como sea, antes de que volviera a su lugar para seguir pintando, intenté decírselo.

     —Noam, espera...

     De inmediato, él se volvió hacia mí.

     —Dime.

     Quería decirle que le daría la oportunidad de hablar, que la merecía, que tal vez estaba siendo exagerada con mi resentimiento, o mejor dicho, algo infantil. Tenía tanto por expresarle y... no... no podía sacar las palabras. Había una parte de mí que me decía que lo correcto era abrirme con él y arreglar las cosas, pero la otra insistía en lo contrario. Estas emociones encontradas generaban un corto circuito en mi interior.

     La triste realidad era que siempre había sido así: una experta en reprimir mis emociones, en guardarme todo para mí. En efecto, este era mi rasgo tóxico conmigo misma. A veces me parecía que estaba bien mantenerme así, y otras me odiaba por ser incapaz de expresar lo que sentía. Aquí no había término medio.

     —Muchas gracias por los consejos —le dije por fin después de unos segundos.

     —¿Solo eso? —me preguntó él, que, desde luego, esperaba que le dijera algo más.

     —¿A qué te refieres?

     —Pensé que me dirías algo más. —Esbozó una media sonrisa.

     — No, no, qué va —le mentí. Me odié por mentirle así. A este punto, si lo veía de manera objetiva, no era justo que me comportara así con él—. Solo te quería decir eso.

     La tarde siguió avanzando y, en un momento determinado, mi papá se acercó a Noam y lo volvió a llenar de felicitaciones, combinadas con agradecimientos, por su trabajo.

     —Noam, sigo pensando que, de alguna forma, debería pagarte por tu gran trabajo —le dijo mi papá, admirado.

     —Y yo le insisto en que no es necesario —le respondió Noam, negando con un gesto y, al mismo tiempo, riendo—. Además, he descubierto que disfruto bastante pintando.

     —Si te dedicas a esto, serás el mejor pintor del estado.

     —Agradezco que tenga esa opinión de mí, señor Lorenzo.

     —No es para menos, Noam. Si sigues a este ritmo, terminaremos hoy. No habrá necesidad de tomarnos todo el fin de semana.

     —Si me preguntan a mí, creo que sí terminaremos hoy —opiné yo—. No falta mucho que digamos.

     —¿Tú crees? —me dijo Noam, que se tomó el tiempo para ver el progreso que llevábamos—. Puede que Brid tenga razón. No falta mucho para terminar.

     —¡Sigamos! —dijo mi papá, aplaudiendo para dar ánimos.

     Noam regresó a su trabajo con una motivación renovada. El haber visto la posibilidad de terminar hoy lo incitó a aumentar su esfuerzo, que, de por sí, ya había sido extraordinario.

     Admiraba mucho a Noam por su habilidad para hallar emoción en cosas tan sencillas como estas. Me parecía tan raro el haberme enamorado de una persona que era todo lo contrario a mí. La vida de Noam estaba impregnada de colores alegres, y la mía de tonos tristes. Quizá eso era lo que me llamaba tanto la atención de él.

     Al final del día, gracias al arduo trabajo de Noam, logramos terminar de pintar la casa. Mi papá no lo podía creer. Yo tampoco. Noam solo se reía. La casa había quedado hermosa. Los tres estuvimos observándola durante un rato. Luego, Noam, que no quería dejar de hacer cosas, llevó las latas de pintura hacia la parte trasera, donde las guardaríamos para futuros usos.

     —¡Logramos terminar! —dijo mi papá, aplaudiendo mientras entrábamos a la casa. Acto seguido, miró a Noam y agregó—: Y todo gracias a ti, muchacho.

     —Fue un placer —dijo Noam, rascándose la cabeza con timidez—. Me alegra que hayamos terminado un día antes. Es muy satisfactorio.

     —Esto merece una celebración, chicos. —Mi papá se dispuso a salir de la casa—. Volveré enseguida con algo para celebrar.

     ¿Mi papá se iba a ir y nos dejaría solos? ¡No! Digo, ¡sí! ¡Ah! No sabía qué sentir.

     —¿A dónde vas, papá?

     Mi papá se volvió hacia nosotros antes de salir de la casa.

     —A comprar comida.

     —¿Por qué no la encargas

     —Iré al negocio donde compramos aquellos pollos con papas llenos de salsa —me respondió mi papá—. Ahí no hacen envíos a las casas.

     —Bueno, ve con cuidado —le dije, aceptando el hecho de que me quedaría sola con Noam.

     —Vuelvo enseguida, chicos —finalizó mi papá, saliendo de la casa.

     Por unos segundos, el silencio llenó el espacio entre Noam y yo. Creo que ambos esperábamos que al otro le diera por hablar. Pero él, al darse cuenta de que yo no hablaría, me dijo:

     —Brid, ¿sabes algo?

     —¿Qué?

     —Este es un buen momento para que hablemos sin interrupciones.

     Esta era una plática que ya no podía evadir. 

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now