XLVII

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Brid


Me tome el tiempo para escuchar cada palabra que salió de la boca de Noam. Su manera de expresarse denotaba un auténtico arrepentimiento. Si ya estaba dispuesta a perdonarlo antes, su sinceridad solo consolidó mi decisión. A partir de aquí, pensé que no habría más conflictos, que las cosas estaría bien entre nosotros. Sin embargo, el muy testarudo tenía que arruinarlo todo de nuevo. Según él, era necesario que regresara a terapia, algo que ni siquiera yo misma me había planteado en serio en los últimos meses.

     Mi opinión acerca de la terapia no era novedad. Había dejado las sesiones porque no sentía que me estuvieran ayudando; los supuestos avances jamás llegaron. Aunque, pensándolo mejor, sería injusto echarles toda la culpa a las sesiones en sí, pues, en parte, también reconocía mi falta de voluntad para mejorar. Aun así, a Noam no le correspondía presionarme para tomar dicha decisión. Él mismo admitió que no tenía idea por lo que yo pasaba y había pasado. Solo yo sabía. Punto.

     Me fui a encerrar a mi habitación y estuve así hasta que mi papá vino a buscarme. No tenía ánimos de levantarme y abrirle la puerta, pero, si no lo hacía, se enfermaría de la preocupación. Me imaginé que solo que quería saber por qué me había encerrado de repente.

     Me puse de pie, deseando no haberlo hecho, y abrí la puerta. Mi papá tenía una bandeja de comida en la mano.

     —¿Qué mosca te picó para que te encerraras de la nada? —me preguntó—. ¿Pasó algo con Noam?

     —No, no pasó nada con él —mentí—. Tan solo quería venir a hacer algo a mi habitación.

     Pensé que lo mejor sería bajar, así me ahorraría darle más explicaciones a mi papá.

     —Vamos a comer —agregué—. ¿Noam está en el comedor?

     —Noam se acaba de ir, Brid. Dijo que le surgió un inconveniente y tuvo que irse. ¿No lo sabías?

     ¿Noam se había ido? Esa no me la esperaba.

     —No, no me dijo nada.

     —De seguro, era algo importante. —Mi papá me pidió que lo siguiera a la mesa del comedor—. De todas formas, le di una bandeja de comida para que la llevara.

     He de decir que no tenía mucha hambre, pero, al igual que ayer, el aroma de la comida despertó mi apetito. Al tiempo que me sentaba en la mesa del comedor, le pedí a mi papá que me sirviera mi parte con un vaso de agua.

     —¿Noam no te dijo que volvería otro día a cenar con nosotros? —le pregunté, sintiéndome culpable. Yo era la máxima responsable de que se hubiera ido. Era bastante probable que le había mentido a mi papá sobre ese «inconveniente» que mencionó.

     —No, no me dijo nada —me respondió él—. Ojalá que te avise a ti y así organizamos otra cena cualquier otro día.

     —Ojalá que sí.

     —Es un gran chico, ¿verdad? Lo admiro por el enorme trabajo que hizo hoy. Y no solo por eso, sino que, además, se le nota a leguas que tiene un buen corazón.

     Mi papá no podía estar más acertado. Noam significaba eso y mucho más para mí. Todo esto en conjunto me hizo pensar que, quizá, había exagerado con mi reacción de hace rato. Al fin y al cabo, él solo buscaba mi bien.

     —Noam es increíble, papá —confesé, sacando lo que sentía—. Es la mejor persona que he conocido en mi vida.

     —Aún sigo shippeandolos. —Se rio—. A mí, como padre, me gustaría verte con alguien así. Creo que Noam sería un gran hombre para cualquier mujer.

     —Opino lo mismo que tú, papá. Veremos qué pasa. Espero que tu ship se haga realidad.

     Mi papá dejó de comer y encendió la televisión. A él le gustaba ver el noticiero a esta hora de la noche. En lo personal, era apática con respecto a las noticias, pero, al no tener otra distracción en este momento, me tocaría mirarlas. Los presentadores anunciaron una noticia de último momento: un joven motociclista había choca contra con un camión; su estado era grave e iba a ser traslado de emergencia al hospital.

     Observé las imágenes en la televisión, miré la moto del accidentado y su figura siendo llevada por los paramédicos. Mi corazón se encogió al percatarme de que la moto era idéntica a la Noam. Un escalofrió recorrió mi espalda cuando la cámara apuntó al cuerpo más de cerca, confirmando que era él. Llevaba la misma ropa que usó hoy, los mismos zapatos...

     —¿Es no es...? —me preguntó mi papá, que no podía creer lo que veía.

     —No puede ser, papá. —Sentí una presión horrible en mi pecho. Me costaba respirar. El miedo de perder a Noam me asfixiaba.

     —Cálmate, Brid —me pidió mi papá al ver que perdía el color en mi cara.

     Mi celular comenzó a sonar tras unos minutos. Lo tomé con dificultad, temblándome la mano. Contesté sin distinguir con claridad el número que me llamaba, con la falsa esperanza de que fuera Noam y me dijera que todo estaba bien, que no había pasado nada.

     —Hola —respondí la llamada con la voz temblorosa.

     —Hola, Brid. Soy la mamá de Noam. —La señora sollozaba—. Mi hijo acaba de tener un accidente y quedó gravemente herido. Está luchando entre la vida y la muerte.

     Escuchar el llanto de la señora provocó que las lágrimas rodaran sin control por mis mejillas. No sabía cómo responderle. Estaba en estado shock.

     —¿Brid? —insistió ella, que no paraba de llorar—. Estamos en el hospital.

     —Yo y mi papá iremos enseguida —le dije como pude, limpiando las lágrimas con mi mano.

     La llamada se cortó y le dije a mi papá que pidiera un taxi. Seguía temblando y derramando lágrimas. Antes de ir al hospital, me tomé unas pastillas para tranquilizarme. Sin embargo, no sé si funcionarían en este momento, ya que no podía estar tranquila al saber que Noam estaba luchando entre la vida y la muerte.

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now