XXXVI

591 18 0
                                    


Noam


Brid no respondió a ninguno de mis mensajes. Conciliar el sueño me costó un mundo, a tal punto de dormir apenas dos horas. Me dormí a las seis de la mañana y me desperté a las ocho. Sin embargo, para sorpresa mía, no me sentía cansado. Estaba enérgico. Si Brid me hubiera pedido que corriera a su casa para hablar, lo habría hecho con facilidad. Pero eso solo sucedería en mis sueños. De seguro, ella no tenía ganas ni de escuchar mi nombre. De su propia boca salió que no quería volver a saber nada de mí. No podía explicar cómo me desmoronaba cada vez que recordaba sus palabras.

     Mi mamá tocó la puerta de mi habitación. Yo, la verdad, no tenía ganas de hablar con nadie, pero le dije que podía pasar.

     —¿Quieres desayunar huevos rancheros con tocino? —me preguntó ella con toda la buena voluntad.

     No tenía una pizca de hambre, pero no podía despreciar la oferta de mi mamá.

     —Claro, mamá. Me encantaría. Hace tiempo que no como ese tipo de desayunos.

     —Oye, Noam. —Mi mamá se acercó y me miró más de cerca—. ¿Dormiste bien?

     —Por supuesto —aseguré, fingiendo que no entendía su pregunta—. ¿Por qué lo dices?

     —Noam, te conozco. A ti no se te forman las típicas ojeras cuando no duermes bien. Solo se te ve un cansancio peculiar en los ojos.

     Mi mamá me conocía más que yo mismo. Era una tarea imposible tratar de mentirle.

     —Está bien, lo admito. Anoche no dormí bien.

     —¿Y eso a qué se debió?

     —No sé, tan solo no podía dormir.

     —¿Tiene que ver con Brid? —me preguntó, entre preocupada y curiosa—. Ayer se fue muy rápido. Y, cuando se despidió de mí, no la vi con la mejor cara. ¿Tuvieron algún conflicto o algo?

     No le contaría toda la verdad a mi mamá, pero tampoco podía negar que Brid se había disgustado conmigo.

     —Sí, tuvimos una discusión y se fue enojada conmigo.

     —Entonces, mis sospechas eran ciertas.

     —¿No serás la mejor detective del mundo, ¿no? —le dije, mirándola con una pequeña sonrisa—. Primero aciertas con que dormí poco y luego con que tuve una discusión con Brid.

     —¿Tendré los mismos genes que Sherlock Holmes? —bromeó.

     —Eres, incluso, mejor que él. —Le seguí la broma.

     Mi mamá no salió de mi habitación sin antes decirme lo siguiente:

     —Tener discusiones es normal en cualquier relación. Ojalá tú y Brid arreglen las cosas pronto. Ella me agrada. Y sé que a ti también, mucho más de lo que a mí.

     —¿Y si ella no quiere hablar conmigo? —le pregunté, recordando lo enojada que se había puesto Brid.

     —Ya se le pasará. A menos que haya sido demasiado grave el motivo de la discusión. Tú sabrás si lo fue.

     El motivo de la discusión no fue grave, pensé, fue gravísimo. Mi mamá no sabía de la gravedad del asunto. Y era mejor que no lo supiera, por lo menos no de momento.

     —¿Tú crees que debería ir a su casa e intentar hablar con ella? —le pregunté, dudando si era una buena idea o no. La cuestión es que no veía probable que Brid me contestara los mensajes.

     —¿Ya intentaste mandarle un mensaje?

     —Sí. Ya lo intenté, pero siento que no me contestará.

     —Espera hoy —me aconsejó—. Si no recibes un mensaje de ella en todo este día, podrías ir a su casa mañana.

     Lo que decía mi mamá era lo más razonable, ya que ir a buscarla hoy sería demasiado desesperado.

     —Gracias por el consejo, mamá. Haré lo que dices.

     —Arriba esos ánimos —me dijo, haciendo un esfuerzo para animarme —. Ve a ducharte y baja a desayunar.

     Le hice caso a mi mamá. Me di una ducha de agua caliente que me ayudó mucho a relajarme. Me propuse olvidarme del tema de Brid lo más que pudiera durante todo el día. Iba a ser una tarea realmente difícil, sí, pero tenía que intentarlo si no quería enfermarme de ansiedad.



Al día siguiente, dormí casi diez horas y, aun así, mi cuerpo parecía más cansado que nunca. Miré la hora en mi celular: eran las once de la mañana. Hice un esfuerzo sobrehumano para levantarme e ir al baño a echarme agua en la cara, cosa que no ayudó mucho porque seguía con sueño. Solo quería regresar a mi cama y dormir otras diez horas. No obstante, a mis pensamientos vino Brid, y eso sí que me terminó por despertar.

     Volví a mi celular con la esperanza de encontrar un mensaje de Brid, pero, para mi decepción, no había respuestas de su parte. Y no era ninguna sorpresa. Se suponía que tenía que pasar, y pasó. Me tocaría ir a buscarla a su casa hoy, consciente de que corría el riesgo de que no me atendiera.

     Brid se la pasaba todo el día en su casa, así que no había problema si iba ahora mismo o en la noche. En última instancia, opté por irme entre las tres y cuatro de la tarde. Más o menos a la misma hora en la que le llevé café aquella vez.

     Un rato después, estaba listo, pero aún faltaban casi dos horas para las tres. Aunque podía irme ahora mismo, quería respetar la hora que establecí, pues, de alguna manera, me parecía mejor. Necesitaba hacer otra actividad que me ayudara a sobrellevar esta espera.

     No sé por qué, pero, en este momento, pensé en «elige tu manera de morir», el juego que a Brid le gustaba tanto. Teníamos rato de no jugarlo. ¿Algún día lo volveríamos a jugar? No tenía ni idea. Con todo, fui por una libreta, tomé un bolígrafo y escribí un par de opciones.

     Para la próxima vez que juegue con Brid.

     ¿Qué prefieres?

     ¿Morir comido por un cocodrilo o por la mordedura de una serpiente venenosa?

     ¿Morir en una explosión o de un tiro en la cabeza?

     ¿Morir por falta de sueño o por exponerse a una fuerte radiación?

Más de allá que de acá ©Where stories live. Discover now