XXIV

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 Noam


Anoche me quedé despierto hasta tarde, enganchado a mi PlayStation. Pero el desvelo valió la pena, pues logré terminar un juego que tenía pendiente desde hace semanas. Al despertar por la mañana, me froté los ojos, tomé mi celular y miré que Brid me había mandado un mensaje, en el que me pedía fuera a su casa en un rato, que necesitaba hablar conmigo. Era bastante anormal que Brid me pidiera que la visitara a una hora tan temprana. Y, para hacerlo más intrigante, no me dijo de qué quería platicar.

     Sea lo que sea que necesitara Brid, me alegraba que me quisiera ver. Con lo cual, sin perder mucho tiempo, me levanté, me bañé y me alisté con entusiasmo. Una vez listo, me dispuse a irme, pero antes tuve que saludar a mi mamá, que se encontraba en la cocina, ocupada preparando la cena navideña de la noche.

     —Buenos días, mamá.

     —Buen día, Noam. —Me quedó viendo de arriba abajo. Ella sabía que, por mi vestimenta, iba a salir—. ¿Para dónde vas?

     —A ver a alguien.

     —¿A la chica que mencionaste ayer?

     —Sí, me descubriste.

     —¿Vendrá a cenar hoy?

     —Eso está en duda, mamá. Ahorita iré a verla y tal vez pueda convencerla de que venga.

     —Ayer te vi seguro de que ella vendría.

     —¿En serio lo dije con seguridad? —le pregunté sin recordar bien el tono que había usado—. No lo recuerdo.

     —Ni te diste cuenta —me dijo, y se rio.

     Me despedí de ella y me dirigí al garaje para buscar una de mis motos. Esta vez no usaría la nueva, sino la de toda la vida. La limpié con un trapo para que no perdiera el efecto reluciente, saqué las llaves y la encendí. Justo antes de arrancar, advertí que no había desayunado nada. Mi estomago empezó a quejarse, recordándome mi falta de responsabilidad afectiva con él. Me planteé que podía ir a la cafetería y comprar algo sin demorarme mucho. Sin darle más vueltas, aposté por ello y me puse en marcha tan rápido como un rayo.

     Llegué a la cafetería en menos de un minuto, entré rápido y, para mi buena fortuna, Albert estaba atendiendo. Él me atendería en la máxima brevedad, sin duda. Le pedí que me sirviera lo mismo de siempre, que era un café caliente. Creo que tuvo la intención de sacarme plática, pero, en estos instantes, no disponía de tiempo de hablar con él. Lo único pude decirle fue que tenía mucha prisa.

     Cuando volví a la moto, me arrepentí de no haber comprado algún tipo de pan para llenarme. Tendrá que ser suficiente con el café, pensé mientras me lo bebía. Dejé el vaso hasta la mitad y miré que no había perdido más de cinco minutos en esto. Ahora sí, sin más dilaciones, podía irme a la casa de Brid. La velocidad que alcancé fue tan alta que llegar a mi destino me tomó alrededor de un minuto y medio. O eso creo. Tampoco era perfecto con mis cálculos.

     —Creí que vendrías antes —me dijo Brid al abrir la puerta.

     —Me dijiste en un rato —le recordé—. ¿Cuánto es eso para ti?

     Brid miró la hora en su celular.

     —Para mí, «un rato» son unos diez minutos, Noam. Pero bueno, lo importante es que estás aquí.

     —Cuéntame, ¿de qué quieres hablar? —le pregunté sin esconder mi curiosidad.

     —Creo que aceptar tu invitación para la cena navideña.

     —¡¿En seriooo?! —Alcé un poco la voz.

     —Sssh, no hables tan fuerte. Mi papá está en casa.

     —Lo siento. —Me puse la mano en la boca para callarme.

     —Tampoco exageres. —Se rio.

     —Me alegra mucho que vayas a venir a la cena.

     —Lo haré por mi papá —aclaró ella—. Me dijiste que podía llevarlo a él también, ¿no?

     Asentí con la cabeza.

     —La cosa es que los planes que teníamos para esta noche se cancelaron —prosiguió ella—. Noté a mi papá desanimado por eso y pensé que ir a tu cena navideña lo haría pasar una Nochebuena más... acogedora, por así decirlo.

     —¿Y ya se lo dijiste a tu papá? —le pregunté, entendiendo la situación—. ¿Crees que aceptará ir a una cena navideña con gente que no conoce?

     —Hablando de eso... Te pedí que vinieras porque quiero que lo invites tú.

     —¿Yo?

     —Sí, tú.

     Mi historia con los padres de las chicas no había sido para nada buena. Pero no me iba a echar para atrás por eso.

     —Está bien —acepté—. Entremos y le hago la invitación.

     Brid me pidió que la siguiera. Su papá estaba en la sala viendo televisión. Adelantándose a lo que pudiera decir su hija, se puso de pie y se presentó ante mí. Me dejó una buena impresión su educada manera de saludarme.

     —Mucho gusto, señor. Soy Noam.

     —A mí me puedes llamar Lorenzo o el papá de Brid. —Lo segundo lo dijo como bromeando—. Brid me ha hablado mucho de ti.

     —¿En serio? —Miré a Brid con una sonrisa.

     —No tenías que decir eso, papá. —Brid negó con la cabeza y miró a su papá molesta.

     —Bueno —dije, dirigiéndome al papá de Brid—, estoy aquí para hacerle una invitación a usted y a su hija.

     —¿Qué clase de invitación? —preguntó él.

     —Quiero invitarlos a la cena navideña que organizará mi mamá esta noche. Brid me dijo que no tienen nada planeado y pensé que sería agradable que la pasaran con nosotros.

     El papá de Brid se llenó de dudas.

     —¿No es mucha molestia que vayamos?

     —Para nada, señor. Brid es mi amiga y usted es su papá. Y mis padres estarán encantados de tenerlos por allá. Se lo aseguro.

     —¿Tú qué dices, Brid? —El papá de Brid miró a su hija.

     —No tenemos nada que hacer esta noche, ¿no? —le dijo ella, y él entendió que eso significaba que estaba de acuerdo.

     —Bien, si no es mucha molestia, le daremos el sí a tu invitación —aceptó él—. Muchas gracias por tu buena voluntad.

     No sé si ellos lo notaron, pero me puse muy nervioso durante toda esta conversación. Afortunadamente para mí, todo había salido bien. 

Más de allá que de acá ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant