Cinco

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Camino en silencio por los pasillos de la casa intentando aliviar el repentino ataque de pánico que me genero un sueño. Nada fuera de la común, pero por alguna razón me dio más fuerte que las últimas ocasiones, aún no se si fue la imagen de Reus mucho más clara de lo usual o si es por la angustia de que hoy debía empezar la "gira de la victoria" será muy divertido o eso es lo que Axel me lleva diciendo desde ayer, ver la cara de los tributos que ataque o me atacaron seguro es genial.

Me quito el pelo de la cara intentando no sentirme nerviosa, los últimos meses no fueron malos, tampoco buenos. Simplemente fueron, los momentos de felicidad puedo contarlos con una mano y ese hecho no me molestaba, llego un punto en que en realidad no me molestaba tanto. Llorar por las noches, despertar ir al restaurante, pasar todo el día cocinando, limpiar, hablar con Helga, cerrar, ir a casa, hablar con Axel, dormir y repetir el sistema. Así eran la mayoría de los días de la semana, no me permitía realmente pensar durante el día en lo mal que me sentía, para eso estaba la noche. La rutina es lo único que creo que me mantiene cuerda, eso y las cartas de mi nuevo... amigo por correspondencia que se niega a decirme su nombre.
A veces me encuentro mirando la luna desde una de las ventanas del segundo piso y la única vez que tenía la genuina idea de tirarme Syrus se asomó por su ventana (que queda al lado de la mía) y me hablo de las constelaciones, como eran las estrellas del cielo y que al igual que nosotros eran efímeras, podías verlas desde todos los ángulos posibles, luego me mandó a dormir y yo simplemente lo obedecí.

Me quiero morir, pero la vida sigue y si no voy a su paso simplemente me dejara atrás.

Alguien toca la puerta, miro a Axel salir de una de las puertas con velocidad. Él también me mira y ambos salimos corriendo intentando llegar primero que el otro a la entrada principal, lo empujo entre risas para tener un poco de ventaja. Él me toma del brazo casi tumbándome, el piso tiembla a mis pies y me inunda el pánico ante la cesación, me caigo cubriendo mi cabeza con mis manos, Axel se detiene.

- Sara -lo escucho hablar, pero juro que el piso de sigue moviendo a mis pies y una parte de mi espera ver edificios al rededor. Terminó en posición fetal unos segundos - Corazón.

Levanto de nuevo la cabeza, lo escucho, pero mi cerebro está muy ocupado pensando en que debo correr. Me acomoda, intentando levantarme, veo a Axel correr y por inercia busco con la mirada los escombros, estoy a punto de simplemente gritar cuando un par de manos me jalan para levantarme. Mis ojos conectan con los ojos profundos de Syrus. Miro alrededor con pánico, esperando a ver volar un hacha hacia mi cabeza o que el edificio se caiga sobre mí.

- Estas aquí, Sara. En el distrito cinco y te prometo que nadie va a llegar - me esconde en su pecho unos segundos - repite donde estas...

- distrito cinco - Susurro cerrándose los ojos e intentando recuperar el aire - distrito cinco, aldea de los vencedores.

Repito hasta que me calmo, cuando regreso a mí. Me aparato de golpe, intentando recomponer mi semblante usual.

Nos miramos uno segundos antes de que yo salga de la habitación casi corriendo, maldito Syrus y tu forma de entender casi todo. Quizás sea por experiencia o porque paso por lo mismo, me pregunto si tiene un trato diferente porque soy su primer "vencedora", como me han llamado la mayoría de las personas del capitolio que nos conocen a ambos.

Me quedo quita en la sala, mirando a todo mi equipo de preparación dirigir su mirada a mí.

- Sara - grita Mantes antes de abrazarme con fuerza - te extrañe tanto.

- yo a ti - me separo para ver su cabello ahora de un rosa intenso - Lindo cabello.

- Gracias - dice con algo de pena acomodándose el fleco - ¿Lista?

- Solo déjame decirle a la Harris que ya nos vamos y que cuide mi restaurante - dije, salude a todo el equipo. Les di la bienvenida y luego salí de allí.

°•<<•~~~~~~~°•🗡•°~~~~~~~•>>•°

Me acomodo en la silla mientras veo la ventana del tren en movimiento, Syrus y yo no hemos hablado en los cuatro días de viaje de lo ocurrido en la ventana o en el piso de mi casa, ya pasamos por el distrito doce y once. La gente pareció satisfecha con mis discursos de cómo sus tributos demostraron fuerza, pero que para ganar se necesitaba más que eso, apoyo y blah blah blah.

Durante la visita al once, la gente me ofreció una infinidad de semillas que no acepte. Incluso hable directamente que la madre de uno de los tributos caídos, le ofrecí disculpas casi en llanto y ella me dijo entre sollozos que no era mi culpa, que podía estar tranquila porque era una niña que fue obligada a pelear a muerte con niños, termine dándole públicamente toda la maldita joyería que traía encima, después me entere que estaba evaluada en mucho dinero y aun que Mantes se ofreció a regresar por ella, me negué. Pague de mi propio dinero con la esperanza de que aquella mujer pudiera mantenerse cómodamente aún que sea dos años con el oro que salió de mi vestuario.

Estuve dando vueltas a su comentario y de cierto modo tenia razón, no podía permitirme sentirme mal por todos los tributos que viera, terminaría tirándome del tren antes de llegar al uno. Así que a pesar de que ver a los chicos en aquellas grandes pantallas y a sus familias casi en llanto, yo me guardaba el dolor de pecho y las ganas de llorar, porque no tenía caso. No podía regresar les a sus hijos, hermanos, nietos, etc.

- Sara, ya - me levanto quitando las migajas de pan de mi falda, me enderezó intentando mentalizarse. Syrus toma mi mano y salimos, soy escoltada hasta el palacio de justicia del distrito - Nombres: Alcer y Naura.

- Que bonito nombre - suelto con ganas de morir.

- Edades: ella catorce años y él dieciséis - como Reus y yo pensé, pero no hable - Él murió por intoxicación y ella por la planta del edificio rojo.

Me quede congelada recordando la voz de Reus hablar del chico que se suicidio, me pregunté si la familia si asistirá o ya estaría en "otro lugar", junto a él.

No podía sacarme esa idea de la cabeza, me acomodaron frente a la puerta del edificio y los escuche empezar la cuenta regresiva, pero yo solo podía pensar en que Reus era el que sabía de esto, no tenía idea de que decir.

Las puertas se abren y me enderezó para dar un discurso que no sentía, por alguien que tenía mi respeto y el de mis compañeros. Pero al final de cuentas no podía hacer mucho más, ¿cierto?

 Pero al final de cuentas no podía hacer mucho más, ¿cierto?

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