Capítulo 21: Cumpleaños infeliz...

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La pequeña niña de 8 años, no, ahora tiene 9, se levantó de la cama, con una radiante sonrisa, esperando que este día sea diferente, sabiendo en el fondo de su corazón que lo será. Colocó su pequeña y delicada mano sobre el pomo de la puerta, en el segundo que la habitación fue abierta para el mundo exterior, los gritos aturdieron sus oídos.

Avanzó con pasos lentos y temerosos, en dirección al comedor, dibujó una gran sonrisa en su rostro, esperando ansiosa poner el pie derecho en el lugar para que todos le griten la palabra que siempre ha querido escuchar: ¡sorpresa!

No obstante, cuando llegó al comedor, lo que halló fue caos total. Su madre andando de un lado al otro, con las manos en la cabeza tirando de su cabello, su abuela maldiciendo a todos los cielos por no permitirles ser siempre los mejores y su tío, está sentado, pensativo y algo reflexivo con respecto a la situación.

—Maldita sea con esa mujer, por qué tenía que hacer la misma empresa que nosotros, por qué el mismo tipo de producto.

—De esas hay muchas en el mundo, no entiendo de que te quejas, está intentando hacerse conocida como todos en el mundo—intervino su hermano.

—Carajo, Aries, eres un inútil que todo lo piensa para bien. Debemos atacar esa empresa y destruirla, sino será la tierra que nos asfixiará en el agujero del cementerio.

—Así como nuestros tatarabuelos se esforzaron por levantar los cimientos de lo que tenemos ahora y nadie se involucró, deberías ser de la misma manera, quedarte ajena a algo que no te corresponde. A fin de cuentas, los consumidores son los que eligen con quien quedarse, nuestro trabajo es mejorar los productos y la calidad del servicio al cliente.

—Eres muy blando, mamá, por qué rayos tiene que ser el CEO, la que merece el puesto soy yo. Si me hubieran elegido a mí, la empresa estaría siempre en el primer lugar.

—Adelante, te regalo el puesto y dime si podrás mantener a flote la empresa.

—Estúpido—voceó al lanzar una taza de vidrio al suelo, haciéndola añicos y
provocando que la pequeña que estaba oculta estallara en llanto—, genial, ahora la mocosa está llorando—se quejó al tirar de su cabello—, alguien llévesela—elevó la voz con tedio—, donde están los inútiles que trabajan aquí. ¡Que se lleven a la chiquilla!

—Jennifer, tu hija está llorando—recordó su hermano.

La servidumbre acudió, tomaron de la mano a la pequeña, listos para encerrarla en su habitación y así no perturbe la paz, no obstante, su tío acudió a ella, se arrodilló frente a su sobrina y le brindó una media sonrisa.

El hombre de unos 26 años, llevó sus manos al rostro de su sobrina y limpió las lágrimas que ruedan por sus mejillas. —No llores, ¿vienes con tu tío al jardín?

Negó. —Quiero estar con mamá.

—Por favor, llévensela que quiero paz—exigió su progenitora.

—¿No quieres jugar con el tío Aries? —continuó y realizó un puchero—, me siento muy triste, mi adorada sobrina no me quiere, creo que… moriré de tristeza—dramatizó al dejarse caer en el suelo, revolcándose en el mármol, con una mano en el pecho y con la lengua afuera.

La pequeña poco a poco fue dibujando una sonrisa en el rostro y pronto estalló en carcajadas, se tumbó al lado de su tío y lo zarandeó con levedad. —¡Vamos a jugar!

—Aries, estamos en medio de algo—se quejó su hermana mayor.

—Jennifer, el trabajo puede esperar o es que no te parece que la familia también es importante. ¿Recuerdas siquiera que día es hoy?

Los pasillos tienen oídos/ Operación: CupidoWhere stories live. Discover now