Capítulo 43: La influencer del momento

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Ingresé al apartamento y exhalé, exhausto, debería investigar algo acerca de la familia de Scarlette para voltearle la tortilla en dado caso que quiera arruinar mi relación.

—Son demasiados discretos, no creo que consiga algo—bufé—, Andrew, él podría lograrlo—choqué los cinco conmigo mismo y me adentré en mi pieza, me saqué las prendas superiores, dejando mi torso al desnudo.

Ingresé al baño y casi me bajo el pantalón, de no ser porque algo se cayó a metros de mí… levanté la mirada y ahí está ella, con sus pequeñas manos cubriendo sus labios, ignorando el hecho de que su celular se dio tremendo golpazo.

Me erguí y ahora está parpadeando sin parar, más bien parece un tic nervioso que le acaba de dar. —Oh Dios mío—susurró.

No entiendo, ya me ha visto sin camisa antes, acorté la distancia y recogí su celular, lo sostuvo y sus ojos se mantienen aún en mi abdomen. —¿Quieres tocar?

Sus manos se posaron en mi pecho y abrí los ojos hasta más no poder, no esperé esto, poco a poco fueron descendiendo hasta posarse en mi pelvis… oh, ya entendí.

—¿Qué te pasó ahí? —bajó con levedad mi pantalón y me alejé.

—Es… fue por el accidente, no sé como sucedió, pero, según mi padre, llegué con un vidrio enterrado allí, casi la descendencia Sallow termina conmigo, según los doctores tuve suerte, un poco más abajo y me tenían que cortar el amigo.

—¿Te duele? —continuó al acercarse a mí.

—No, ahora solo es una cicatriz—sus manos se posaron de nueva cuenta en la zona y mi cerebro se llenó instintivamente de anuncios de caricaturas, necesito pensar en otra cosa, ella está preocupada y yo de caliente por el suave roce de sus dedos en mi piel—. Burbuja… retirarías tus manos de allí, es que, en verdad yo, como que se me está subiendo la temperatura—confesé.

—Yo preocupada y tú con la calentura encima—pellizcó mis costados—, ¿cómo fue la misión?

—Ya son pareja… ¿viniste hasta aquí en pijama a preguntar eso?

—Sí, no pensé mucho y salí así mismo.

—Y bien, ¿ya estás mejor? —asintió al evadir mi mirada, entrecerré los ojos y me acerqué a ella, quedando muy unido, que incluso puedo escuchar su respiración acelerarse.

—Estoy bien y… ahora me voy, porque yo, porque, aléjate de mí—chilló, avergonzada y con las mejillas rojas—, ¿no puedes ponerte un suéter? —preguntó entre susurros.

—¿Por qué? No te gusta—dije con la voz ronca.

Sus ágiles manos se deslizaron desde mi pecho hasta mi pelvis de nuevo, para terminar, jugueteando con los botones del jeans, soltó uno y me sostuvo la mirada… esos ojitos perversos, está planeando algo.

Se colocó de puntillas y retrocedí. —Alto ahí, ya sé tus sucias intenciones.

—¿Qué pasa?, ¿no es divertido jugar?

—No, después el que queda con el problema ahí abajo soy yo, aléjate, eres peligrosa para mí—dramaticé al salir despavorido a la habitación.

—Bien, dejaré al bebito nalgón—se mofó al acostarse en mi cama—, te estaré esperando aquí—por qué su voz suena enfermamente sexy y por qué rayos se ve provocativa si solo está acostada.

Me froté los ojos y aún sigue viéndose de esa manera, me mordí el labio inferior y avancé, quedando cerca de la cama, estiré los brazos y tiré de sus pies, hasta dejarla al final del colchón, ahora no parece tan segura en su juego contra mí.

Los pasillos tienen oídos/ Operación: CupidoWhere stories live. Discover now