Capítulo 55: La herencia de Aries Skye

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Carter

Avancé con apresuramiento al club nocturno, desde hace dos cuadras estoy caminando y todavía no llego, aceleré el paso y me detuve en la entrada, donde la seguridad del sitio me atajó, señalando la fila.

—Tengo que pasar ya—anuncié.

—A la fila—demandó.

—Soy Carter Myers, estudiante de derecho y si no quieres que a este lugar le caiga una demanda por permitir la entrada de menores de edad y obligarlos a consumir alcohol, entonces, me dejarás entrar para que el imbécil de tu dueño no tenga que ir a juicio por tu insensatez.

Se hizo a un lado y descendí las escaleras prácticamente corriendo, me abrí paso entre la multitud, llegando de esa forma al largo pasillo donde están las habitaciones privadas. Con enojo, pateé cada una de las puertas y al verla siendo casi abrazada por un tipo que juguetea con su cabello e intenta abrirle la blusa, algo dentro de mí se activó.

Me adentré a la pieza y vi a su amiga, quien me contactó hace un rato en una esquina, siendo obligada a seguir bebiendo. —Oye—elevé la voz y el tipo levantó la cabeza—, ¿sabías que es una menor de edad? —cuestioné con firmeza al acercarme, tomé de la mano a Kalea y tiré de ella.

—Ellas querían entrar a mi club y yo se los concedí a cambio de pasar tiempo con nosotros, ¿eso es ilegal? Niño, mejor piérdete y devuélveme a la niña que ella y yo tenemos algo pendiente.

—Me la voy a llevar.

—Te dije—se levantó, encarándome—, que me la voy a quedar, está muy bonita para que desperdicie algo…

—Creo que no estás entendiendo el asunto aquí, me presento, soy Carter Myers y si no quieres que cierre tu pocilga, quítate—escupí.

—Eh tú, ya déjala—llamó a su amigo, quien con rapidez se apartó de la otra chica—, dale las gracias a tu apellido.

—¿Mi apellido?

—No le digas a mi hermano—balbuceó Kalea.

—A quien deberías darle las gracias es a ella—señalé a la otra chica—, agradécele porque haya marcado mi número y no el de su hermano, sino ahora estarías rumbo al quirófano.

Puso los ojos en blanco y salió del sitio, me giré hacia la niña. —¿Puedes caminar? —asintió—, ¿bebiste?

—Solo un sorbo, estoy bien, Kalea bebió el “jugo” que en realidad tenía alcohol.

—Sígueme, te dejaré en casa—informé y levanté a Kalea en brazos, quien está dormida—, por cierto—continué una vez estuvimos fuera—, ¿no preguntarás quién soy?

—Siempre habla de ti, te he visto en su galería de fotos—aclaró—, pero, creo que no eres su hermano…

—No, soy uno de los mejores amigos de su hermano. ¿Sabes sobre su hermano?

—No—susurró—, no habla mucho sobre su familia, supongo que no me tiene tanta confianza, nos conocimos hace poco en la secundaria antes de iniciar las vacaciones, me mudé recientemente.

—No es que no te tenga confianza, Kal es alguien alegre y carismática—abrí la puerta trasera del auto y dejé con cuidado a Kal allí junto a su amiga, para luego ingresar al asiento del piloto—. ¿Podrías ponerle el cinturón de seguridad? Cuando se duerme se mueve demasiado y temo que si freno de forma repentina se golpee, gracias.

Me puse en marcha y miré de reojo por el retrovisor, la niña está concentrada mirando a la ventana, carraspeé. —Por cierto, no es que ella no te tenga confianza, es solo que tiene miedo que empiecen los rumores acerca de su familia.

Los pasillos tienen oídos/ Operación: CupidoWhere stories live. Discover now