Epílogo

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Mayo de 2030

—¡Xia, Xia!

Abrí los ojos, al escuchar afuera a las personas corear mi nombre, es bastante extraño, tomando en cuenta que antes era casi invisible para todos, sin embargo, desde que mi nombre fue liberado como Cupido, la creadora de aquella página de consejos en las redes sociales… toda mi vida ha cambiado y diría que es un poco abrumador todo esto.

Salgo a la calle y las personas me piden fotografías como si fuese una celebridad, cosa que realmente no soy y tampoco aspiro a ser, simplemente quiero ser una persona normal que se gane la vida como una cirujana más.

—¡Xia, Xia!

Todo esto me espanta y más cuando cometer algún error es como una seducción para alguien tan tonta como yo…

Suspiré con temor de decir algo que no debo o inspirarme más de lo normal y arruinarlo todo. Cerré los ojos por un fragmento de segundos y los abrí al escuchar cierta melodía, sonreí y atendí con rapidez.

—Hola—saludé con euforia—, dime que ya estás por llegar, en verdad no creo que pueda hacer algo como esto sin antes verte… te necesito a mi lado.

—Pero si tú eres una guerrera, no dejes que esos ojos filosos te intimiden porque…

Me quedé durante unos segundos esperando que continúe, más no lo hizo. —¿Estás ahí?, cariño, no logro escucharte…

Separé el celular de mi oreja y la llamada aún continúa en curso, pero, no escucho su voz que me tranquiliza cuando precisamente estoy por entrar en un ataque de nervios por esta nueva etapa en mi vida que, al parecer se quedará por siempre.

—Sino los demandaré a todos—giré la cabeza de golpe hacia la puerta y sonreí de oreja a oreja al verlo ahí de pie, cruzando el marco de la puerta y abriendo sus brazos para acogerme en ellos.

—¡Cariño! —chillé y acorté los pasos entre ambos, siendo rodeada por sus brazos que me dicen, todo estará bien.

—Al parecer alguien me extrañó mucho—asentí, con mi cabeza pegada a su pecho y sus manos acarician mi espalda.

Se separó con levedad de mí y sus ojitos me miran con dulzura. Sonrió de medio lado y se inclinó al frente, quedando a mi altura, sus labios hicieron una especie de puchero o diría que hizo aquella pose que hace años estaba de moda “boca de pato”, esperando algo, a lo que terminé por hacerme la tonta.

Al ver que no respondí a lo que se supone debía adivinar, se irguió. —Dijiste que me necesitabas y que me extrañabas… ¿no me demostrarás cuanto me extrañaste?

Mis ojos se desviaron hacia todos lados, los de producción van y vienen desde este punto, debí haberme quedado en mi camerino, pero no, decidí estar donde está más lleno de personas.

—Estamos en un lugar demasiado público y…

Se cruzó de brazos e hizo un puchero como si fuese un niño pequeño. —Lo ves, no me extrañaste nada, me mentiste…

Comenzó a simular ser la víctima y bufé con fastidio al querer lo mismo que él, lo sostuve de la mano con fuerza y tiré de él. —Necesitamos privacidad.

Terminamos encerrados en mi camerino, al que le puse el seguro para evitar interrupciones absurdas, en el segundo que me di la vuelta, mi novio me pegó contra la pared, sus manos se conservan manteniendo su peso en el muro y yo tengo los ojos más abiertos que de costumbre… esto es algo normal, no obstante, cuando hace este tipo de cosas me hace sentir como si fuera la primera vez.

Sus labios estuvieron a punto de unirse a los míos, de no ser porque la condenada puerta fue tocada por los imprudentes nudillos de alguien. —Maldita sea—soltó—, ese beso quedará para la casa.

Los pasillos tienen oídos/ Operación: CupidoWhere stories live. Discover now