Capítulo 28: Lo admito, me gustas y mucho

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Avancé con cuidado, ojeando a mi alrededor, con mi corazón que quiere salirse de mi pecho del miedo que tengo… si no está aquí, no sé que más hacer para hallarlo.

Por favor, que esté aquí, que no haya bandidos, por favor, que esté aquí.

Mi corazón está palpitando de una forma demasiado irregular que, me espanta el hecho de desmayarme en este solitario sitio. Llevé mi mano al pomo de la puerta y preparé mi brazo libre por si debo propinarle un puñetazo a alguien. —Carter… lo siento en verdad.

Empujé la puerta y pegué el grito al sentir algo pescar mi tobillo, elevé el brazo en dirección del intruso y frené mi posible golpe al verlo sentado y pegado a la pared, casi como divagando.

—¡Malik! —me agaché junto a él, más este no responde—, ¿estás vivo? —pregunté en un susurro y lo removí.

Al ver que sigue inconsciente, lo zarandeé con terror porque no despierte, mis ojos se cristalizaron al ver que no atiende a mi voz. —Estúpido, no te atreves a estirar la pata, sino te revivo para apalearte—amenacé al darle golpecitos en el rostro, con mis manos temblando y mi cerebro en crisis.

—Es lo primero que me dices… cuando me ves luego de tanto tiempo—musitó con dificultad y entreabrió sus ojos marrones.

—¡Idiota, casi me da algo! —reaccioné al sentir mis manos calientes, desvié mis dedos a su frente y está ardiendo—, pero, si tienes fiebre.

Me levanté y tiré de sus brazos, ayudándolo a ponerse de pie. Una vez estuvo levantado, me dispuse a llevarlo a una de las que creo son las habitaciones, no obstante, mis pies se sienten pesados por su cuerpo casi sobre el mío, recargando todo su peso en mi estructura, por lo que, en poco tiempo, terminé cediendo y caí al suelo.

Me giré, quedando bocarriba y pronto, él cayó sobre mí, aguantando un poco su propio peso, evitando aplastarme. Sus ojos se hicieron grandes al tener su rostro tan cerca, mis sentidos comenzaron a fallar ante el suave roce de su respiración desviándose a mi cuello.

—Malik—pronuncié y se derrumbó por completo.

Rebusqué como pude mi celular en el bolso que está a un lado, más me es imposible apañarlo con tan cortos brazos. —Mal, ¿te dormiste?

—Te prometo que no lo hice—balbuceó en mi oído.

—Está bien—susurré—, ¿me quieres hacer un favor? —asintió en mi cuello—Mal, ¿quieres alcanzarme un poco mi bolso? Sólo necesito que lo acerques un poco—comuniqué.

Removió su brazo sin despegar su cara de mi cuerpo. —Dónde está—masculló, agotado.

—Un poco hacia arriba—guié y sus dedos chocaron con este—, eso es, ahora, arrástralo un poco hacia mí—lo aproximó a mí y pude por fin sacar mi celular de allí.

Inicié una llamada grupal en nuestro chat. —Xia, dónde estás—indagó con
preocupación, Yarah.

—Les enviaré la ubicación, vengan rápido que Malik está ardiendo en fiebre—corté la llamada y dejé el celular a un lado luego de enviar mi dirección en tiempo real.

—Burbuja—llamó bajo—, yo no lo hice.

—Sí, no lo hiciste—le seguí el juego—, oye Mal, ¿puedes hacer un esfuercito por tumbarte a mi lado? —solicité, intentando moverlo, más me es imposible.

—Yo no soy culpable—divagó.

—Sí, no lo eres.

—Yo… sólo estaba feliz por conocerte—masculló.

Elevé mis manos, llevándolas a su cabeza y acaricié con suavidad su cabello. —Sí, no eres culpable, yo te creo—anuncié.

—Lo dices en serio—preguntó en un hilo de voz.

Los pasillos tienen oídos/ Operación: CupidoWhere stories live. Discover now