Capítulo 8: Encuentro inesperado

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Las tres jóvenes, Pearl, Marjorie y Vanessa, no estaban solas en su trayecto a casa. Frente a ellas habían cinco individuos, con máscaras en sus rostros. Aquellas máscaras tenían sonrisas grotescas, y parecían perfectas para un payaso terrorífico. La respiración de cada uno de esos personajes era profunda, y llegaba a oírse hasta el lugar donde las tres chicas estaban paradas. Además, cada uno de esos chicos llevaba un bate de baseball, lo cual los hacía ver incluso más tenebrosos de lo que ya eran.

Pearl sentía los latidos de su corazón, que incrementaban a cada instante, hasta sentir pulsaciones en sus oídos. Ella sabía que nada bueno podía surgir de encontrarse con cinco extraños enmascarados que le interrumpieran el paso. La chica dio una rápida mirada a sus amigas. Marjorie parecía confundida y a pocos segundos de entender que se encontraban en problemas. Por otro lado, Vanessa miraba expectante a los misteriosos chicos, mientras sus ojos se cristalizaban y se llenaban de terror, debido a su coulrofobia.

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James necesitó solo de un segundo y medio para entender la situación en la que estaba involucrado, y ya tenía una rápida, además de sencilla, estrategia para salir airoso.

—Pearl... —la voz del chico parecía seguir algo adormecida.

—Ah... ¿Sí? —Respondió con un ligero nerviosismo la joven—Dime.

—Tengo una sorpresa para ti.

—¡Que bien! ¡Me gustan las sorpresas! ¿Te digo algo? —Ahora la sonrisa de la niña parecía un poco fingida y forzada —Yo también te tengo una sorpresa, pero mejor nos entregamos las sorpresas en cuanto lleguemos a tu casa.

—No, —dijo James, ahora su voz volvía a ser tan fría como el metal del cual provenía su apellido —te lo daré ahora.

El chico hizo un rápido movimiento, llevando sus manos a los laterales de su pantalón, exactamente en las costuras. Debido a la intensidad del color negro de su ropa, nadie podía notar que justo a cada lado de los bolsillos que todo pantalón tiene, habían bolsillos adicionales que él había confeccionado. James eligió los bolsillos más largos, los delgados que casi llegaban a la altura de sus rodillas, y de ellos sacó cuchillos, similares a los VG-1 San Mai III, uno en cada mano, con mangos que se ocultaban muy bien ya que tenían el mismo color de toda su ropa.

Las hojas de sus cuchillos eran rectangulares y muy filosas, al igual que brillantes, casi resplandecientes. Giraron rápidamente entre las manos de James y él las cruzó, como si de una tijera abierta se tratase, manteniéndolas en el cuello de la joven.

—Muévete, y será lo último que hagas... —El chico dijo eso mientras miraba a algún punto en el vacío, y con sus pulgares deslizaba una especie de botones en los mangos de los cuchillos, los cuales hicieron que del final de las hojas, salieran ganchos curvos, que aseguraban cercenar el cuello de la chica al primer movimiento en falso. —Ahora... liberame de tu ilusión mental.

Lo que ocurrió instantes después de la orden de James, fueron varios sucesos que parecieron sincronizados. La apariencia de la chica, que hasta ese momento parecía ser Pearl, cambió por el de una joven de cabello castaño, sucio y enmarañado, con un rostro que mostraba tener algunas marcas de golpes del pasado, y unos cuantos recientes. Tenía ojos negros como la noche, pero el derecho tenía un extraño color dorado en el borde de la pupila, el cual se expandía y contraía junto a la misma. La expresión de terror absoluto ante su posible muerte no era lo único que mostraba aquel rostro maltratado, sino también que llevaba tiempo sin alimentarse adecuadamente. La ropa que llevaba era un conjunto de telas remendadas y sucias por todo el tiempo que llevaba sin ser cambiada. Todo lo anteriormente mencionado fue lo que James pudo ver en apenas unas décimas de segundo, mientras la ilusión desaparecía como una bruma espesa que no quiere irse. Al mismo tiempo el chico pudo percibir cómo cuatro hojas afiladas de alguna especie de dagas aparecían, provenientes de la realidad, y viajaban en dirección a él desde cuatro ángulos distintos.

SoulSilver: Alma Virtual ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora