Capítulo 2: El que nadie conoce

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Las calles cercanas a la casa de James provocan en las personas la sensación de estar en dos épocas distintas. Se pueden ver construcciones actuales, muy sucias y desgastadas, así como también construcciones de la época colonial y posterior a esta que, a pesar de haber podido ser construidas en el año de la independencia, se mantienen casi intactas gracias al cuidado que reciben de sus propietarios.

Ya ha pasado una semana desde que sus tíos se fueron, su madre llega tarde después de ir a sus dos trabajos, y James ha dedicado su tiempo restante, luego de ir al colegio y cumplir con los deberes del hogar, a diseñar un instrumento que le servirá en su primera misión, que debe cumplir en los próximos meses, antes de terminar el año y que se mude con su madre.

La pequeña herramienta resulta ser un yo-yo, diseñado con una aleación de metales que no se encuentran disponibles para los humanos, el mismo metal mágico que utilizan en Niðavellir. Cada lado del pequeño juguete tiene hojas metálicas, cuyo filo supera la de un bisturí, con hojas que se expanden desde el centro del dispositivo mientras más se extiende la cuerda de la cual se sostiene. Su cuerda, que es en realidad una cadena, está conformada por eslabones, diseñados para que solo puedan verse utilizando un microscopio, y tan afilada como las hojas metálicas, llegando a cortar carne y hueso como si de mantequilla se tratara.

Siendo un instrumento tan peligroso y difícil de manipular, James decide diseñar guantes, tan cómodos como los guantes quirúrgicos, que sean capaces de resistir el filo del yo-yo, recubriendo los guantes con un material similar al LDPE, por su flexibilidad, y tan resistente como el metacrilato, un tipo de plástico diseñado para las ventanas de los aviones.

¿Para qué necesita James un arma tan mortífera? Solo él lo sabe, al igual como solo él conoce tantos secretos que los humanos ignoran. Pero en esta realidad, quizá no tanto en Perú durante esta época, todo adolecente debe asistir al colegio, y James no es la excepción.

Las clases en la secundaria Trilce no varían en nada con cualquier otra secundaria, en la zona en la que James vive, ese es uno de los colegios más prestigiosos, y la razón principal por la que su madre necesita dos trabajos. James observa a los chicos y chicas que se dividen en varios grupos sociales, y los grupos sociales, solo cuando James lo permite, lo observan a él. Lo usual ante esta situación es que el chico solitario sea discriminado por los demás, pero hay algo en la actitud de James que provoca una reacción distinta, la necesidad de acercarse a él, de conocerlo, a pesar de que James siempre mantenga la distancia con los demás, sin pertenecer y sin ser clasificado en ningún estereotipo.

En los grupos populares, siempre está el grupo de los deportistas, imponiendo su presencia y atemorizando a los que no pueden defenderse, debido a su gran fuerza en comparación a los demás, obtienen lo que quieren a través de la violencia. Desde que James llegó a la secundaria, la jerarquía, o el conocido status quo, se alteró, poniendo a James por encima de todos los grupos, como el grupo de un solo integrante, administrado únicamente por él. En consecuencia a ese inesperado cambio, muchos de los privilegios que tenían los populares, así como también los abusos que imponían, cesaron en gran medida. Muy al contrario de la intención de James, su fama alcanzó todos y cada uno de los pasillos del colegio. Todos habían oído de él, pero pocos lo habían visto en persona, convirtiéndolo en el héroe de los debiles y el temor de los abusivos.

Sin embargo, cuando los humanos temen por mucho tiempo, su temor se transforma en odio, es así como todos los chicos populares empezaron a detestar y maldecir el nombre de James Silver sin saber quien era y queriendo creer que no existía, a pesar de los rumores que hablaban, y a veces exageraban, de sus pequeñas proezas. Cabe mencionar que, aunque todos los chicos populares odiaban a James, la historia era distinta con las chicas de ese grupo, en realidad con todas las chicas del colegio. El misterio que envolvía a aquel chico que nadie conocía lo volvía atrayente, para las chicas populares porque lo consideraban una especie de trofeo, y el resto de chicas lo idealizaban como el príncipe azul que tanto habían soñado, o el personaje principal de alguna novela adolescente que hubiesen leído hace poco. James sabía todo lo que se hablaba de él, tanto lo bueno como lo malo, y no le daba importancia, ya que no afectaba en nada sus planes, pero eso iba a cambiar, y aunque James lo predecía, no se imaginaba que tanto.

Uno de los tres deportistas más importantes del colegio, César Vertiz, de cuarto año de secundaria, se divierte estrellando el rostro de los de primer año contra sus casilleros, mietras ellos están revisando sus horarios y alistando sus libros y libretas; algunos corren, pero es peor, los amigos de César persiguen a los chicos, como perros de caza tras sus presas, los empujan y hacen caer al suelo, asegurándoles un gran sangrado de nariz, y en ocasiones también de labios.

Hasta el momento César y su grupo de matones colegiales habían dejado libres de sus fechorías a algunos pasillos, debido a que se rumoreaba de que James los rondaba, pero este es el último pasillo que conecta los salones de primer y segundo año, y si hay algo que todos saben, es que James está en primer año. César ya va por su cuarta víctima, mientras disfruta viendo el llanto de los chicos restantes, que no se mueven y solo tiemblan aguardando su injusto maltrato. A pocos centímetros de poner sus manos sobre el quinto niño, César apenas logra ver una sombra negra aparecer y acercarse hasta él como si de una ventisca se tratara, lo siguiente que puede ver y sentir es una mano pálida y helada con suficiente fuerza como para cerrarse alrededor de su antebrazo sin darle opción de zafar o siquiera mover su extremidad. Todos los chicos y chicas que recorrían ese pasillo ignorando los atropellos de César se detuvieron casi al unísono, todos sabían que solo alguien se atrevería a enfrentarse a César y no terminar en la enfermería. James a sus doce años mide casi 1.60 pero sigue viéndose pequeño en comparación al musculoso cuerpo de 1.80 que tiene César gracias a su actividad física, James está vestido de jeans, deportivas, camiseta y camisa abierta encima, todo de negro, en el cuello lleva un collar que está debajo de su camiseta, casi oculto, su cabello negro azabache es rizado y ligeramente alborotado, corto por los lados, da la impresión de haber sido peinado en un principio hacia la derecha. James no mira a César, su mirada está en algún punto en el vacío pero no deja de sujetar su antebrazo con firmeza.

—¿Qué te pasa, idiota? ¡Suéltame! —dice con rudeza César, mientras hace vanos intentos por liberarse de la mano de James, y tratando de ocultar su miedo— ¡He dicho que me sueltes!

César intenta usar su puño izquierdo que es el que tiene libre para golpear a James, pero antes de que pueda dirigir su puño a su contrincante, siente su cuerpo golpearse contra el suelo, su brazo derecho ahora está sujeto con la mano izquierda de James, y su pecho tiene la mano derecha extendida sobre él. En ese momento varios pensamientos pasan por la mente de César, su miedo lo consume y entra en pánico, no es capaz de hablar para pedir ayuda y solo atina a golpear el rostro de James con todas sus fuerzas, una y otra vez, sin conseguir nada, es como si tuviera una estatua sobre él, no tiene idea de qué hacer para escapar, se siente indefenso. Sus amigos tardan en reaccionar pero van a ayudarlo, sujetan a James y lo jalan con todas sus fuerzas, pero es inútil, es como si estuviera pegado al suelo, empiezan a golpearlo pero el chico no se mueve, entonces se dan cuenta de algo, los golpes de César se vuelven cada vez más lentos y débiles, James está cortando su respiración de alguna manera, y aunque redoblan sus esfuerzos ya es tarde, César ha dejado de moverse.

Es como si el tiempo se hubiese detenido por unos instantes, nadie es capaz siquiera de gritar, el único que se mueve es James, quien se levanta, y en cuanto camina hacia un lado del pasillo, hace que todos se apeguen a los casilleros para darle espacio, y dejan de verlo cuando dobla una esquina.

Los rumores decían desde que James había presionado el pecho de César para hacer explotar sus pulmones, hasta que James le había quitado el alma con un hechizo que dijo mientras tenía a César en el piso. Lo cierto es que James solo le impidió respirar hasta que se desmayó por falta de aire, aunque no causó ningún daño, le dio un buen susto a César, y a pesar de las acusaciones que no se hicieron esperar, no había manera de que alguien que no hubiese sido testigo de lo que sucedió, creyera que un chico con la contextura de James hubiese sido capaz de hacer eso, además que los testigos, exclusivamente los populares, que querían castigarlo, por mucho que se esforzaban no podían recordar el rostro de James, así que nadie podía tener la certeza de que había sido él. James era un fantasma sin rostro en sus recuerdos.

SoulSilver: Alma Virtual ©Where stories live. Discover now