Capítulo 40: El enemigo

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Las calles y edificios se veían como borrones para James y Esmeralda, quienes iban raudos hacia la guarida de la banda. Al mismo tiempo, la oscuridad de la noche iba llenando cada rincón de la ciudad, cubriendo el ambiente, acompañada por el viento gélido y despiadado, dispuesto a hacerse sentir hasta en la médula del hueso.

—Dime, ¿cómo diste con la ubicación de mi casa? —dijo James, mientras iba a la misma velocidad de la chica, para estar a su lado.

—Pensé —dijo Esmeralda, con una sonrisa pícara.

—¿Pensaste... ? Explícate.

—Me dijiste que la conexión interneuronal nos mantenía enlazados, y que así sabrías si yo necesitaba ayuda.

—Eso dije, en pocas palabras.

—Bien. Pensé que esa línea de comunicación podría ser de dos vías, y quise experimentar —Mientras decía eso, la chica saltaba hacia un poste metálico para sujetarse y ayudarse a doblar en una curva cerrada, seguida de James.

—¿Qué hiciste?

—Esperé, paciente, meditando, hasta que... te sentí —Aunque agitada, la voz de Esmeralda se escuchaba muy jovial, como la de alguien alegrándose por un lindo recuerdo.

—¿Me sentiste? —Así como para cualquiera que esté leyendo esto, lo que dijo la chica no fue fácil de entender para James.

—Sí... bueno, quiero decir, tus pensamientos. No fue difícil distinguir los tuyos de los míos, y, de una manera que no sé cómo explicar, pude encontrarte, en mi mente... justo cuando Jorge me avisó que se acercaban a atacar.

—Jorge... está allá solo, contra todos.

—Sí, por eso debemos apresurarnos ¿Alguna idea, cerebrito?

—Millones, pero solo necesitamos una —dijo James, y casi pudo verse el nacimiento de una sonrisa fugaz que desapareció —, sujétate.

Los ojos del chico se tornaron naranjas, y su cuerpo fue cubierto por energía del mismo color. Agarró del antebrazo a Esmeralda y aceleró un poco, antes de abrir un portal de bordes blanquecinos y flameantes, a algunos metros por delante de ellos, y saltar dentro.

Se podía ver una salida, que llevaba directo a la entrada de la guarida. La salida era otro portal, idéntico al que acababan de cruzar, pero todo lo que había alrededor, era definitivamente algo fuera de este sistema planetario.

Ambos chicos flotaban, y Esmeralda miraba todo aquel espectáculo espacial. Podía encontrar lo que parecían ser galaxias y nebulosas, además de otros cuerpos celestes, llenando el gran espacio del extenso e infinito universo. Un sinfín de estrellas, algunas más cercanas que otras, emitían brillos de colores fulgurantes que no existían en la tierra. Había también otros túneles algo alejados, con los colores de las auroras boreales, conectando a lugares inhóspitos y desconocidos, en donde se podía ver a seres de otros planetas a la distancia.

Todo duró apenas unos instantes, aunque sucedió de tal manera que se sintió en cámara lenta, y luego llegaron al edificio.

La gravedad, el viento, y la sensación de pisar tierra firme regresó a los chicos, con el portal detrás de ellos cerrándose en un diminuto punto de luz que hizo un minúsculo estallido.

La tierra en los alrededores del edificio se veía diferente. Todo se veía diferente.

Las señales eran claras. El lugar había presenciado una gran contienda, y los vestigios se sentían hasta en el aire que se respiraba.

Pero la peor parte de aquel desolado y estéril paisaje, era el silencio. Aquel inquietante y avasallador silencio, que dejaba en desconcierto a Esmeralda, quien había sido testigo de los centenares de integrantes que habían llegado a atacar.

SoulSilver: Alma Virtual ©Where stories live. Discover now