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La verdad no me tomó demasiado tiempo estar lista para Dan. Él no era tan preocupado de mi forma de vestir como lo era Ryan.

Dan quería verme feliz.

Ryan quería verme aparentar ser feliz.

Ahí está la diferencia de los dos.

Vimos una película que estaba en estreno, no había mucha gente en la sala, debido a lo aburrida que era la trama de la película.

Se suponía era de comedia, pero no reí en ningún momento.

—Deberíamos comer algo, uhm...digo—balbucea Dan, le sonrío y engancho nuestros brazos al caminar.

—Vamos a tu casa o a la mía, no quiero que todos aquí vean lo cerdo que eres al comer—arrugo la nariz.

—¿Cerdo?¿Yo?—hizo un gesto dramatizando, al igual como lo hacia Adam.

Reí. 

—Bien, entonces...¿tu casa o la mía?—me abrazo por la cintura mientras caminábamos.

—Da igual.

—Entonces la mía—sonrió.

Recuerdo que Ryan nunca me hizo esa pregunta, él sólo me llevaba a su casa y no preguntaba por la mía, de seguro era por mi mamá.

A mi mamá no le agradaba mucho Ryan, y ahora entiendo el porqué. Las mamás tienen como ese sexto sentido para saber que está bien para sus hijos y que no. Debí haberlo notado antes, no ahora que me rompió el corazón.

—¿Alex?

Mierda.

—¿Uhm?—miro al frente mientras caminamos, estoy segura que va a hacer lo que creo que va a hacer.

—¿Estabas otra vez sumergida en tu mundo de lagrimas y corazones rotos?—frunzo el ceño, puedo oír el tono burlón de su voz.

—No.

—¿No?—lo puedo ver por el rabillo del ojo y está sonriendo, no lo dejaré ganar.

—Dan, te prohíbo hacerme cosquillas—lo amenazo antes de que se atreva a hacer cualquier cosa, pero es demasiado tarde, sus dedos ya están sobre mi.

Y más que cosquillas siento dolor, porque pasa a llevar mis brazos, y las cicatrices hace poco cerraron. Duele mucho, le suplico que me deje ir, siento las lagrimas picar en mis ojos, el calor subiendo por mi cara, el dolor se hace cada vez más insoportable, me dejo caer en la acera.

No puedo hacer nada.

El dolor me lleva a un mejor lugar, siempre ha sido mi vía de escape.

         *                     *                   *

—¡No lo sé, mamá! estábamos caminando, le hice cosquillas y de pronto estaba en el suelo, llorando, suplicando que la dejará ir, como si fuera un maldito violador—explicaba la voz alterada de Dan. Tengo los ojos cerrados, pero puedo oír perfectamente.

La mamá de Dan es enfermera, el papá de Adam es Veterinario, por lo que se podría decir que estoy salvada.

—Quizá le hiciste daño—replicó Adam no muy lejos del lugar donde me tenían descansando.

—Jamás haría eso—escupió.

—Oh, cierto, es tu princesa—respondió en tono burlón Adam. Jamás los había oído hablarse así entre ellos—. Tú, grandísimo simio mal oliente, ¿nunca notaste las marcas en sus brazos?¿qué tan ciego eres?—está vez la voz de Adam subió de tono, y ya no era tan burlón como hace un rato. ¿Cómo mierda sabe de mis cicatrices?, siempre las oculte, nadie lo sabia, nadie además de...Ryan—. Pasas la mayor parte de tu puto tiempo junto a ella, ¿y jamás lo notaste?, Dan, eres un jodido idiota.

—Alex...—balbuceó Dan, me removí incomoda, simulando que tenía un mal sueño.

—¡Es suficiente por hoy!—grita la señora Bennet—. Adam, a tu habitación.

—Quiero quedarme con Alex...

—¡A tu habitación!—grita interrumpiendo a Adam, oigo como sus pasos se alejan—. Y tú, Dan—aclara su garganta—, si quieres ayudarla, llama a su mamá y dile que está en buenas manos.

—...Le..Le digo lo de sus...¿brazos?—tartamudea.

Oh por dios, ¿Dan tartamudeando?, no lo hace desde que somos niños, esto es más grave de lo que imaginé.

Tampoco esperaba que se enteraran así de mi...situación. De hecho tampoco iba a contarles, llevo años escondiéndolo.

Estoy demasiado molesta como para pensar en algo.

—No, Dan, sólo dile que no se sentía bien y que se quedará aquí está noche.

Escuché un suspiro acompañado del golpe de la puerta al cerrarse.

—Alex...—murmura—..ya puedes abrir los ojos—da golpecitos en mi mano derecha, los abro y ahí está esa mujer que me acompaño durante casi toda mi infancia, recuerdo que en una ocasión me enseño a hacer pasteles, le sonreí un poco.

—Hola señora Bennet—aclaro mi garganta al sentirla rasposa—, lamento...esto.

Me sonríe de una forma que nunca antes vi en ella, pero si en mi mamá, esa sonrisa, es, claro que es, conozco ese sentimiento más que nadie...decepción.

Mire hacia mis brazos, estaban levemente ocultos bajo unas toallitas especiales para curaciones, supongo que las heridas se abrieron o algo así. 

Siempre pasa.

—Estarás bien, Alexa—murmura y besa mi frente.

Eso quiero.

Estar bien.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora