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CAPÍTULO DIECISIETE PRELUDIO AL DESASTRE ━━━━━━━━┓ ＊ ┏━━━━━━━━
—¿Segura que estarás bien?
Su madre aún lucía pálida, aún temblaba.
Había lágrimas que no habían caído propiamente aún en sus pestañas, las que había tratado de parpadear fuera de existencia. Pero Talisa siempre había sido fuerte, más de lo que debía serlo, y le regaló una pequeña sonrisa que aún temblaba un poco.
—Voy a estarlo Félix, deja de preocuparte tanto por mi —su mano ya no era tan suave como cuando él era un niño, pero aún transmitía la misma calidez cuando acunaba su rostro con ella—. Anda, tienes cosas por hacer aquí. No mantengas a tus compañeros esperando por culpa mía.
Félix apenas y pudo devolverle la sonrisa, pero se esforzó porque se trataba de su madre y solo ella merecía todo lo bueno que este mundo tenía para ofrecer. Ella se estiró sobre la punta de sus pies y plantó un suave beso en su frente, y él cerró los ojos para absorber todo lo que podía del gesto.
—Por favor escríbeme —le dijo al separarse, y la culpa que comenzó a manifestarse en su pecho al oír la súplica le quemó—. Ten mucho cuidado cariño, y despídeme del Capitán Levi, dile gracias por el gesto que tuvo conmigo.
Félix asintió mientras tomaba el precioso rostro de su mamá entre sus manos y le besaba la frente de la misma manera en la que ella lo había hecho.
—Lo haré, descuida —cuando sonrió, lo hizo con más esfuerzo—. Y también te escribiré, ya verás. Lamento no hacerlo tan seguido, pero lo haré. Hablo enserio.
Talisa sorbió por la nariz y asintió. Cuando se alejó de él en dirección al carruaje que la llevaría de vuelta a la propiedad de los Jovan, la sensación de pérdida que se alojaba en él cada que debía despedirse de ella no se hizo esperar.
Félix se quedó ahí de pie mientras subía al carruaje, y luego se despidió con la mano mientras se alejaba. Lo siguió con la mirada mientras se alejaba por las calles vacías, el traqueteo que producía siendo lo único que llenaba el lugar con vida.
—¿Cómo está tu madre?
—Traumada de por vida —respondió sin sorprenderse por la presencia de Erwin. Lo había visto seguirlos desde que anunció que iría a despedir a su madre a la calle, pero el Comandante no había hecho su presencia conocida hasta ese momento, y él no planeaba recriminarle aquello—. Pero estará bien. ¿Cómo está Eren?
Erwin pausó; lo vio al volverse hacia él, la manera en la que su rostro se congelaba por un pequeño momento y su cuerpo se detenía abruptamente, a mitad de realizar un movimiento para acercarse a él. No hace falta decir que permaneció en dónde estaba.
—Está bien, un poco exhausto —el rubio le escudriñó el rostro en silencio—. ¿No piensas preguntar por lo que las autoridades preguntaron?
