83. Sobre aceptación y confesiones

729 74 169
                                    

CAPÍTULO OCHENTA Y TRESSOBRE ACEPTACIÓN Y CONFESIONES━━━━━━━━┓ * ┏━━━━━━━━

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

CAPÍTULO OCHENTA Y TRES
SOBRE ACEPTACIÓN Y CONFESIONES
━━━━━━━━┓ * ┏━━━━━━━━

Llevaba días atrapado con los Tybur.

La señora de la casa lo vio ingresar a través de la gran ornamentada puerta, y a pesar de que sabía el desprecio que la mujer sentía hacia él, le tomó por sorpresa la rapidez con la que le expresión se le transformó en el rostro; de estar aturdida a sentirse sorprendida, y luego asco, repudio.

Algo muy cercano a lo que veía casi a diario cuando era apenas un niño, pero mucho menos hiriente que antes. Félix ya se sabía aquel sentimiento, ya se lo había comido vivo tantas veces antes, y aunque no le dolía exactamente el volverlo a ver, sí calaba ahí en donde se hallaba más vulnerable.

Pero no la culpaba. (No podía.) No había manera de hacerlo cuando Félix era el intruso (cuando ella era la afortunada.) Cuando él era quien fue metido a la fuerza en sus vidas luego de decidir jugar a este estúpido juego (y a veces pensaba en los muros y los titanes ocultos debajo, en lo mucho que le gustaría decirle a la señora Tybur que esa tierra que pisaban podía volverse polvo en cuestión de segundos, que Félix podría hacerlo, mírame a los ojos y ve lo que hay tras ellos, ve el mar de sangre y el cielo cubierto por esas nubes grises ¿lo ves?). Pero, independientemente de la situación y de la bola de nervios que le nacía en el estómago por todas esas ansiedades que se lo comían vivo, todos esos miedos y esas incertidumbres, esas miradas que picaban en su suave piel, Félix volvió a Marley y las cosas parecieron quedarse estancadas con él ahí en el patio de la casa, en la sala del piano, en su habitación con Lara acurrucada a su lado mientras las llamas crepitaban en la chimenea.

Eran días monótonos, días que no había extrañado hasta estar en el campo de batalla, y días que comenzó a detestar cuando se encontró fuera de él.

Comenzaron cuando despertó en una habitación de algún hospital de una de las ciudades fronterizas de Marley con algún país del que aún no sabía el nombre. La habitación era beige, como todas las habitaciones de hospitales que recordaba ver en Lagos, sin ventanas, con una lámpara y una cama y un escritorio y una alfombra en la que colocó sus pies descalzos cuando decidió salir de entre las cobijas para buscar a alguien con vida en aquel lugar. Era un poco distinta a su habitación de aquel hospital en la capital de Marley, con la cama menos cómoda y las almohadas algo aguadas, las frazadas que parecían heder el mismo olor a muerte que parecía quedarse impregnado en sitios como aquel, con pacientes como él, con pocos muebles y fantasmas moviéndose por los pasillos.

No había nadie que le hiciera compañía en un silloncito junto a su cama, y tampoco había una ventana por la que pudiera sentir la calidez de la luz del sol. La lámpara apenas si alumbraba la oscuridad a la que abrió sus ojos y él no había sabido si era la mitad del día o el comienzo de la noche, o si el sol ya estaba saliendo o era la luna quien lo saludaba. La soledad de aquel momento le recordó extrañamente a cuando cerró los ojos y sintió que en su garganta se alojaba algo, solo para terminar vomitando un trozo de manzana que él no recordaba haber comido.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now