7. Por una cuchara.

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CAPÍTULO SIETEPOR UNA CUCHARA━━━━━━━━┓ * ┏━━━━━━━━

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CAPÍTULO SIETE
POR UNA CUCHARA
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Lo que pasa con la libertad es que a veces viene con la premisa de la obediencia. Es una especie de acuerdo mutuo, una forma eficiente de trabajar en los límites de un término indescriptible que podría incendiar todo en llamas.

La libertad, si bien es algo precioso que debería ser un derecho para todos, es más una correa, un collar que te mantiene en tu lugar para que nunca puedas alejarte de él. Es una buena forma de decir "sí, eres libre, sí, puedes hacer lo que quieras, siempre que me obedezcas". La mayoría de las veces es un recordatorio y un hematoma, y ​​te hace sentir atrapado en un pequeño y lamentable recordatorio de que el horizonte tiene límites y la correa alrededor de tu cuello te estrangularía si te atreves a cruzarlo.

No es simple, no es fácil y ciertamente no es justo. Duele y duele y sigue doliendo al ver el límite de sus pensamientos, el límite de sus caminos. Duele ver muros y jaulas y solo la pequeña oportunidad de un sacrificio siendo parte de esa libertad es lo que parece prometedor en un mundo donde la crueldad es igual de hermosa.

Hay motivos por los que sacrifican el corazón, por los que traspasan los límites hacia ese estrecho horizonte en busca de una falsa esperanza que ilumine toda su existencia y les dé sentido.

Pero la correa tira hacia atrás y los enjaula en esa falsa libertad, y la única forma de ser verdaderamente libre es estar muerto.

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A veces, estar vivo dolía.

Era un dolor algo profundo, incrustado con fuerza en su pecho como si un trozo de cristal se hubiera enterrado ahí, con la voluntad de hierro de la Legión de Reconocimiento manteniéndolo en sitio.

Había días y noches en dónde Eren simplemente permanecería acostado sobre su cama un segundo más largo contemplando todo en lo que su vida se había convertido, el metafórico hoyo que se había cavado bajo sus pies y que había procedido a hundirlo hasta donde el sol no tocara y ninguna flor fuera capaz de sobrevivir.

Eren amaba las flores. Amaba cómo hacían brillar los ojos de su madre cuando su padre le traía alguna de las ciudades en el interior. Ese parche de flores en aquel árbol en dónde Mikasa lo había despertado un día, de un color que parecía no querer decidirse entre el azul y el lila, meciéndose por el viento y desprendiendo ese rico aroma que a veces se envolvía alrededor suyo durante sus sueños, brindándole una sensación de confort y pertenencia que raramente conseguía sentir estos días.

Era difícil, y a veces, él mismo debía tirar de su exhausto cuerpo fuera de la cama porque su motivación estaba ahí, a punto de ser sostenida entre sus dedos. Una habilidad como la suya no debía ser desperdiciada no importara cuán extraña, nauseabunda y francamente aterradora ésta fuera. Traía muchas preguntas al frente de su mente, le susurraba cosas al oído con una voz que sonaba extrañamente como la de la señorita Hange, y le helaba los huesos de una manera que le hacía recordar ése día.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now