27. Granos de café

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No es nada, no es nada. Pero sabía tan mal cuando trató de decirlo, hizo que algo le doliera profundamente, hizo que algo le retorciera los intestinos como si estuviera a punto de vomitar. Trató de decirse a sí mismo que no era nada. Que no importaba que Félix fuera trasladado a una ciudad completamente diferente, lejos de él y lejos de Trost, de Rose.

No significaba nada, pero, pero. Aún así... Aún así...

—¿Dijo algo más?

Levi se encogió de hombros, pero permaneció observándolo con atención.

Se preguntó qué clase de expresión debería de haber tenido en el rostro como para que Levi considerase si quiera examinarlo como Hange examinaba titanes.

Entonces, algo fugaz pasó por el rostro de Levi que desapareció tan rápido como apareció.

—No, nada más.

La habitación se sumió en completo silencio, tan asfixiante que le fue imposible no pensar en el chico. Lo fácil que resultaba hablar con él y lo sencillo que resultaba su presencia. Félix solía llenar los silencios en su oficina con plática ociosa, a veces mencionando a su madre o a sus amigos. Había días en los que le gustaba guardar silencio y simplemente trabajar así, u otros en los que hablaría y preguntaría cosas sobre la vida de Erwin.

Había otros en los que se quejaría pero terminaría haciendo lo que Erwin le pidiera, porque Félix era un buen amigo y no le gustaba dejarlo sufrir a solas.

Se fue, pensó. Se fue.

Trató de no dejar ver cuánto le afectaba. Trató de enmascarar ese repentino punzón de dolor tras su pecho que se desató ahí cuando pensó en volver al cuartel, a una oficina desolada y a montañas de papeles que tendría que revisar por su cuenta.

También trató de decirse que realmente no importaba, porque había empezado sin Félix y podría terminar sin él igualmente.

—El caballo...

Tanto Erwin como Levi se giraron hacia un costado, en donde Petra estaba sentada. La pelirroja recién se enderezaba, con el cabello ligeramente desordenado y una extraña expresión en el rostro, una que dejaba entrever algo de molestia.

Tenía los puños apretados y la mirada se le perdía en el regazo.

—¿El caballo? ¿El purasangre?

Petra asintió y, vagamente, Erwin notó que le temblaban las manos.

El purasangre de Félix que los había dejado comiendo polvo antes, el hermoso caballo que le había sido entregado antes de partir hacia Stohess por el hijo de un noble. Erwin había escuchado los rumores de aquel día, pero no había prestado atención alguna porque al minuto siguiente se le había venido encima la revelación de Armin Arlert, y la planeación para llevar a cabo la trampa a Annie Leonhart.

—Dijo que era un regalo de compromiso —una de las cejas de Levi se arqueó. Petra rio débilmente—. Nos dijo que el señor Jovan, el noble con el que trabaja su mamá, había tratado de comprometerlo con su hija desde que eran niños. Dijo que creyó que se había detenido después de que le hubiera presentado a su ex novio.

Petra lucía dolida, la expresión en su rostro era similar a la que tenía mientras volvían a Karanese después de la expedición donde planeaban sacar al traidor.

Pensó en Félix durante aquellos días tras la expedición, demasiado callado y algo seco. Lo recordó mientras se dejaba caer en la silla frente a su escritorio, diciéndole las ganas que tenía de culparlo de que todo se hubiera ido al diablo con sus amigos.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now