10. El Olimpo.

22.2K 1.7K 561
                                    

Perdía mi preciado tiempo en el auto mientras Jade se dignaba a despertar. Inhalaba y exhalaba fuertemente, una y otra vez. Mis pies hacían ese movimiento de desespero y mi ansiedad crecía más y más.

¡Joder!

Estaba por partir y desperdiciaba las horas sentado en el auto como imbécil mientras mi chica descansaba.

Quizá era egoísta, pero yo deseaba estar con ella.

Y fue ahí cuando Love you goodbye de unos tal One Direction comenzó a sonar en la radio.

¿Cómo adivinaba la estación de radio el modo en el que uno se encontraba? Casi lloraba con la canción, y es que, ese coro...

Ah, mierda.
Esto era todo.

Entré por donde todo comenzó: la ventana de su habitación. Y reviví aquel momento que parecía haber sido ayer. Di otro gran y patético suspiro para tomar el valor suficiente que me acercara a ella.

Me sintió, lo supe porque sus ojos se abrieron poco a poco.

—¿Aún no te has ido?—preguntó reincorporándose sobre su cama.

—Sí, sólo soy un espejismo creado por tu mente. Ya no me desees tanto o a la próxima apareceré desnudo.

—Eres tan gracioso — dijo con el rostro pecando de seriedad.

—Necesito despedirme de ti, Jade.

Un tormentoso suspiro salió desde lo más profundo de su ser.

—No me quiero despedir de ti...—dijo y comencé a sentir estrés, estrés por no poder irme estando bien con ella—, porque no quiero que te vayas.

Mi mirada se fijó sobre la de ella. Estaba sorprendido por su honesta confesión, pero me mantuve sobre mi lugar con las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, aparentando tranquilidad.

—Te voy a extrañar.

Bajé la mirada con una leve sonrisa brotando de mis labios.

—No tienes idea cuánto más lo haré yo.

—Sé honesto, Hades. ¿Crees volver?

—Espero que sí. Después de arreglar mis asuntos, si todo sale bien, regresaré.

—¿Y el baile?

—Ya te dije que no hay opción para él. Ahí estaré.

Sus manos se juntaron sobre sus piernas y me miró como si me estuviese tratando de descifrar.

—¿Estás seguro?

—Velo de esta manera, si no asisto, podrás llamar a ese peluche Garritas—dije y señalé a Wilfredo.

—Hades, ese peluche ya se llama Garritas —aclaró.

Sonreí cruelmente y me acerqué a ella, con esa mirada suspicaz impregnada de arrogancia.

—Eso crees tú, Jade.

Soltó una risotada.

La había hecho reír de nuevo, tan fuerte, que me mató. Me mató el escucharla ser feliz.

Tomé asiento a su lado para disfrutarle un poco más de cerca.

—Nos vemos pronto, ¿sí?

Ella humedeció sus labios y centró su mirada en los míos. Bastaron solo dos segundos para tenerla aferrada de mi cuello. Me besó, por segunda vez tuvo esa iniciativa y yo, sólo me desvanecí.

Esa mujer era adicción pura.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now