11. Jodidos.

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Me encontraba en las afueras del Olimpo, listo para partir. No había un plan concreto, simplemente sobrevivir. El hoy sería decisivo. Me dirigía al Inframundo con el único objetivo de desmentir el rumor sobre Crono.

No podía ser cierto.

—Hades, Zeus no tarda en llegar —advirtió Poseidón—. ¿No crees que sea bueno esperar?

Negué.

—Ahora menos que nunca. Debo ir al Inframundo.

—Lo sabemos, pero necesitamos unirnos, Had.

—Lo estaremos, solo necesito asegurarme de que Crono siga en el maldito Tártaro.

—¿Ya se acabó tu furia contra él?

—Le arrancaré la cabeza, Pos. Pero ahora debemos centrarnos en esto.

—Esperamos tu mensaje, hermano.

Después de asentir, me dirigí al Inframundo. Atravesé aquellas grandes y oscuras puertas que desprendían a gritos el lamentar de las almas. Tomé aire con gran fuerza, cerré mis ojos y decidí despejarme. Estaba a punto de saber la verdad.

Cerbero, el guardián del inframundo, apareció. Imponente, inmenso. Lo miré, él me miró y se inclinó ante mí pocos segundos después. Me acerqué a él y deslice mi pequeña mano sobre su inmenso pelaje negro.

Lo sentí, todo parecía seguir su curso con normalidad. Él no permitía entrada o salida de ese oscuro lugar, a nadie.

Me adentré, mi único objetivo era el gran foso del Tártaro en el que yacían encarcelados los seres más crueles y poderosos que habían tenido el infortunio de existir.

Mi presencia en el inframundo se sentía, no podía pasar desapercibido y fue ahí cuando Caronte apareció.

—Has regresado —dijo y le miré, él notó mi inquietud. Pronto cambio el gesto—. ¿Qué ha sucedido?

—Tenemos una profecía en marcha —respondí, tomando postura para continuar mi camino. Él me siguió—. ¿Qué sucedió en mi ausencia?

—Nada, ¿por qué habría de suceder algo? —cuestionó.

Me acerqué a él peligrosamente, pero al tenerlo frente a mí, me tranquilicé.

—Crono.

Su mirada se achicó.

—Está en el Tártaro.

—¿Estás seguro?

Un dudoso asentimiento apareció.

—Mierda, Caronte —musité, dando gigantescos pasos.

Llegué hacia aquel lugar en el que yacía preso nuestro padre... ahí estaba, lo podía sentir. Fruncí el ceño, sintiéndome confundido. ¿Cómo era eso posible? Si se suponía que ese día daría inicio a todo. Mi mente, mis pensamientos, estaban a punto de explotar, rebozando en grandes conjeturas.

¿Cómo sucederían las cosas?

Cerré mis ojos, me concentré. Hera estaba al otro lado.

—¿Cómo está todo allá?

—Bien, Hera. Crono está encerrado. ¿Cuál es la puta profecía entonces?

—Afrodita dice que Crono saldrá y que el caos en la tierra comenzará. Primero los desastres naturales, después las crisis y enfermedades,  así la muerte y el hambre reinarán... su nuevo reino.

—Permaneceré aquí para evitar que esto comience —dije y terminé el contacto con ella.

—¿Qué se supone que pasará? —preguntó un Caronte curioso.

El Olimpo: HADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora