19. Mía.

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El gran salón de tronos fue el punto de encuentro para que los Dioses conocieran el nuevo tablero de juego. Aquel en el que, desgraciadamente, nos encontrábamos debajo por mucho.

—¡¿Cómo ganaremos esta batalla sin Zeus?!

—Tranquilo, Hermes —dijo mi hermanito, ese ancestro de Dalai Lama—. Zeus tiene su plan. Nosotros debemos enfocarnos en no dejar caer la tierra.

—Ahora, más que nunca, tenemos que estar unidos —agregué.

Por fin el sueño de Hera se haría realidad.

—¿Y cuál es el brillante plan de Zeus? Si es que se puede saber —atormentó la cruda voz de Perséfone.

¿Qué penitencia estaba pagando?

No lo sabía y tampoco quería averiguarlo.

Poseidón y yo compartimos un par de miradas, derivado a que no le habíamos confesado a ninguno de los presentes que no lo conocíamos.

—Todo a su tiempo.

—Para ti es fácil decirlo, ¿no, Hades?

—Totalmente, Atenea.

—Esto se irá a la mierda —soltó Dionisio, alzando sus manos mientras el mal presentimiento le abordaba.

—Sólo hagan su maldito trabajo —gruñó Deméter, golpeando su trono fuertemente con el puño.

—¿Y si Crono aparece antes? ¿Ustedes lo enfrentarán? ¿...sin Zeus? —inquirió Psique.

—Él volverá, no se preocupen por eso.

Poseidón trató de tranquilizar las cosas, aunque, no fue lo que esperaba. La revuelta llena de inseguridades y reclamos continuó.

—Hades...—susurró Jade a mi lado. Me acerqué a ella para poder escuchar mejor, pues con el ruido de todos, era complicado—. ¿Omitirán lo de la profecía?

No respondí con palabras, pero carraspeé la garganta y fijé la mirada sobre Poseidón, quien enfocó su atención en mí, comprendiendo y asintiendo. Se encargaría de hacer el anuncio, pues yo nunca había sido ni sería el favorito de todos esos perdedores presentes en el salón. Era mejor que lo escucharan del embajador de la paz, el amor y los pececillos.

—Hay algo más—dijo, obteniendo su atención al instante. Era como si olieran las malas noticias—. Apolo dice que la profecía ha cambiado.

El miedo y la preocupación inundaron el aire. Podía sentir cómo todos esperaban con ansias saber más, pero no era algo que pudiéramos dar.

Me levanté del trono y les miré a todos, captando su atención.

—Necesitamos rescatar a Apolo. No sabemos qué es lo que cambió, así que absténganse de hacer preguntas.

—¿Cómo saben que la profecía ya no es igual?—inquirió Atenea.

—¿Estuvieron con Apolo?—preguntó rápidamente Afrodita, alternando la vista entre su amado y yo.

Negamos.

—Insisto en una respuesta a mi pregunta—agregó Atenea.

Tomé una gran bocanada de aire.

—Jade estuvo con Apolo.

Y ahora todas las miradas estaban sobre ella.

Pude sentir su nerviosismo.

Y Perséfone comenzó a reír.

—Entonces ¿debemos creerle a ella? Esto no puede ser...

—¿Tienes algo mejor?—La enfrentó Jade y pude sentir su coraje.

El Olimpo: HADESWhere stories live. Discover now