28. Rayito.

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Regresamos al Olimpo con el único propósito de convocar a algunos de los Dioses: Eros, Afrodita, Atenea, Hefesto, Dionisio y Hermes

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Regresamos al Olimpo con el único propósito de convocar a algunos de los Dioses: Eros, Afrodita, Atenea, Hefesto, Dionisio y Hermes. El resto se mantendría en la tierra mientras nosotros armábamos un plan contra Ares y sus seguidores.

Decidí darme una escapada, pues de ahora en adelante las cosas se pondrían tensas, necesitaba decirle a Jade que no sabía cuánto duraría.

Y eso era en verdad un martirio.

Poseidón enfocó la mirada sobre mí, no dudó en acercarse.

—Déjame ir con ella sólo cinco minutos antes que tú.

Le miré en total desacuerdo.

—¿Sabes todo lo que pueden hacer en cinco minutos? No lo creo, sirenito.

Su molestia se asomó en aquellos ojos que constantemente se mostraban tiernos y piadosos.

—No te estoy pidiendo más que cinco minutos, y créeme, es solo por cortesía. Si quiero, me la llevo todo el día.

—Quiero verte intentarlo...

Una pelea se encontraba a punto de dar inicio entre ambos, pero Hestia se interpuso.

—Dejen de pelear por esa mortal como si fueran unos niños pequeños.

—Iré yo primero —decreté y salí molesto de la sala.

Atravesé largos pasillos hasta arribar hacia la habitación que ya antes le había designado. Di unos toques, pero nadie atendió. Decidí entrar, encontrándome con un espacio completamente vacío.

Mm.

Merodeé por el Olimpo, pero no había señales de Jade o Hera... por ningún lugar.

Suspiré.

¿De nuevo empezaríamos?

Fue inevitable preocuparme, especialmente porque Ares sabía lo importante que ella era para todos nosotros y también que nos ocupamos arreglando sus porquerías, que el Olimpo estaba solo. Pero, ¿Hera?

Me dirigí hacia el salón de los tronos donde el resto se encontraba. Ellos discutían sobre nuestro plan perfecto para acabar con el ejercito de Ares. Me detuve justo en medio y, a punto de compartir que no había señales de Jade o Hera en el Olimpo, unos firmes pasos se escucharon entrar por la gran puerta.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

Su voz nos atrajo cómo miel a las abejas.

Giramos bruscamente y mi impresión fue triplicada.

—¡Apolo! —Exclamó Deméter y corrió hasta sus brazos.

Las sonrisas se colocaron en los rostros de la mayoría, no en el mío. 

El alivio y la alegría crecieron descomunalmente en el ambiente, tanto que casi me contagiaron.

—Artemisa, qué gusto —dijo Dionicio con una boba sonrisa ante el amor de su vida.

El Olimpo: HADESOù les histoires vivent. Découvrez maintenant